Es posible que estemos contemplando las últimas decisiones de una Administración socialista en España. Pero, de pronto ha mostrado con claridad un aspecto muy desagradable de oposición a la libertad, dejando aparte sus planteamientos en el terreno de la economía que, desde 2004, al no intentar siquiera modificar el modelo de desarrollo económico que heredaba, han llevado a España —dejando aparte las herencias bélicas— a la situación económica más grave que nunca ha tenido este país.
Como bien señala Laura Peraita en su nota «Tijeretazo a la libertad», aparecida en el ABC Familia, el 3 de junio de 2011, esto es lo que sucede, además a costa de la eficacia educativa, esencial para el progreso económico, cuando «impulsado por Leire Pajín, a Zapatero le han entrado las prisas por retirar, antes de que acabe la legislatura, la subvención pública a casi un centenar de colegios de educación diferenciada, tal y como recoge la Ley Integral para la Igualdad de Trato y de no Discriminación». Una equivocación pedagógica colosal, como se demuestra en ese ejemplar de ABC Familia, pero, sobre todo, un ataque directo a la libertad de las familias.
Inmediatamente ha aparecido la presión sobre la Real Academia de la Historia para que altere el contenido de algunos aspectos de esa aportación espléndida que es su «Diccionario Biográfico Español». Una persona, que en tiempo de Franco tanto le combatió, como es el escritor Ignacio Gracia Noriega, el autor de esa gran novela que es «El paso de Faes», quien señalaba en «La Nueva España» el 3 de junio de 2010, que «la intervención de la propia ministra de Cultura» y el ambiente creado por multitud de personas que, como dice Gracia, «es posible que no hayan abierto un diccionario en su vida», es algo que «no solo implica una enormidad en la concepción de la Historia (en la que sólo cabe una única interpretación, la de «esa gente»), sino algo muchísimo más grave: la vuelta a la censura». Y Gracia Noriega añade: «Ya no se trata de que se cometan crímenes en nombre de la libertad; es que invocándola, por parte de personas que temo que crean poco en ella, se plantean verdaderas burradas». En este caso concreto, que sean las discrepancias políticas y no los debates científicos, que son las que pueden, y deben, ser muy duros, los que prevalezcan, pero sin supresión de los lugares de expresión de los posibles argumentos contrapuestos. Los economistas siempre hemos tenido que estudiar la violentísima «batalla del método», con argumentos durísimos entre la escuela de Berlín y la de Viena, y con consecuencias, para la política económica, considerables. Pero, ¿pensó alguien, en aquellos momentos, cerrar la Verein für Sozialpolitik, suprimir el «Schomllers Jahrbuch» o, enfrente, liquidar al «Jahrbucher für Nationalökomie» o impedir la difusión del «Untersuchungen über die Methode der Sozialwissenschften und der Politischen Ökonomie insbesondere» de Menger?
Lo muy grave que subyace es que, en España, se acaba, con estas dos cosas, por dar la razón a Hayek. Cuando leí su obra, a su vez muy polémica y da la impresión que profética, «The Road to Serfdom», o sea «El camino hacia la servidumbre» (Routledge, 1944), tras la crítica que le hizo Valentín Andrés Álvarez en «Moneda y Crédito», prácticamente desde el punto de vista de la Escuela de Friburgo, me pareció que Hayek exageraba, y que la socialdemocracia había aprendido de lo que había supuesto el sendero de bolcheviques, espartaquistas, maoístas y demás desviaciones de Marx hacia la izquierda, para no ser respetuosa con la libertad. Pensaba yo entonces que los mensajes que emanaban de la Fabian Society pasaban a constituir la base de un socialismo moderno. Por ahí camina actualmente el libro de cierta fama de Gidden, o las observaciones de Ignacio Sotelo o el ensayo de Elizabeth Durbin, «New Jerusalem. The Economics of Democratic Socialism» (Routledge, 1985). Pero he aquí que nuestro PSOE se ha deslizado hacia el largocaballerismo, como si renaciese ahora Álvarez del Vayo. Y ratifica lo que señalaba Hayek: que el socialismo es un camino hacia la pérdida de la libertad, o sea hacia la servidumbre.
Estos dos síntomas recientes tienen una gravedad extraordinaria, porque coartan, en un caso la libertad de los padres, y en el otro, la de un académico tan prestigioso como Luis Suárez y la de todos los académicos de la Historia. ¿O es que con él y su artículo «Francisco Franco Bahamonde» vamos a crear una situación análoga a lo sucedido con el artículo «El rasgo», de Emilio Castelar? ¿Es que ahora la ministra de Cultura, González-Sinde, toma lecciones del marqués de Orovio?
Bloquear la libertad es muy grave desde el punto de vista de la convivencia, pero también desde la búsqueda de una salida a la crisis actual. La autoridad de los Friedman (Milton y Rosa), en su «Free to choose. A personal statement» lo señala de modo claro cuando indica en las págs. 200-201 de su traducción española (Ciro Ediciones, 2011), que «una sociedad libre desata las energías y capacidades de las personas en busca de sus propios objetivos. Esto impide que algunas personas puedan arbitrariamente aplastar a otros». Luego, si el objetivo es buscar ese aplastamiento, y con ello liquidar la libertad, las energías y capacidades, se esfumarán. He ahí posiblemente la raíz, jugando un poco con un título famoso de Karl Popper, de «la pobreza del socialismo».
Juan Velarde Fuertes, economista.