Agua, escala y proporción

La escala de un fenómeno no es su medida, sino su carácter. Un mapa ampliado no es un plano, solo es un mapa grande. En los planos figuran los detalles; en los mapas, no. Lanzarse a la carretera con los planos del piso no sirve de nada. De ahí que haya que tener en la cabeza la gran escala del mapa al hablar de territorio y la pequeña escala del plano al abordar el marco personal. Transitar de una dimensión a la otra con agilidad y proporción escalar es capital para moverse sabiendo por qué. La escala temporal también cuenta. Todo no pasa a la vez. Reímos deprisa, crecemos despacio. Las risas suceden a los lloros sin que el niño cambie de tamaño. Cada fenómeno tiene su tempo. Una paella son 20 minutos. Hay que saber recorrer las escalas espaciales respetando las temporales. En todo. Y, en concreto, cuando se trata de gestionar el agua de un territorio.

El Ter nace y trabaja en Catalunya. Y en ella muere. Es un río catalán. El Segre también, pero se administra desde Zaragoza porque desemboca en el Ebro, que no es un río aragonés... Ya puestos, que intervenga también París, porque nace en la Alta Cerdanya, actualmente francesa. Falla la escala histórica, porque la España de las confederaciones hidrográficas es de los años 20 y la de las autonomías, de ahora. También falla la escala espacial, porque territorio no equivale a geografía. La cuenca es un concepto geográfico; el territorio es un concepto socioambiental. Administrar a golpe de geografía un espacio político superado es una mala opción territorial.

Eso, por arriba. Por abajo, es un error interpretar los ríos mirando los planos del patio. No es nuestro el río que pasa por nuestra casa. No es tampoco nuestra la carretera que atraviesa nuestro municipio. Sin aportación de espacio local, no existirían ni uno ni otra, pero carreteras y ríos solo se entienden contemplando su recorrido en el espacio global y en el tiempo total. Un Segre mirado desde Oliana y gobernado desde Zaragoza bajo directrices de Madrid sería difícilmente inteligible.

Tenemos poca agua y hemos de poder gestionar tanto la del Segre como la del Ter. Soberanamente, pero sobre todo acertadamente. Repetir en el Segre la experiencia del Ter sería una triste gracia. "Que no nos toquen el Ter, nada de trasvases", decía un buen hombre con vehemencia. Demasiado tarde. El Ter se trasvasa desde 1959. Muchas personas sentencian sobre cosas que desconocen: es el mal de unos tiempos en que se opina sin criterio. De un caudal medio de 15-17 metros cúbicos por segundo, se programaron inicialmente en el Ter extracciones de 2-3 metros cúbicos, siempre que aguas abajo de Sau-Susqueda continuaran fluyendo por lo menos tres. Pero la cuota de extracción no ha cesado de aumentar desde 1959. Ahora se sitúa en siete metros cúbicos por segundo.

Es mucho. En épocas de estiaje ligadas a sequía es demasiado. Maldita la gracia de decisión soberana. Estos siete metros representan tres cuartas partes del río agostado, tal vez más. Estamos fuera de escala. Hace meses que el Ter no desemboca en el mar. Seguramente nada puede hacerse en las presentes circunstancias, salvo agradecer el sacrificio y programar resueltamente una mengua gradual de cuota. Cuando menos, eso. Pero en cinco o seis años deben haberse dispuesto fuentes alternativas para disminuir la presión sobre el Ter. Es de estricta justicia distributiva y de buena lógica territorial. ¿Cómo lograrlo?

Hay que comenzar gestionado adecuadamente la demanda. La oferta ha de ser proporcionada a las posibilidades razonables, y por eso es preferible gestionar la demanda (de cuánta agua puede disponerse) que la oferta (cómo poner en el mercado cuanta agua se quiera). Hay municipios del Vallès que consumen 300 litros de agua por persona y día. Los barceloneses pasan con 120. A los usuarios del Centre Esplai (edificio sostenibilista de El Prat del Llobregat) les basta con 65. Todos tienen el agua que necesitan, pero los váteres y la jardinería del Centre Esplai funcionan con el agua gris de las duchas. ¿Qué sentido tiene potabilizar en Cardedeu el agua de Sau-Susqueda captada en el Pasteral para mandarla al váter en Sabadell? Solo bebemos el 2% del agua que consumimos (y casi toda es envasada, o sea, un peque- ño trasvase). En el Centre Esplai se gestiona la demanda y se optimiza la eficiencia. Habría que hacerlo en toda Catalunya. El Ter reviviría y superaríamos las sequías.

La Agència Catalana de l'Aigua ha anunciado que adoptará esta línea: gestión de la demanda, eficiencia de uso (urbano y también agrícola) y suministro diversificado (captación de ríos y acuíferos locales, reutilización de agua depurada, eventual desalación, interconexión de redes); entonces, los trasvases, simplemente, corregirían los déficits irreductibles. Los trasvases, grandes o pequeños, tienen siglos de tradición (de ahí los acueductos romanos, por ejemplo). El problema actual no nace del concepto, sino de la desproporción (porcentaje de caudal sustraído, distancia a recorrer, uso final del agua). Que el agua del Ter o del Ebro permita equilibrar balances es razonable; que los desequilibre aún más, insensato. Superada la sequía, habría que actuar proporcionadamente y a la escala adecuada. Sería la auténtica nueva cultura del agua contra la vieja incultura de siempre.

Ramon Folch, socioecólogo, director general de ERF y presidente del Consejo Social de la UPC.