Ahorrar y también gastar

Estamos viviendo días de gran temor y preocupación alentada por muchos y distintos problemas, especialmente financieros y de falta de liderazgo; sobre todo a nivel internacional.

Si no recuerdo mal, Franklin Delano Roosevelt afirmaba: «A lo único que debemos temer es al miedo mismo». Ese es el que nos paraliza, y es lo que nos está ocurriendo debido en gran parte a muchos banqueros, políticos y aficionados a predecir en economía.
Es natural que todos intentemos aumentar nuestro bienestar y cambiar las cosas a nuestra conveniencia. Imagino que está en nuestros genes y ha permitido que sobrevivamos. En mi opinión y en la de muchos que me lo han comentado, tanto la señora Merkel como el señor Sarkozy están intentando salvar su carrera política a costa de Europa.

Ya he hablado alguna vez del excesivo número de las llamadas «cumbres» y de su coste, de las que, al final, se obtiene tan escaso rendimiento, excepto asustar y hacer la economía más difícil en la mayor parte de Europa y con consecuencias que afectan también a otros países. Esto debe corregirse. Es necesario, como he comentado varias veces, volver a la cultura del esfuerzo y crear nuevas ilusiones. Desgraciadamente, las inversiones de «capital de riesgo» son una iniciativa prácticamente inexistente en España y no se han beneficiado de este temor que empezó con los medios financieros.

Curiosamente, ya Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos, decía aproximadamente y en forma abreviada:
«Las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros. Si el pueblo americano permite que los bancos privados controlen su moneda, las instituciones que floecerán en su entorno privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión».

Hace poco, en una entrevista, ya dije que podemos caer en recesión. Creo que las ideas de la señora Merkel, si son como yo las entiendo, parecen una receta para el desastre.

Consecuentemente con lo indicado anteriormente, quiero recordar que en el International Herald Tribunedel 3 y el 4 de diciembre se publicó un artículo de Paul Krugman, premio Nobel de Economía, titulado «Matando el euro», que debiera ser leído por los poderosos, y del que señalaré la idea de que algunas «lumbreras» americanas previenen contra el gasto amenazando a los Estados Unidos de que si gastan acabarán como Grecia, cuando Krugman piensa que es justo al contrario: si los líderes europeos continúan con los recortes aumentarán la crisis europea. Y añade que la insistencia en una mayor austeridad en USA y Europa va empeorando la situación.

En el Levantedel 7 de diciembre, hay también un artículo de mi amigo Camilo José Cela Conde sobre este punto de vista, que no tiene desperdicio.

Estas reflexiones son consecuencia de mi preocupación, como la de la mayor parte de los europeos, por la crisis, que a mi modo de ver no se cura ni se curará únicamente haciendo recortes. Hay que crear empleo, un tema sobre el que ya he escrito en algunos medios, y por el que últimamente he recordado las ideas de Keynes, que a mi parecer son esenciales para salir de la crisis.

Hay que construir, no más casas, pero sí más infraestructuras duraderas para el bien de la población, incluyendo ferrocarriles, protección de los bosques y plantaciones de nuevos arbolados para proteger el suelo, y disminuir el uso masivo del transporte de mercancía por carretera (creo que está cerca del 90 por ciento), además de luchar contra el calentamiento global.

En una Tercera del año 2000, hice referencia al «II Foro 2000: Invertir en Futuro», y recogía una intervención del entonces ministro de Educación, Mariano Rajoy, quien expuso ejemplos del éxito de la innovación en los Estados Unidos. Lo más importante, a mi parecer, fue su insistencia en afirmar que el estimular el I+D+i con beneficios no debe ser dirigido desde arriba, es decir, desde el gobierno a las empresas, ya que las propuestas las deben hacer los investigadores y los empresarios, tal como sucede en los EE.UU.

Espero que don Mariano y todo su Gobierno recuerden estas ideas y sepan mantener el contacto con la realidad y el pueblo. Pero, ciertamente, ese no es un trabajo aislado de los políticos. Todos tenemos la obligación de contribuir a la reforma económica.
Claro que para ello hay que volver, como ya he indicado, a la cultura del trabajo, del esfuerzo que aumenta la productividad, y a la del riesgo razonable, como deben tener todos los empresarios para abrir nuevos negocios. Es triste que la máxima aspiración de muchos jóvenes sea conseguir un empleo en la Administración, en algo seguro; aunque suponga renunciar a crear cosas nuevas, distintas, quizá incluso mejores. Estos cambios profundos han de realizarse, porque disponemos de una generación de universitarios mucho mayor que la que nunca ha existido en Europa, que desean incorporarse al mercado laboral y deben aportar sus conocimientos a la sociedad que ha realizado una enorme inversión en su formación.

En modo alguno debemos evitar confrontaciones a través de pagos a todos aquellos que debían defender a la sociedad, por ejemplo a grupos que se han olvidado de su deber crítico y defensivo. Ellos deberían estar con los indignados reclamando soluciones reales y justas a los trágicos problemas económicos con que se enfrentan muchas familias españolas. No se trata de condonar deudas sin más, pero sí, como ya reclaman muchas voces, y está poniendo en marcha Finlandia, de exigir a los responsables financieros, a aquellos en quienes confiamos el control de la parte económica de nuestro Estado del bienestar, asumir las responsabilidades de sus errores o decisiones de dudosa moralidad.

En estos días de recortes presupuestarios vale recordar que en marzo del 2000 los ministros de Ciencia de la Unión Europea se reunieron en Lisboa y declararon que en diez años la Unión Europea sería «la más competitiva y dinámica, donde la economía mundial estaría basada en el conocimiento». Y, desde luego, hemos de concienciarnos como sociedad de que la ciencia debe ser considerada un motor de la economía con mucha más trascendencia que la que se le ha dado. Entre otras cosas, porque los científicos mantienen la cultura del esfuerzo y la percepción de que las ayudas para su trabajo, que no siempre se consiguen, son consecuencia del duro trabajo de muchos años y el fruto de un estudio profundo y alejado de las mentiras. Porque en ciencia siempre has de publicar cómo has logrado tus resultados y otros han de poder repetirlos. Y si no, ¡sufrirás las consecuencias de tus errores!

Esperamos de los políticos que no sigan los consejos de Gottfried Scharz, un bioquímico, que en uno de sus artículos, con el revelador título «Cinco sencillos pasos para librarte de tu laboratorio», dice: «Mantén siempre la puerta cerrada y pon a tus visitantes en su sitio con signos tales como “esperar” y “no entrar”. Sobre todo, emplea a una secretaria muy fiel que guarde la entrada de tu oficina como un “pit bull”».

Por Santiago Grisolía, presidente ejecutivo de los Premios Rey Jaime I.

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