Alemania: el chivo expiatorio

¿Se puede responsabilizar a Alemania, país que tiene el 1% de la población del mundo y que da cuenta de menos del 5% de su PIB por el estado lamentable de la economía global? El Departamento del Tesoro de EE.UU. comenzó con esta cantaleta a través de un informe sobre manipuladores de divisas, mismo que critica el superávit de cuenta corriente de Alemania. El mes pasado, la Comisión Europea sumó su voz al publicar su tarjeta de puntuación sobre los desequilibrios macroeconómicos e hizo un llamado para que se lleve a cabo un análisis profundo del superávit alemán.

El énfasis en Alemania parece estar mucho más justificado dentro del contexto de Europa. Pero, incluso allí, Alemania representa menos del 30 % del PIB de la eurozona (y menos de una cuarta parte de la producción en la UE en su conjunto). Alemania es importante pero no es preponderante.

Esta concentración de atención sobre Alemania también pasa por alto el hecho de que el país representa solamente la punta del iceberg teutón, debido a que todos los países del norte de Europa que hablan una lengua germánica tienen un superávit en cuenta corriente. De hecho, los Países Bajos, Suiza, Suecia y Noruega mantienen superávits más grandes, si se los mide como porcentaje de su PIB, en comparación al que mantiene Alemania.

Si se combina el superávit externo anual de estos países pequeños, el mismo alcanza a un poco más de $250 miles de millones de dólares; esta es una cifra levemente superior al superávit de Alemania por sí sola. Por otra parte, los superávits de estos países han sido más persistentes en comparación con los de Alemania: hace diez años, Alemania mantenía un déficit en cuenta corriente, mientras que sus parientes lingüísticos ya mantenían superávits similares en tamaño a los que tienen hoy en día. Durante la última década, este grupo de países pequeños ha registrado un superávit acumulado que es incluso mayor al que mantiene China.

¿Son todos estos países culpables de la instauración de políticas mercantilistas? ¿Participan todos ellos en un esquema de moderación salarial competitiva?

Muchos de los extremadamente simples consejos de política que se proporcionan con el fin de corregir el superávit alemán parecen estar mal orientados, cuando uno examina los persistentes superávits de este diverso grupo de países. Algunos, de manera similar a Alemania, se encuentran dentro de la eurozona (por ejemplo, los Países Bajos), otros han vinculado su moneda al euro de manera unilateral (Suiza, por ejemplo), mientras que otros mantienen un tipo de cambio flotante (este es la situación de Suecia).

Dentro de la eurozona, la contrapartida de los superávits de Alemania solía ser el déficit de los países periféricos (en su mayoría los déficits de España, pero también aquellos de Portugal y Grecia). Este ya no es el caso.

Hoy en día, la contrapartida a los excesos de ahorro teutónicos es el desahorro “anglosajón”: la mayoría de los países anglófonos mantienen déficits en sus cuentas corrientes (y los han venido manteniendo desde hace ya algún tiempo atrás). En conjunto, la suma de los déficits de cuenta corriente de los Estados Unidos, el Reino Unido, y los principales países de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth) asciende a más de $800 mil millones de dólares, lo que aproximadamente equivale al 60% del total mundial de todos los déficits externos.

No es de extrañar que las autoridades nacionales (y los medios de comunicación) en los principales países de habla inglesa se estén quejando por el superávit alemán. Sin embargo, las acciones que Alemania podría tomar por sí sola tendrán poco impacto en la suerte que corran estos países, ya que sus déficits son mucho más grandes.

La pregunta clave es quiénes se beneficiarían si Alemania comenzaría a importar más. Los países periféricos de la eurozona solamente dan cuenta por alrededor del 10% de las importaciones alemanas, en comparación a las importaciones alemanas desde otros países con superávit en el norte de Europa que representan casi un 40%. Por lo tanto, una demanda interna más fuerte en Alemania beneficiaría a los ya mencionados países con superávit (que tienen un bajo nivel de desempleo) cuatro veces más de lo que beneficiaría a los países de la periferia (que tienen un nivel mucho más alto de desempleo). Otros países con un superávit estructural, entre ellos Rusia, China, y Japón, también recibirían más beneficios de una fuerte demanda alemana en comparación a los que recibirían España o Grecia.

Por lo tanto, la discusión sobre el superávit alemán confunde los asuntos en dos formas. En primer lugar, aunque la economía alemana y su superávit ocupan un lugar preponderante en el contexto de Europa, en el caso que Alemania por sí sola lleve a cabo un ajuste, dicho ajusto beneficiaría muy poco a la periferia de la eurozona. En segundo lugar, en el contexto global, si Alemania realiza un ajuste por sí sola, dicho ajuste beneficiaría a muchos países en un nivel muy bajo, mientras que beneficiaría a otros países con superávit en un nivel mucho más alto y por lo tanto desproporcionado. Un ajuste implementado en todos los países del norte de Europa tendría un doble impacto con relación a cualquier expansión de la demanda que podría llevar a cabo Alemania por sí sola, debido al alto grado de integración entre los países “teutones”.

Esto se aplica tanto al contexto europeo como al mundial. La coordinación dentro de la eurozona (por ejemplo, mediante el procedimiento de desequilibrio excesivo, que ahora podría aplicarse a Alemania) aparenta ser extremadamente insuficiente si el objetivo es ayudar a los países periféricos. A nivel mundial, los países anglófonos deficitarios se beneficiarían, también, mucho más si todo el norte de Europa aumentaría su demanda interna.

Alemania ha sido un objetivo atractivo para los países con déficit exterior en Europa y en otros lugares. Pero, solamente golpear con fuerza a Alemania parece ser el camino equivocado para obtener resultados.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister.

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