Alemania europea y Europa más soberana

La pandemia ha revelado algunas de las fragilidades ciertas de la construcción europea, pero también ha abierto la oportunidad histórica de crear un enorme colchón presupuestario y un activo financiero seguro paneuropeo que garantizan la estabilidad social y preparan a la UE para la recuperación tras el parón económico de la Covid-19. La interminable cumbre del 17-21 de julio, que a punto estuvo de naufragar en la noche del domingo 19, ha terminado por confirmar el empuje de una Alemania que, esta vez sí, se ha mostrado decididamente europea. Constituye un gran paso en la esfera presupuestaria y fiscal de la integración europea porque el paquete financiero que consagra 1,82 billones de euros en total (1,074 del presupuesto europeo para 2021-2027, y 0,75 del paquete de recuperación Next Generation EU) movilizará proporcionalmente más recursos de los que se van a dedicar a combatir las consecuencias económicas de la pandemia en EE UU y en China.

Alemania europea y Europa más soberanaAunque la Unión Europea ya emite deuda europea, la diferencia ahora es, por un lado, la magnitud, pues hemos pasado de unos 50.000-60.000 millones de euros existentes en la actualidad a los 750.000 que se van a emitir ahora. Y, por otro lado, el propósito, pues hasta ahora la UE emitía garantías y deuda para financiar préstamos a países de la política de vecindad, y algún que otro instrumento anterior a la creación del MEDE. A partir de ahora, sin embargo, se va a emitir deuda para financiar los déficit futuros, lo que equivale a reconocer una especie de déficit encubierto, cuando el artículo 310 del Tratado de Funcionamiento de la UE (TFUE) establece taxativamente: “El presupuesto deberá estar equilibrado en cuanto a ingresos y gastos”.

Todo ello dota al presupuesto de la Unión Europea de un carácter más soberano, por eso es especialmente esperanzador, en estos tiempos sombríos, que la cumbre haya acabado con los tabúes del pasado y anuncie la emisión de deuda europea mancomunada con garantía del presupuesto de la UE. Una auténtica revolución, impensable hace pocos meses. Por más que no tengamos todavía un deuda europea genuinamente común, es decir, plenamente mutualizada, la emisión en los mercados financieros internacionales de deuda europea mancomunada abre una brecha y sienta un precedente que permitirá profundizar en la esfera fiscal de la integración federal europea.

El acuerdo nos dota de un poderoso instrumento de política fiscal contracíclico, a la vez que contribuye a afianzar el euro como moneda internacional de reserva, pues al poder contar con un activo financiero seguro europeo, como será ahora esta deuda europea mancomunada, el euro se dota de un atributo financiero del que también disfruta el dólar y que contribuirá a que compita con el dólar casi con las mismas armas. La demanda de este nuevo activo financiero europeo seguro, aunque no esté plenamente desarrollado, reducirá, aún más si cabe, los tipos de interés en la eurozona y mejorará los mecanismos de transmisión de la política monetaria.

Asimismo, este activo paneuropeo resolverá la escasez de activos seguros de altísima calidad (triple A) que ha provocado el desendeudamiento y reducción de deuda alemanes, y ayudará a diversificar el activo del balance de los bancos europeos, ahora saturados de deuda soberana de sus respectivos Estados. Además, una mayor capitalización con deuda paneuropea debilitará el llamado vínculo diabólico de las crisis financieras: en ausencia de monetización de deuda pública, las garantías del gobierno al sistema bancario agravan la credibilidad de la deuda soberana en los mercados financieros.

Los europeos estamos en deuda con la canciller alemana, el presidente Macron y todos los Estados que han apoyado sus iniciativas, incluido el BCE en su discreto segundo plano, por haber ejercido su liderazgo político cuando más lo necesitaba la UE. Que la canciller haya aprendido de sus errores del pasado y haya dado vía libre a la emisión de deuda pública europea, desdiciéndose de su anterior rechazo (“Nicht, solange ich lebe”, “No, mientras yo viva”) constituye una inequívoca señal de la lucidez de su pensamiento, y de la gravedad y hondura económicas de la recesión que llama a nuestra puerta.

Muy probablemente, la Unión Europea se encontrará, en los próximos meses, con los habituales síntomas de una crisis de balances y de deuda. Quizá anticipándose a esta situación, el BCE fue el primero en reaccionar, hace meses, con una acertadísima política de ultrarrelajación monetaria, anunció el aumento de compras de deuda, sin restricciones en su distribución por Estados; asimismo, amplió el tipo de activos que iba a aceptar y que incluían no sólo deuda soberana sino también bonos corporativos que las empresas, principalmente las grandes, podrían utilizar para mantener su liquidez y proteger su solvencia. En cuanto a las Pymes y familias se actuó en varios frentes. El BCE prolongó sus programas de créditos a largo plazo a los bancos (LTRO) para que estos prestasen, lo que ha repercutido en Pymes y familias; igualmente, el brazo supervisor del BCE flexibilizó la exigencia regulatoria de capital para los bancos, lo que ha liberado recursos para prestar a familias y Pymes. El BEI, por su parte, expandió su balance quizás con el objetivo de apoyar a las Pymes. Por último, los Estados han dado garantías para que los bancos puedan prestar sin consumir todo el riesgo de crédito.

En estos momentos, ante la actual situación de exceso de ahorro a nivel mundial y con las economías al ralentí, sólo podemos crecer incrementando el gasto público financiado con emisiones de deuda, por eso es tan importante el resultado de la cumbre europea. Por eso, y porque ese ahorro excedente podrá ser captado por la UE mediante la emisión de esa nueva deuda europea mancomunada con garantía del presupuesto de la Unión, y con una capacidad renovada para recaudar mediante nuevos impuestos europeos. A pesar de todas las tensiones y desencuentros que se han vivido durante la cumbre, de ella se desprende el compromiso explícito de los Estados miembros con la construcción europea y con el futuro de sus ciudadanos, y ello tendrá, sin duda, un impacto determinante sobre el precio de emisión de la deuda europea mancomunada en los mercados financieros.

Ahora hay que esperar a que se den nuevos pasos para ir completando los atributos financieros de la deuda europea mancomunada. Incluso el BCE la reclama. Será cuestión de tiempo, pero la puerta ya está abierta. Si los cuatro frugales no quieren convertir la deuda europea mancomunada en deuda europea mutualizada, los nueve países que la defienden deberían anunciar que se comprometen a aplicar un plan europeo que permita su emisión mediante la mutualización de riesgos entre ellos.

Sin embargo, mutualizar los riesgos exige asimismo mutualizar las responsabilidades. De manera que la enorme y legítima euforia en la que nos encontramos gracias al acuerdo histórico del Consejo Europeo debería ir acompañada de cierta cautela. Deberíamos hacer honor a la confianza que nos van a conceder los mercados financieros y extremar las precauciones para que el gasto público tenga la calidad que exige revertir la débil productividad de la UE, y se reoriente hacia sectores con futuro como son el digital, el medioambiental, y el tecnológico, junto con la correspondiente formación profesional, formación en el puesto de trabajo, y formación continua. No va a ser fácil comprometerse a emitir deuda europea mutualizada únicamente con la garantía de los nueve Estados partidarios, pero hay que seguir empujando y transitando por el camino que se acaba de abrir.

Manuel Sanchis i Marco es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia y doctor en Filosofía. Su último libro se titula El fracaso de las élites. Lecciones y escarmientos de la Gran Crisis (Ediciones Pasado & Presente).

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