¿Alemania año cero? ¿Y Europa?

Para un europeísta convencido no hay ningún inconveniente en ser solidario con Alemania ante su crisis energética, antes al contrario, y para quién sueña para sus descendientes con un espacio político europeo de ciudadanos unidos, libres e iguales en derechos y obligaciones, la solidaridad está en el núcleo mismo de la construcción europea. Lo que sucede es que hay que ponerla en práctica con criterio, con ductilidad y ecuanimidad y, siempre, con una explicación democrática diáfana y exhaustiva  de qué se persigue y cómo va a funcionar dicha solidaridad.

En España eso no se ha hecho, sólo se ha acudido a eslóganes grandilocuentes y nadie se ha enterado muy bien (el que esto firma no, desde luego) de qué efecto solidario tienen las restricciones al uso de energía en España ni si es la mejor manera de ayudar ante otras posibilidades (por ejemplo aumentar urgentemente la capacidad de flujo de gas desde África al centro de Europa). Y la duda, el recelo ante el engaño sistemático del más mentiroso de los Gobiernos, el sanchista, tanto como la irritación permanente frente a las desastrosas decisiones del ministerio de Teresa Ribera transforman un acto de anunciada solidaridad en una antipatía contra la «poderosa» Alemania.

Pero, intentando ir de la coyuntura adversa de este invierno a la profundidad de los cambios históricos, este episodio nos invita a reflexionar sobre lo que podrá ser la nueva Alemania y, sobre todo, su aportación al futuro de la UE y de Europa. En esencia, la República Federal ha basado su exultante prosperidad de los últimos decenios en cinco ejes:

1. Ceder su seguridad y defensa a EEUU.

2. Obtener sus recursos vitales energéticos de Rusia, de manera crecientemente monodependiente, un gravísimo error estratégico.

3. Exportar masivamente a China (con deslocalizaciones incluidas).

4. Asegurar una estabilidad, una paz y una cohesión social a través de políticas de empleo y un mercado de trabajo muy sólidamente respaldado por poderosos sindicatos de nivel y a través de gobiernos de coalición patrióticos cuando es necesario.

5. Desarrollar una UE que fuera más que un mercado único, pero con su vigilancia financiera. Todos, o la mayoría de esos ejes, han sufrido un cambio radical que debilitan la posición alemana.

Así, los alemanes han comprendido inmediatamente que no van a seguir siendo un mero protectorado militar de EE UU a bajo coste y ya han tomado muy importantes (y muy costosas) medidas para asegurar ciertos niveles propios de Defensa. La pregunta es: ¿Se volcarán en meras capacidades de autodefensa o instrumentarán con los otros países europeos una Defensa integrada, que bien puede ser el brazo europeo de la OTAN, pero con verdadero peso autónomo europeo y suficiente capacidad propia común protectora frente a la amenaza de todos los continentes y mega-Estados hostiles? En cuanto a la política energética, Alemania pide solidaridad a corto, dicen, pero, sobre todo se embarca  en un urgente cambio radical de sus fuentes de aprovisionamiento (acaban de lanzar un plan de regasificadoras) que ahora serán diversas, y, lógicamente, contempla un acercamiento más pausado y socialmente soportable a la transición energética.

Pero, ¿plantearán un mercado europeo de la energía y las inversiones necesarias para asegurar la distribución más eficiente y más barata? ¿Por ejemplo, considerarán que prolongar y revisar la política nuclear o que multiplicar los accesos a Centroeuropa de la energía que viene del sur, rompiendo la isla luso-española, es muy favorable para Europa y para Alemania, independientemente de intereses de lobbies diversos? En lo que se refiere al mercado chino los teutones deben haber comprendido ya que eso se ha acabado por un rato. ¿Cómo se va a reorientar la potente industria exportadora alemana, motor de los maravillosos superávits comerciales? Aunque la política comercial está oficialmente cedida en exclusividad a la UE, siempre ha sabido hacer las presiones suficientes en los organismos multilaterales y en los tratados comerciales para orientar las normas a su favor, marcando la senda para otros Estados. ¿Cómo será la estrategia ahora, común y cooperadora, o nacionalista y depredadora? ¿solidaria?

La buena noticia puede venir del cuarto eje ya que Alemania ha sabido hacer recular a los partidos extremistas, los frikis, los populistas y otros woke y consolidar otro Gobierno de coalición amplia muy patriótico y su sistema y sus instituciones (sindicatos incluidos) parecen poder seguir siendo un referente y un anclaje para Europa. Pero los alemanes, entrando en el quinto eje, van a ser cruciales para poder conducir la economía europea, que debe ser ya integrada, por una senda delicada de combate contra la hiperinflación, mitigando los efectos regresivos de las subidas de interés, y de la inevitable recesión, distribuyendo, ahí sí, una solidaridad que impida gravísimas alteraciones sociales en los países más débiles maltratados por la crisis.

Alemania, que ya ha dado un paso importante solidario aceptando algún tipo de comunitarización de la deuda, debe andar decididamente hacia la total integración económica de la zona euro, con pasos elementales como la creación de un Tesoro Europeo, de un ministro Europeo de Economía, el aumento de los recursos propios en un presupuesto digno de un continente unido, etc… La tentación de una salida de la crisis «nacionalista» y de que las decisiones claves de las finanzas se tomen en Karlsruhe (Bundesbank)  en vez de en Frankfurt (BCE) deben ser absolutamente erradicadas o…

Todo indica por lo tanto que todos los pasos que va a tener que dar la Nueva Alemania van a tener que ser muy estudiados, si pudiese ser, negociados, y en cualquier caso, adaptados ya que le incumbe la gigantesca responsabilidad de marcar también el futuro de la UE y sus ciudadanos. A la actual Comisión Europea le queda menos de dos años. Van der Leyden, que no ha mostrado dudas en comprender la nueva situación, representa, después de todo, la etapa anterior de Alemania (Merkel es una gran responsable de la dependencia total de Alemania del gas ruso). Vayamos acompañando todos a la nueva Alemania y a la nueva Comisión Europea para no tomar la hoja de ruta equivocada, que sería la renacionalización de las políticas europeas y la insolidaridad.

Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.

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