¿Al Qaida desea acabar con la democracia?

Entre tantísimos comentarios sobre el atentado sufrido por España en Barcelona y Cambrils, hay uno que resulta recurrente: la voluntad terrorista de acabar con la civilización occidental y la democracia. Un error en la apreciación del objetivo asesino podría viciar la adopción de las medidas oportunas, motivo por el que tengo la osadía de reflexionar sobre el asunto y aportar mi granito de arena profundizando si esa sentencia es acertada.

El terrorismo islamista no parece político, no intenta subvertir el orden establecido para implantar una ideología distinta como hizo el comunismo en Rusia y media Europa, o como intentaron llevar a cabo los anarquistas entre el XIX y el XX con los atentados perpetrados contra Alfonso XIII, Antonio Maura o el Cardenal Salvador Casañas y los asesinatos de Cánovas, la emperatriz Isabel de Austria, el presidente de EE.UU. McKinley, Humberto I de Italia, Canalejas y el rey Carlos I de Portugal, sangrienta época de la Historia a la que la tragedia de la Gran Guerra puso término. No, los terroristas musulmanes no exigen mejoras sociales ni proclaman principios ideológicos, no buscan razones políticas, se llaman a sí mismos seguidores de una fe por la que están dispuestos a llegar hasta el martirio.

Están impulsados por una religión que tacha de infieles a todos, sin distinción, los que no participan de la suya: «ellos» y los «demás»; una postura excluyente que los sitúa como árbitros y por encima del resto. La Historia conoce bien el proceso y la península balcánica, Hungría y España han sufrido sus consecuencias durante siglos.

El caso español resulta muy ilustrativo: después de ochocientos años de lucha, los Reyes Católicos rinden Granada y ocupan ese territorio permitiendo que continúen religión, justicia, vestimenta y costumbres de los vencidos; en un acto de sensibilidad artística infrecuente en la época respetan los monumentos conquistados y no arrasan la Alhambra ni el Generalife imitando a lo que hizo su antepasado Fernando III con la mezquita cordobesa. El resultado fue la sublevación de los moriscos pocos años después que condujo a anular todos los privilegios que poseían, un rechazo social tan importante que se impuso en el país la «limpieza de sangre» y la expulsión en 1609, por seguridad nacional, cien años más tarde.

No se avinieron a adaptarse a una sociedad distinta.

El fundamento fue siempre religioso y creo que sigue siéndolo, el ataque se ha debido a que somos cristianos. Aunque para los políticos españoles, de todos los partidos e ideologías, no sea significativo que el 70% de nuestra población se confiese católico, para el Islam formamos un país cristiano y por lo tanto somos sus enemigos.

El método que emplea la yihad es el mismo de los anarquistas porque en definitiva buscan parecido resultado. Estos, con la estrategia de «propaganda por los actos» querían hacer notoria su batalla para cambiar la sociedad y destruir los Estados través de atentados y asesinatos, y los muslimes persiguen la notoriedad de su lucha para desestabilizar por el terror a las sociedades enemigas.

En la sociedad del «buenismo», «lo políticamente correcto» y el relativismo, cuando el concepto de tolerancia no sirve para acoger a las personas que viven en el error sino para admitir el error como una alternativa de la verdad, habrá que bucear en las almas para aflorar el espíritu que contrarreste a esos sectarios tan dañinos.

La respuesta admirable de la sociedad con Su Majestad el Rey a la cabeza, es de congoja por la tragedia y sus víctimas, y miedo vencido por el coraje y la confianza en la acción excelsa de la Guardia Civil y Policía Nacional, (la autonómica ha resultado más bien etérea). Pero quien debe tomar medidas para el bienestar de todos son las Administraciones que, de momento, reúnen manifestaciones con lemas neutros, organizan minutos de silencio que podían nuclearse con una oración y proclaman infinidad de repulsas escritas o de palabra, iguales a las que han emitido en otras ocasiones similares. Mas ¿se presentan leyes en el Parlamento que afronten la cuestión? ¿Se informa en las escuelas, universidades y foros diversos sobre el fondo del problema y se adoptan acciones eficaces?

Es el segundo gran atentado contra nuestro país, no hagamos el avestruz, tomemos consciencia de que el Islam no olvida que, en tiempos, ocupó España, sigamos el ejemplo de nuestras fuerzas de seguridad y como ellas permanezcamos vigilantes. Además tengamos fe en la heredada de nuestros padres, donde encontraremos fuerza y doctrina para oponernos a una secta asesina.

Porque si Al Qaida no guerrea contra la democracia sino contra Jesús colgado de la cruz, ¿serán capaces los partidos que ignoran el hecho religioso, que no aceptan la religión en sus políticas, de buscar los antídotos para una guerra religiosa?

Marqués de Laserna, correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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