¿Adónde va el PP?

Estamos asistiendo en las últimas semanas a lo que probablemente es la campaña más sucia en toda la historia de nuestra democracia contra un Gobierno democrático, por tomar la decisión de conceder la prisión atenuada -que no la libertad- al preso de ETA Iñaki De Juana. Una decisión sometida a criterios y objetivos impecablemente legales y constitucionales que se adopta tras el dictamen favorable de la Junta de Tratamiento de la cárcel de Aranjuez y con el aval del juez de Vigilancia Penitenciaria.

Con estas premisas no hay, por tanto, ni debilidad, ni cesión, ni rendición del Estado de derecho, sino fortaleza y valentía en un Gobierno que cumple y hace cumplir la ley y los preceptos constitucionales con el objetivo de garantizar la vida y los derechos humanos de todos los ciudadanos, incluso de aquellos cuyos actos más nos repugnan. Y es que nadie puede, desde la Constitución, hacer apología de la venganza y de la muerte como hace el Partido Popular.

Hay también inteligencia y visión de país cuando, cumpliendo la ley, se impide que un terrorista con 25 asesinatos a sus espaldas, se convierta en mártir de una causa despreciable y se adopta una decisión favorable para la convivencia en Euskadi. Porque De Juana no es ni será nunca un héroe, sólo un asesino. Y los únicos que le están elevando a la categoría de héroe vencedor de un Estado son los dirigentes del PP con sus declaraciones. Nadie más.

El problema, por tanto, no está en la decisión del Gobierno, que es acertada, sino en la estrategia irresponsable del PP que ha decidido utilizar, en exclusiva, todo lo que tiene que ver con la lucha contra el terrorismo, que siempre había quedado al margen de las disputas partidistas, como único elemento de ataque contra los socialistas.

Y cuando hacen esto, lo que consiguen es justo lo contrario de lo que dicen perseguir, porque, simplemente, están dividiendo a los demócratas frente a ETA, están poniendo en valor a los terroristas frente al Gobierno legítimo de este país.

Cuando se manifiestan contra decisiones judiciales, como lo hicieron el pasado día 24 en Madrid, haciendo, por cierto, lo mismo que Ibarretxe y los nacionalistas a los que tanto criticaron, están atacando las bases mismas en las que se sustenta el Estado de derecho y la independencia del Poder Judicial.

Y cuando utilizan permanentemente el insulto, la calumnia y la descalificación como herramienta de su política, están alimentando lo peor de este país. Porque los insultos de los miércoles en el Congreso de los Diputados se transforman en gritos de odio en las manifestaciones de los sábados. "Zapatero, al hoyo con tu abuelo", "Pepiño, el primero de la lista de ETA", "A por ellos" y demás lindezas que solemos escuchar en estas manifestaciones, no me parecen ninguna broma, sino la cosecha más preocupante de la irresponsabilidad de los dirigentes del Partido Popular.

Porque la bronca permanente entre partidos, la excitación de las dos Españas enfrentadas, que está promoviendo el Partido Popular y que hoy vemos en algunas calles de nuestras ciudades, puede acabar en una seria fractura social si no le ponemos freno a tiempo.

Y las diferencias entre partidos se pueden resolver, o las pueden resolver, los ciudadanos en las urnas, pero la fractura social, en el mejor de los casos, tardaría años en recuperarse. Y lo sabemos muy bien en Euskadi, porque sufrimos esa fractura tras el asesinato de Fernando Buesa y el comportamiento que tuvieron entonces los nacionalistas. Y sabemos, sobre todo, el tiempo que nos ha costado recuperarnos para definir lo fundamental en una sociedad: la convivencia que integra a todos y respeta al diferente.

La crispación social que estamos empezando a vivir es el resultado de lo que se siembra. El resultado de la estrategia del PP que, en contra de lo que reclama el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, ha convertido un asunto de Estado en una cuestión para sacar beneficios particulares; niega al Gobierno de España el liderazgo contra el terrorismo que la oposición siempre le ha reconocido; niega, igualmente, el concurso de todos los partidos democráticos en el combate al terror; y hace, finalmente, de la política frente a ETA motivo fundamental de confrontación política y electoral.

Huérfana de programa y tratando de ocultar su incapacidad de ser alternativa de Gobierno, la derecha española ha decidido atrincherarse en una cuestión de alta sensibilidad que desata fuertes emociones y explicables sentimientos de ira y dolor en tanta gente; y que, por eso mismo, puede prestarse a políticas de brocha gorda, demagógicas y populistas, utilizando el terrorismo como pretexto para reivindicar un patrioterismo impresentable y, desde luego, ajeno a la Constitución.

Y no es eso lo que la sociedad española demanda del principal partido de la oposición. No es crispación ni alarmismo ni motivos de preocupación por el futuro del sistema democrático lo que los españoles esperan de un partido que aspira a gobernar España en un futuro que, dicho sea de paso, no parece inmediato. Porque, con la política que está llevando a cabo, el PP se está cerrando las puertas para convertirse en una verdadera alternativa de Gobierno. A tenor del discurso bronco que mantiene, parece claro que Mariano Rajoy se muestra más preocupado por contentar a la extrema derecha y desestabilizar al Gobierno, que por responsabilizarse del país, defendiendo, junto con el Gobierno legítimo de España, el sistema de libertades frente al acoso totalitario del terrorismo de ETA.

Lo que hace el Partido Popular no crea nada, solo destruye. Por eso, ante una derecha que juega a tierra quemada y al "cuanto peor, mejor", nos corresponde a los socialistas defender el Estado de derecho y los valores democráticos que otros parecen haber olvidado hace mucho tiempo. Nos corresponde hacer país y, lo que a veces es más difícil, construir convivencia.

Patxi López, secretario general del PSE-EE, PSOE.