Adiós, Bagdad (1)

Por Walter Laqeuer, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington (LA VANGUARDIA, 03/11/06):

Dentro de una o dos semanas, el comité bipartidista Hamilton-Baker nombrado por el Congreso presentará sus recomendaciones para finalizar la guerra en Iraq o, hablando con mayor precisión, para una salida de EE. UU. de esta guerra. No pasa un solo día en que eleven similares propuestas toda clase de políticos, especialistas en Oriente Medio, expertos militares o personas bienintencionadas en la creencia de que pueden ayudar a encontrar una estrategia de salida del país. Término este último que se ha convertido en palabra mágica. Entre asesores y consejeros figuran varios funcionarios veteranos de la CIA que, a decir verdad, no anduvieron con mucho tino en sus esfuerzos por dar caza a Osama bin Laden; sin embargo, manifiestan ahora que se requiere con urgencia su pericia para dar carpetazo al asunto.

No existe unanimidad sobre si EE. UU. debería haber invadido Iraq. La decisión se basó en el convencimiento de que Iraq poseía armas de destrucción masiva que, a su vez, se basaba en informes erróneos de los servicios de inteligencia; Sadam Husein, desde luego, se esforzó por dar esa impresión. Otros juzgaron que el pueblo de Iraq se hallaba sediento de libertad y democracia y por tanto podría vivir en paz una vez derrocado el tirano. Pensaron, también, que la mayoría de los problemas de Oriente Medio, como el conflicto palestino-israelí, encontrarían la solución cuando Iraq, y tras él otros países árabes, echaran a andar por la senda de la democracia. De nuevo, un error. Hubo también quien pensó que derrocar la dictadura de Sadam estaba justificado y era oportuno, pero que debiera haberse hecho con un despliegue de fuerza mucho mayor, acompañado de una estrategia destinada al periodo de la posguerra, y que las tropas estadounidenses (bajo la tácita divisa del pase lo que pase)deberían haber salido de Iraq en un corto plazo.

Por cierto, hablando de los partidarios del pase lo que pase,debería quedar claro que Iraq era una entidad un tanto artificial y que en absoluto era cierto que kurdos, suníes y chiíes fueran a mostrarse proclives a la convivencia u optaran por aspirar en cambio a la autonomía e incluso a la escisión o el separatismo. Y estaban también los estadounidenses de talante aislacionista de extrema izquierda y extrema derecha, contrarios a la invasión al razonar que no le correspondía a EE. UU. interferirse en asuntos de otros regímenes y gobiernos por odiosos que éstos sean. Pero todo esto es historia. Los historiadores andarán largo tiempo enfrascados en la tarea de comprender y dilucidar la prehistoria de guerra. El problema es salir de ese lío; y, en este punto, los consejeros en cuestión coinciden notablemente... Nadie propugna una retirada repentina la semana que viene y a muy escasos cargos con autoridad se les ocurre pedir el envío de nuevas tropas salvo en el caso de una estrategia de salida efectiva a corto plazo. Se cree que el comité Hamilton-Baker propondrá que las tropas estadounidenses en Iraq se reduzcan a la mitad en el 2007.

Seguramente Washington recomendará también la celebración de una conferencia en Bagdad o en alguno de los países vecinos de Iraq cuya participación se requerirá con vistas a encontrar DADAS LAS ENORMES tensiones en Oriente Medio, es difícil ver cómo impedir en Iraq una lucha por el poder, incluida la ´limpieza étnica´ una solución. EE. UU. mantiene su política orientada a garantizar la integridad territorial de Iraq sin dejar de ofrecer a las tres partes principales en litigio un grado de autonomía mayor que en el pasado.

EE. UU. sigue creyendo que la desintegración de Iraq sería una gran catástrofe. La izquierda y la derecha estadounidenses coinciden en afirmar que una guerra civil sería el escenario más nefasto y fatídico... The New York Times,en un largo editorial, dice que debe evitarse a toda costa una guerra civil pues podría resultar en un conflicto interminable. Pero es una exageración, pues ninguna guerra civil ha durado para siempre. Este tipo de guerras finalizan cuando un bando, o ambos, están exhaustos y se ven obligados a buscar un acuerdo.

Dadas las enormes tensiones en Oriente Medio, es difícil ver cómo impedir en Iraq una lucha por el poder, incluido el conocido eufemismo de la limpieza étnica.Y, de lograrse impedir ahora, puede ser que estalle a la primera ocasión una vez que las fuerzas estadounidenses y de otros países hayan abandonado Iraq.

No hace falta decir que las guerras civiles son espantosas y deberían impedirse por todos los medios. Sin embargo, ¿pueden impedirse? ¿No son inevitables (como ocurrió en Yugoslavia después de la muerte de Tito) y no está ya de hecho en marcha en el caso de Iraq? Los kurdos se han comportado hasta ahora con tacto y no han recurrido a la violencia salvo si se han visto atacados; no obstante, siguen aspirando a la autonomía. Los suníes, gobernantes de Iraq en el pasado pese a ser una minoría, no están dispuestos a renunciar a sus aspiraciones políticas... ni a sus ingresos del petróleo. Los chiíes en el sur de Iraq persiguen poseer su propio Estado o al menos gozar de una posición preferencial en el futuro Iraq.

La retirada estadounidense de Iraq no solucionará ninguno de estos problemas. Tampoco resulta probable que la conferencia citada en Bagdad u otro lugar vaya a alcanzar conclusiones o acuerdos aceptables para todas las partes en conflicto. Ciertos observadores sostienen que la amenaza de una retirada estadounidense aportará unas gotas de sensatez al ánimo de todos los bandos enfrentados y puede inducirles a llegar a acuerdos. Es posible, e incluso cabe afirmar que es probable en el caso de la mayoría de personas que aspiran a vivir en paz..., pero no influirá en los extremistas decididos a combatir para alcanzar sus máximas aspiraciones que de momento cuentan con la voluntad, las armas y el dinero para librar una guerra.

¿Qué sucederá probablemente en Iraq tras la retirada parcial estadounidense? Me referiré a esta cuestión en un próximo artículo.