«Ahí me pillas...»: La política exterior de Vox

Del libro-entrevista publicado por Fernando Sánchez Dragó, Santiago Abascal. España vertebrada, se extrae una enorme laguna en el proyecto de Vox. «¿Ves? Ahí me pillas. Ese es un mundo en el que no tengo demasiadas convicciones, más allá de nuestro compromiso de actuar siempre en pro de los intereses de España», responde Santiago Abascal cuando se le pregunta por el proyecto de Vox respecto a la política exterior. Esta respuesta bochornosa conduce a la pregunta de cuáles son los postulados de Vox de cara al escenario internacional. Vox remarca su compromiso a «actuar siempre en pro de los intereses de España», pero no nos podemos dejar llevar por la soflama populista de «los intereses de España» -cuya utilización monopolística es, además, insultante, pues implica que hay otros partidos que no actúan en el interés de España y que por tanto están vendidos a potencias extranjeras (aunque esa creencia origina afirmaciones como que Ciudadanos está vendido a Francia)-. Pero bien, desgranemos lo que puede significar para Vox el «interés de España».

Lo primero que debemos tener en cuenta es que el concepto del «interés nacional» es de los más complejos del mundo de las relaciones internacionales. ¿Cómo se crea el interés nacional? La mejor definición es la constructivista de Jutta Weldes: se trata de la interpretación que los gobernantes hacen de la historia de su nación, del camino que esta ha seguido para conseguir unos fines que se consideran intrínsecos a su existencia. Este «interés nacional» es básicamente una interpretación del espíritu de los tiempos (el Zeigeist hegeliano). La interpretación voxista del interés nacional español abarca una suerte de gloria, honor y poderío construida a partir de elementos sacados de la Reconquista, la Conquista de América y la época de los Austrias Mayores. Vox hace una interpretación (básica y alejada de todo principio de las relaciones internacionales y de la historia) en la que España tiene el deber histórico-moral de ser una gran potencia, como lo fue en el siglo XVI: el eje de toda la política europea, la defensora del Mediterráneo. Dentro de esta interpretación, que pretende recuperar el sistema internacional del siglo XVI, la UE actual es un obstáculo porque se trata de una institución que consolida la hegemonía de Francia y Alemania.

El discurso histórico de Vox parece dibujar una línea de hegemonía española ininterrumpida desde 1492 hasta el surgimiento de la UE y la hegemonía franco-alemana. De ese discurso emerge la creencia de que la Unión permite a Francia y Alemania mantener su hegemonía mientras que condena al resto de Estados a la disolución transnacional. Es curiosa la elección de aliados que hace Vox para que España recupere la hegemonía. Abascal ha insistido en multitud de ocasiones que él busca una Europa cercana a los principios del Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), mostrando especial afinidad con el primer ministro húngaro, Viktor Orban. Abascal todavía no ha explicado cómo encaja en su proyecto de hegemonía y poderío españoles el alinearse con países que aún distan mucho de tener el boyante nivel socioeconómico y político de la Europa occidental, y a los que la Unión mantiene bajo constante vigilancia por su progresiva regresión en valores democráticos. Orban, a quien tanto admira Abascal, ha sido sancionado por el Parlamento Europeo (que invocó el artículo 7 del Tratado de la Unión) por poner trabas a la libertad de prensa en Hungría y amenazar la solidez del Estado de Derecho. Es, sin duda, un brillante aliado para la democracia española.

Y yendo más allá de Europa: ¿se ha parado Vox a pensar lo nocivo que puede ser su discurso referente a la «invasión islamista» para las vitales relaciones estratégicas de España con el mundo árabe? No se puede hacer política exterior solo diciendo «Viva España» y «actuaremos en pro de los intereses de España». ¿Qué intereses, Sr. Abascal? Que le vaya bien a España es demasiado básico; no es ni concreto, ni suficiente. ¿Para qué modelo realista de UE, de sistema internacional, va a trabajar usted? ¿Con qué aliados? ¿Quiere acaso alinear a España, un país efervescente, atlantista y de prestigio, con países de Europa oriental, cuyo ingreso en la UE mediante la política de extensión de 2004-2008 está cada vez más cuestionado y que están bajo vigilancia por atentar contra las libertades democráticas? Mariano Rajoy dijo en 2016: «Al Gobierno se viene aprendido; no a aprender». Es una de sus grandes frases, de las más certeras y cargadas de verdad: la razón por la que los populismos fracasan cuando acceden al poder es porque no tienen capacidad ni conocimiento de gestión. Y su fracaso hace que se resientan el interés nacional y el bien común. No se puede pretender ser presidente del Gobierno y responder «ahí me pillas» a una pregunta sobre política exterior. Es inexcusable.

Alfonso Goizueta Alfaro es ensayista político.

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