Al gobierno colombiano le costará caro el manejo errático de la pandemia

El presidente colombiano, Iván Duque, durante la llegada de las primeras vacunas contra COVID-19 en Bogotá, Colombia, el 15 de febrero de 2021. (Nicolas Galeano/Presidencia de Colombia/HANDOUT/EPA-EFE/Shutterstock) (Nicolas Galeano/Presidency Of Colombia/Handout/EPA-EFE/REX/Shutterstock)
El presidente colombiano, Iván Duque, durante la llegada de las primeras vacunas contra COVID-19 en Bogotá, Colombia, el 15 de febrero de 2021. (Nicolas Galeano/Presidencia de Colombia/HANDOUT/EPA-EFE/Shutterstock) (Nicolas Galeano/Presidency Of Colombia/Handout/EPA-EFE/REX/Shutterstock)

Una de mis películas colombianas favoritas es El embajador de la India. La cinta, de 1986, narra una historia basada en hechos reales: un desconocido llega un día a un pueblo colombiano y convence a todos sus habitantes de que es un diplomático indio. Sin exigir ninguna prueba, los habitantes del pueblo se entregan a sus caprichos: ningún extranjero había visitado antes el lugar y se sienten honrados. Le hacen homenajes, lo hospedan en el mejor hotel, lo invitan a comer, le dan dinero e, incluso, le ofrecen en matrimonio a varias mujeres. Recordé esta película cuando el primer cargamento de vacunas contra el COVID-19 llegó a Colombia.

El esperado lote arribó a Bogotá el 15 de febrero. El presidente y los altos mandos del gobierno se reunieron en la pista del aeropuerto internacional y, con toda la solemnidad del caso, esperaron el aterrizaje del avión que traía las dosis. Una vez el vuelo aterrizó, mientras todos los medios transmitían en vivo, los funcionarios aplaudieron, cantaron el himno nacional y ondearon la bandera (literalmente).

Después del desembarco de las vacunas, el presidente Iván Duque afirmó que el gobierno le había cumplido al país con este esfuerzo. Le faltó anotar que ni él ni ningún funcionario, pagaron el cargamento con sus tarjetas de crédito. Y que el plan de vacunación fue diseñado por él y sus colaboradores durante horas de trabajo pagadas. No mencionó tampoco que apenas llegaron 50,000 dosis, una cantidad mínima para un país de casi 50 millones de habitantes y uno de los más afectados del mundo por la pandemia. Durante los días siguientes han llegado más cargamentos de vacunas de diferentes laboratorios. Según las cifras oficiales, para el 3 de marzo había 509,000 dosis en el país y se habían aplicado cerca de 50,000.

El manejo errático de la pandemia ha sido muy cuestionado en el país y ha golpeado duramente el capital político del joven presidente. La aprobación de su mandato está, en todas las encuestas, debajo de 40%: este desgaste es muy preocupante si se tiene en cuenta que falta casi la mitad de su administración.

El confinamiento, que comenzó el 20 de marzo de 2020 y en febrero de este año se ha relajado, ha sido uno de los más largos del mundo. Después de meses de cierre casi total del sector económico y del transporte, la economía colombiana está hecha trizas. El desempleo ha llegado a máximos históricos y los empresarios están haciendo hasta lo imposible por sobrevivir. A esto se le suma una situación de inseguridad gravísima en las ciudades. Y una afluencia de migrantes venezolanos que ha puesto al sistema a prueba. Duque ha atribuido estos problemas a la pandemia y ha sostenido que cuando finalice la crisis sanitaria las cosas mejorarán.

Durante los meses de confinamiento —y hasta el momento— Duque inauguró un espacio televisivo para anunciar las medidas de emergencia. El programa “Prevención y acción” sale al aire a diario en todas las cadenas nacionales. Durante una hora, en horario estelar, Duque conduce una especie de show en el que hace anuncios, presenta avances y entrevista a diferentes funcionarios. Incluso, en algunas emisiones, ha viajado a zonas afectadas del país. Al principio, el programa pareció una buena herramienta para comunicar políticas extraordinarias. Pero nadie entiende por qué el presidente sigue utilizando este espacio. Algunos críticos insisten en que Duque está abusando de un espacio televisivo que no le corresponde.

Fue justamente ahí, en “Prevención y acción”, donde el presidente anunció a principio de año que comenzaría la vacunación masiva en Colombia. Dijo, desde enero, que las vacunas estaban compradas y que el plan entraría en acción cuanto antes. Pero las vacunas prometidas no llegaron. El presidente tuvo que rectificar y aceptar que apenas estaban en proceso de negociación con el laboratorio Pfizer y con otros mecanismos internacionales, como Covax. Así pasaron las semanas y, finalmente, el 17 de febrero empezó la inoculación. Colombia está rezagada en la región, frente a Chile, México, Argentina y Brasil. Pero, hay que anotar, todos los países pobres han sufrido ante la voracidad de las grandes potencias económicas para acaparar el medicamento.

Después del aterrizaje de las vacunas y la ceremonia de recepción, el cargamento fue escoltado por el Ejército para repartirse por todo el país. Hasta ahora, la cantidad es insuficiente y solo alcanzará para vacunar a un porcentaje del personal médico. En el plan propuesto por el gobierno, los mayores de 85 años serían vacunados en febrero y los mayores de 65 durante marzo y abril. Esas metas no se van a cumplir. Duque ha prometido que no ocurrirán irregularidades como el “vacunagate” de Perú, el escándalo de las vacunas VIP en Argentina o las falsas vacunaciones en Brasil; sobra decir que no ha presentado ningún plan para blindar el proceso.

Las críticas a su actuación vienen no solo de la oposición, sino de su propio partido, Centro Democrático. La derecha colombiana sabe que su desempaño y su baja popularidad pueden ser fatales durante la próxima campaña electoral que empieza este año. Ya las coaliciones de izquierda y centro se están organizando contra el gobierno de Duque, con los ojos puestos en las elecciones legislativas de marzo de 2022. Así mismo, algunos de los precandidatos presidenciales, que se enfrentarán en la primera vuelta en mayo de 2022, se han fortalecido ante la debilidad de Duque. Gustavo Petro, de izquierda, y Sergio Fajardo, de centro, son los que más margen han ganado.

Varias veces, durante sus apariciones televisivas, Duque pidió que no se politizara la pandemia. Por eso, el espectáculo de recepción de las vacunas fue tan innecesario. Duque ha hecho, justamente, lo que pidió evitar: demagogia pura frente a un problema de salud gravísimo. Y, como en El embajador de la India, fraguó un acontecimiento que no era más que una ilusión pasajera. Eso tendrá un costo político que veremos a corto plazo.

Felipe Restrepo Pombo es periodista, editor y autor de varios libros, entre ellos la novela ‘Formas de evasión’ (2016).

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