África, en almoneda

Después de hablar del Rapto de África, ahora, hay que decir algo más concreto y alarmante, si cabe; que el continente está en venta, o en arrendamiento, en concesión o en la mixtura de esas cosas, llamando por todas partes al extranjero para que vayan los hombres o los estados ricos, a fin de que lleven allí sus capitales, logrando un cambio importante en la agricultura y en el mundo rural (yo creo que a peor). Se trata de la rapiña de las mejores tierras, de los más bellos paisajes, de los suelos africanos fértiles, en muchos casos con aguas abundantes en la capa freática. No han de faltar compradores, por parte de los que tienen muchos dólares o euros y que andan escasos de alimentos por no tener suficientes tierras de cultivo.

Quienes como yo estamos luchando por que se hagan los nuevos regadíos, es decir, la big irrigation y, en caso necesario, la reforma agraria que dé tierra al que no la tiene, de modo que pueda alimentar a su familia y obtener algo de dinero sobrante, no podemos permanecer indiferentes ante esta expoliación. Desde mi modesta posición de agrarista, yo hago un llamamiento a muchas personas privadas, a las ONG, a los gobernantes del G-20, que acaban de decidir la donación a África de 20.000 millones de dólares, con destino prioritario al abastecimiento de agua potable y al riego. Finalmente, me permito invocar al propio Obama, para que se impida el desarrollo de esa operación internacional de despojo y empobrecimiento.

El último número de esa gran revista llamada Mundo Negro se publica un informe completo de la venta de tierras proyectada y ya en marcha. La adicional decisión del Congo-Brazaville de destinar 10 millones de hectáreas de su territorio a la adquisición por terceros ha sido la guinda de la tarta para renunciar a un desarrollo endógeno, basado en la justicia social y limitarse a coger dinero líquido y fresco.

Seguiremos hablando de que, según la FAO, África tiene 227 millones de hectáreas de las que sólo se cultivan 15; seguiremos achacando a los gobiernos africanos la gran negligencia que han tenido en construir embalses y nuevos regadíos; esas inversiones de capital exterior, bien orientadas ahora hacia el regadío, podrían conducir a un desarrollo controlado con la consiguiente distribución de la tierra entre los africanos, una vez enriquecida con el agua de riego.

Por el afán de tocar dinero contante y sonante se malogra otra oportunidad de avanzar. René Dumont dijo «L'Áfrique est mal partie (África partió mal)». Pues bien, en el momento actual ya cabe alegar que «L'Afrique est mal arrivé (Africa llegó mal)» a la modernidad.

Para rectificar el rumbo tenemos ahora una hoja de ruta maravillosa, que es el discurso de Jacques Diouf, director general de la FAO, ante el Papa Benedicto XVI. A él tendríamos que atenernos todos. Muy pronto lo comentaremos. Adelantemos ya que Diouf no propugna ni apoya sino que condena esa expoliación mediante la venta indiscriminada de tierras y aguas a los extranjeros. Él nos pide que apliquemos el método del partenariado, la tierra sigue siendo de los africanos y la construcción de embalses, canales y demás elementos del regadío se pagan por la empresa realizadora de la mejora, la cual se resarce después con la explotación de esa tierra transformada durante unos años -de acuerdo con lo que sea justo- y ese tiempo se puede aprovechar para formar a los futuros regantes aborígenes, lo que resulte esencial para el éxito de toda esta idea.

Si un grupo de empresas españolas propusiera esta solución, bien estudiada, a Diouf, creo que contaríamos con su apoyo para hacer una buena parte de los regadíos africanos, sin que las tierras de Africa se vendan a nadie. El disponer ahora de los fondos aportados por el G-20 nos permitiría aplicar un partenariado público y privado; si, por otra parte, sumáramos la aportación eventual de la Fundación Bill Gates que, según creo, también da prioridad al regadío, podríamos decir que la financiación de los regadíos africanos se hallaba resuelta por primera vez en la historia.

Alberto Ballarín Marcial, ex presidente del Instituto Español de la Reforma y el Desarrollo Agrario.