Afganistán, cinco años después

El 13 de noviembre de 2001, las fuerzas de la coalición y la Alianza del Norte tomaban Kabul, la capital de Afganistán. Los talibanes fueron derrocados del poder y Al Qaida perdió su refugio seguro. Fue un día importante para el pueblo afgano, que quedó liberado de un terrible opresor. También fue importante para la comunidad internacional, que inició una gran campaña para ayudar a construir un nuevo Afganistán, un país democrático y en paz que ya no supusiera una amenaza para el mundo.

Cinco años después, ¿cuál ha sido el resultado? ¿Estamos cambiando las cosas? ¿Ha mejorado la vida de los afganos y está más segura que antes la comunidad internacional? La respuesta es un rotundo «sí». A veces, cuando leemos en los periódicos noticias de atentados suicidas y bombas en las carreteras es difícil dar un paso atrás y contemplar el panorama general. Pero los aniversarios brindan una ocasión para hacerlo. Y el panorama general -la historia de Afganistán cinco años después de la caída de los talibanes- debería animarnos a todos los que creemos en lo que estamos ayudando a construir allí.

Democracia. Hace cinco años no había Gobierno nacional ni democracia. En la actualidad, Afganistán ha celebrado con éxito elecciones, y tiene una Constitución, un presidente electo y un Parlamento.

Igualdad. Las mujeres, desterradas de la sociedad bajo el gobierno de los talibanes, ahora están en el Ejecutivo. Ochenta y siete mujeres, un 25 por ciento de la cifra total de parlamentarios, asisten a la Asamblea Nacional. Casi cuatro de cada diez niños afganos que van al colegio son chicas, en comparación con alrededor de un 0 por ciento hace cinco años.

Sanidad. Un 80 por ciento de la población tiene acceso a la atención sanitaria, diez veces más que en 2001. Para tratarse de un país en la fase de desarrollo en que se encuentra Afganistán, es un porcentaje extremadamente alto.

Educación. Casi seis millones de niños afganos van al colegio, seis veces más que en 2001. Las matrículas de la educación secundaria se han multiplicado por diez, y superan las 40.000. Y, a pesar de que este año se ha producido un gran incremento de los ataques talibanes -han asesinado a profesores e incendiado colegios-, se han construido o inaugurado más de mil escuelas este año.

Economía. Se ha triplicado en los últimos cinco años, y los ingresos per cápita se han duplicado. La gente tiene más dinero en el bolsillo.

Hay dos últimos indicadores de progreso. El primero es que la gente está regresando a casa. Cuatro millones de refugiados han vuelto a su país natal, uno de los mayores movimientos de retorno de la historia. Ahora saben que están más seguros y que tienen la posibilidad de forjar una vida mejor para sus hijos.

El segundo es que el pueblo afgano ve las ventajas de nuestra ayuda. Un ndeo realizado entre afganos de todo el país a principios de año demostraba que un 84 por ciento considera que hoy está en mejor situación que con los talibanes. Un 76 por ciento creía que la seguridad era mejor. Estas cifras deberían constituir una sólida respuesta a la idea de que la comunidad internacional no es bienvenida. Lo somos.

¿Es positivo todo el panorama general? Desde luego que no. Al fin y al cabo, sólo han pasado cinco años, y todavía queda mucho por conseguir. El Gobierno debe redoblar sus esfuerzos por abordar la corrupción y mejorar su gestión. El pueblo tiene que tener confianza en sus líderes electos. Sanear el Gobierno en todos los niveles y poner en marcha instituciones que funcionen es la única forma de que eso ocurra.

La ONU, el G-8, los donantes bilaterales y la comunidad de las ONG también deben ampliar su apoyo al Gobierno. La OTAN no se dedica al desarrollo; sólo puede crear las condiciones para que eso ocurra. Los soldados de la OTAN, bajo el mandato de la ONU, se juegan la vida a diario en Afganistán para generar esas condiciones. Es vital que hagamos honor a sus esfuerzos, y a nuestros compromisos, mediante un esfuerzo equitativo del lado civil. Por ejemplo, la UE puede hacer mucho más por formar a la Policía afgana.

La OTAN también puede hacer más. Debemos ayudar al Ejército de Afganistán a mejorar su capacidad para defenderse de los talibanes; por eso los países de la OTAN han empezado a ofrecer armamento y a intensificar el entrenamiento de las fuerzas afganas. También tenemos que mejorar la aportación de recursos a nuestra misión en Afganistán, y suprimir las restricciones que han impuesto las naciones colaboradoras en el uso de sus fuerzas. El adoptar estas medidas sería una demostración importante y necesaria de solidaridad entre los aliados.

Dentro de algo más de dos semanas, los 26 jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN celebrarán una cumbre en Riga. Afganistán será el primer punto en el orden del día. Creo que saldremos de esa reunión muy animados por los progresos que hemos hecho como comunidad internacional para ayudar a construir el Afganistán que empezamos a ver nacer. Espero, y haré todos los esfuerzos por garantizar, que ellos también se sientan animados a hacer más para conseguirlo.

Jaap de Hoop Scheffer