Agítese antes de aprobarlo

Vengo siguiendo desde hace meses, con creciente asombro y a menudo con dificultades para comprender racionalmente lo que sucede, los complicados vericuetos por los que ha discurrido el proyecto presupuestario de la comunidad aragonesa para este 2017 del que ya casi estamos a medio camino. El largo y sinuoso camino del que nos hablaron Lennon y McCartney, allá por 1970, termina por parecer un apacible paseíto primaveral al lado de las idas y venidas que los indispensables (indispensables aritméticamente) diputados podemitas han hecho padecer a las cuentas públicas en esta tierra tan cerca siempre del surrealismo, tan buñueliana.

Y eso que el asunto empezó de una manera bastante razonable. Parece que los hombres y las mujeres de la formación morada venían escamados por los incum-plimientos que el consejero de Hacienda, Fernando Gimeno, perpetró a la hora de ejecutar los acuerdos pactados para aprobar los presupuestos anteriores. Hasta ahí, poco que objetar. Lo que vino a continuación ya es un poco más incomprensible. Podía tal vez entenderse la negativa inicial a sentarse para negociar, allá a primeros de año. Bueno… si uno ha tenido una mala experiencia con un socio, como decía antes, parece lógico que no quiera emprender con él ningún nuevo negocio. Pero era claro de prever, que esa negativa duraría poco y que mas pronto que tarde abordarian la cuestión. Finalmente aceptaron negociar. Bajo una insólita condición: para ello, el presidente Lambán tendría que cesar previamente a su consejero de Hacienda. No es que el señor Gimeno sea santo de mi devoción, como he dejado claro repetidamente en mis artículos, pero una apuesta de ese tipo parece inaceptable para cualquier gobernante. Hasta podría haber sido más natural reclamar la dimisión del propio presidente antes de sentarse a la mesa, puesto que el presidente es quien nombra a sus consejeros y responde de sus actuaciones. Pero exigirle que decapite a uno de los miembros de su Gobierno, y hacerlo desde fuera de él, como condición indispensable para empezar a hablar sobre algo tan importante como los presupuestos, desprende un aroma a chantaje que, ya digo, rechazarían noventa y nueve de cada cien presidentes. El otro tendría que dimitir a continuación.

La siguiente pirueta de los de Echenique todavía resulta más complicada. Después de aceptar que Lambán no va a cesar a Gimeno y, rezongando aún por ello, aceptan también iniciar las negociaciones. Y lo hacen sin presentar un presupuesto alternativo. Pudieron hacerlo: me consta que no solo era factible sino que podían presentarlo en plazo y forma. Y recogiendo, además, la mayoría de las propuestas que Podemos llevaba en su programa. Pero no lo hicieron. Por incapacidad, o desidia, o falta de visión política a corto y medio plazo, o por todo ello, se dejó pasar esa oportunidad.

Y, para evitar la imagen de una claudicación, salen con otra: ahora lo que no quieren es que el consejero participe en las discusiones de la mesa. A todo esto y sin que quede demasiado claro qué peticiones de Podemos se han aceptado, por qué y para qué, se produce el último viraje. De repente parece que se abre paso la idea de que Aragón necesita unos presupuestos para seguir funcionando y, aunque el señor Echenique sigue diciendo que los que ha presentado el PSOE no terminan de convencerle, se muestra partidario de votarlos. Pero tampoco asume la responsabilidad de hacer aquello que considera deseable: una vez más se deja al criterio de militantes y simpatizantes la decisión final. La decisión sobre un asunto que tiene aspectos técnicos no muy sencillos de evaluar para la mayoría. Aun así, las bases (más bien escasas) responden una vez más y votan favorablemente a la propuesta de sus dirigentes.

El resultado es que, después de un proceso confuso, y muy poco transparente, con exigencias de imposible –o muy difícil- cumplimiento que se van aparcando una a una sin demasiadas explicaciones, sin que tampoco esté claro cuáles son las concesiones que justifican esos cambios de postura y con una votación sin mucho debate interno, habrá presupuestos… medio año después, eso sí. Como indican algunos prospectos de productos farmacéuticos, los presupuestos parecen tener para Podemos una recomendación: agítense antes de aprobarlos.

Un viaje para el que, sinceramente, no hacían falta alforjas. ¿Qué beneficio se ha obtenido al retrasar la aprobación de los presupuestos? Ninguno. Ni para los aragoneses ni para Podemos La única explicación que puedo encontrar está en el miedo escénico (pánico, casi mejor) que le entró a algún dirigente de Podemos al ver que le estaban responsabilizando de una situación de la que no era en absoluto responsable. ¿Quién tiene la obligación de presentar y de conseguir que se apruebe el presupuesto? El gobierno. Y si no lo hace de una manera tendrá que hacerlo de otra, con la derecha si es necesario. Y, si no, dimitir. ¿Qué se ha perdido? El tiempo, y el tiempo es oro también en política. La verdad es que a menudo resulta difícil comprender cuáles son los objetivos de Podemos en Aragon, y de Pablo Echenique, en particular. ¿Es política-espectáculo? ¿Aspavientos de cara a la galería? Vaya usted a saber, pero no puedo evitar acordarme del ave de la Pampa argentina de la que hablaba Martín Fierro refiriéndose a los políticos (puebleros los llamaba): “De los males que sufrimos mucho hablan los puebleros. Pero son como los teros para esconder sus niditos: en un lao pegan los gritos y en otro tienen los huevos”.

Antonio Piazuelo, exdiputado del PSOE.

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