¿Alargar la vida de las nucleares?

Hace unos días, en el Senado, CiU introdujo una enmienda a la ley de economía sostenible por la que hacía desaparecer el límite de 40 años de vida de las centrales nucleares que generan electricidad (y residuos nucleares) en la península Ibérica.

Cuando estudiaba tecnología nuclear en la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, me enseñaron que las nucleares se diseñaban para funcionar hasta 35 años. La razón para no funcionar más tiempo era simplemente que, al envejecer, cada vez era más difícil mantener un elevado nivel de estanquidad de sus elementos, cosa que hacía poco recomendable mantenerlas en funcionamiento.

Ahora, operadores nucleares de diferentes países piden el alargamiento de la vida de las centrales nucleares. Aquí también hemos escuchado los aullidos de la sociedad nuclear española en el mismo sentido. ¿Por qué lo hacen? Si se presta atención a los clamores de la nucleocracia (la tecnoburocracia nuclear) y sus fieles servidores, se pueden oír razones varías: que si la nuclear garantiza el funcionamiento del sistema eléctrico, que si nos asegura la estabilidad del sistema, que si nos proporciona la energía más barata, etcétera. Todo ello no son más que maniobras de distracción para esconder la razón de fondo.

Hoy, dada la situación de desregulación del sistema eléctrico en España se da una paradoja. El precio de mercado diario de generación se fija en función del precio ofrecido por los últimos ofertantes, que actualmente suelen ser las centrales de ciclo combinado que queman gas fósil. El día 18 de febrero el mercado fijó un precio medio de 43,72 euros/MWh (esto equivale a decir 4,372 céntimos de euro por cada kWh). Aquel mismo día, según Red Eléctrica Española, las nucleares generaron 162.141 MWh. Puesto que hoy el coste de generación nuclear es bastante bajo (teniendo todos los favores que en el pasado otorgaron y dado que las centrales ya están muy amortizadas), 18 euros/MWh (o 1,8 céntinos de euro/MWh), resulta que la propiedad de las nucleares recibe una remuneración muy superior a su coste de generación. Solo en un día, por ejemplo el pasado 18 de febrero, las nucleares tuvieron unos beneficios caídos del cielo (windfall, ganancia inesperada en inglés) de más de siete millones de euros.

La Propia Comisión Nacional de la Energía lo ha reconocido en alguno de sus informes. Incluso el presidente de la Comisión Nacional de la Competencia lo ha manifestado claramente y sin tapujos: «El sistema de conformación de precios en el pool eléctrico español es un escándalo y la energía producida por las centrales amortizadas, como las hidroeléctricas y algunas nucleares, supone llenar los bolsillos de las eléctricas en detrimento del precio que pagamos los ciudadanos».

Para que los ciudadanos se hagan cargo de lo que esto representa, se puede hacer una estimación para el 2009 (el informe de la evolución del mercado eléctrico del 2010 todavía no ha sido publicado). Durante el 2009 se contrataron en el mercado 261.846 MWh y el volumen de contratación fue de 11.191 millones de euros. De esto resulta un precio medio de 42,74 euros/MWh (4,27 céntimos de euro/kWh). Este mismo año, las centrales nucleares españolas generaron 52.761 GWh, cosa que hizo que las empresas propietarias ingresaran más de 2.250 millones de euros. Si a esto le descontamos los costes de generación, inferiores a 1.000 millones de euros, resulta que la propiedad de las nucleares se embolsó más de 1.200 millones de euros caídos del cielo en un solo año. Si se multiplica esto por los 10 años de alargamiento de vida de las nucleares, se entenderá el porqué de todo.

En mi opinión, esta es la única razón por la que la nucleocracia quiere alargar la vida a las centrales nucleares. Le importa un pepino que al envejecer estas instalacions se incremente la probabilidad de fallo (aumentando el riesgo sobre las personas), le importa un pepino que, al seguir funcionando, produzcan ingentes cantidades de residuos radiactivos (que deberán ser gestionados y vigilados durante muchas generaciones) y que emitan al aire y al agua cantidades nada despreciables de radiactividad.

Y ante todo esto, ¿qué hacen nuestros gobiernos y parlamentos? Convertirse en cómplices de empresas que se enriquecen de forma bien poco ética, empresas que además de actuar como incendiarias del clima, actúan de envenenadoras radiactivas de nuestro entorno. Alargar la vida de las nucleares es como jugar a la ruleta rusa, pero a escala masiva, como lo demostró, pronto hará 25 años, el accidente de Chernóbil.

Porque no olvido el sufrimiento que ha causado (y causa) Chernóbil, ni el que causó Harrisburg, ni otros muchos en diferentes lugares, pido al Gobierno que de una vez haga política e inicie el proceso de cierre de las nucleares. La situación energética en España ahora lo permite. Incluso en Catalunya hay un estudio que demuestra que se podrían cerrar todas las nucleares sin aumentar las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Por Josep Puig, profesor de Energía de la UAB.

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