Administración por puntos

Por Carlos Padrós, profesor de Derecho Administrativo de la Universitat Autònoma de Barcelona (EL PERIÓDICO, 08/06/06):

Este verano entra en vigor el llamado permiso de conducir por puntos con un retraso respecto a otros vecinos europeos absolutamente escandaloso. Por motivos técnicos no se implantaba un sistema que hubiera salvado muchas vidas (un 10% de los muertos durante cuatro años significa alrededor de 2.000 personas). Este es solo un indicio de la falta de coherencia y seriedad en la política pública de seguridad vial, que no hace más que culpar a los conductores de un problema más complejo. La siniestralidad es desgarradora y atribuir toda la culpa al procedimiento sancionador o a los conductores me parece poco menos que una crueldad.
El modelo administrativo tradicional se agotaba en el acto de otorgamiento del permiso. Sin embargo, en una actividad de riesgo como la conducción, no basta con la autorización, sino que esta debe ser objeto de una revisión constante. El derecho, con su estructura plana de norma (ley) y aplicación (acto), es insuficiente para muchas de las actividades generadoras de riesgo (conducción, medio ambiente, violencia de género, etcétera). Algunos académicos avanzados en España han empezado a entenderlo en la Escuela de Prevención y Seguridad de la UAB.
Francia, madre del modelo administrativo europeo, empezó a implantar este sistema de gestión del riesgo vial hace ya un tiempo y ahora se rebaja una cifra crítica de víctimas, lo que valida el esfuerzo de adaptación del sistema administrativo a una realidad compleja.

CONDUCIR es un acto imprescindible en nuestras vidas y los ciudadanos percibimos un abismo entre la gravedad de la cuestión y la seriedad con que la Administración se enfrenta al drama. Más allá de la represión y el control, hay otros muchos aspectos que intervienen en la mejora significativa de las funestas cifras. A modo de ejemplo:
1. La formación teórico-práctica que en general recibimos los conductores constituye un ejemplo esperpéntico de reglamentismo inútil. ¿Es verdaderamente importante para aprobar la teórica del permiso saber los amperios de las lámparas de los faros de largo alcance? Para nada. Resulta igualmente espeluznante que los profesionales que conducen autocares no reciban una completa y esmerada formación práctica acerca del funcionamiento de los sistemas ABS de los vehículos.
2. La educación escolar acerca de un fenómeno que arroja 5.000 muertos anuales es nula. Hace falta una política educativa sobre las implicaciones de la conducción desde edades tempranas. El carnet por puntos, por cierto, significa también una apuesta por la formación continua y reeducadora que hay que esperar que sepamos aprovechar.
3. Aparece en los medios de comunicación la relación de puntos negros de las carreteras españolas donde, según las autoridades, los conductores se empeñan en perder la vida. No hay apenas condenas de responsabilidad de la Administración por el mal diseño o mantenimiento de nuestras carreteras.
4. La ley prevé unos controles para la publicidad de vehículos que inciten a la velocidad. Podrían citarse varios ejemplos de anuncios que utilizan la velocidad como argumento publicitario, emitidos con total despreocupación de la DGT, que no ha ejercido control alguno.
5. Si circulamos por la red europea, se percibirá una notable diferencia en la dimensión de las carreteras y el flujo de vehículos que deben soportar. Existen estudios europeos que demuestran una inequívoca relación entre inversión en infraestructuras y siniestralidad. A título de ejemplo, la señalización de las obras en el extranjero ofrece ciertas garantías de poder adaptar la conducción a lo imprevisto, cosa que aquí es imposible.
6. Varios estudios demuestran la incidencia de la prontitud en la atención sanitaria a los accidentados como un elemento determinante para reducir la mortalidad de los siniestros. España casi dobla el tiempo de respuesta en la asistencia a los heridos, lo que provoca un incremento de cerca del 10% del resultado fatal.

AÚN PODRÍAMOS emplear más argumentos para demostrar que hay una gran cantidad de factores que influyen en los resultados. Sin duda algunos son culpa de la escasa percepción del riesgo que tenemos los conductores. Otros, sin embargo, tocan directamente al tipo de política de tráfico y a los recursos humanos y económicos que a ella se han destinado. En ningún caso vale culpar solamente a los conductores o esperar que el nuevo carnet va a solucionarlo todo.
En definitiva, algo tan complejo y vital como la conducción requiere de un conjunto de medidas donde la sanción es solo un elemento final. El carnet por puntos resulta una innovación y una oportunidad notable que debe acompañarse de un giro drástico de modelo, como han hecho nuestros vecinos, con resultados muy alentadores.