Alex Jones y el negocio de la industria de la conspiración del bienestar

Cuando Owen Shroyer, conductor y reportero de Infowars, tomó el estrado el mes pasado en el juicio de difamación en contra de su jefe, el teórico de la conspiración de extrema derecha Alex Jones, se le preguntó sobre los muchos productos de salud que se venden en el sitio de Jones. Entre ellos: píldoras para adelgazar, pasta de dientes sin flúor que, dijo Jones una vez, “mata a toda la familia de los coronavirus SARS al instante”, e InstaHard, un suplemento cuya finalidad tal vez no sea necesario explicar.

“¿Sabe usted si algo de esto ha sido probado para ver si es efectivo o sirve de algo?”, preguntó un abogado de Neil Heslin y Scarlett Lewis, cuyo hijo Jesse fue asesinado en la masacre de 2012 en la escuela primaria Sandy Hook.

“Bueno, nosotros mismos probamos los productos”, dijo Shroyer.

“¿Quiere decir que los toman?”, replicó el abogado.

“Sí”, respondió el testigo.

“¿Y aquí sigue, así que debe estar bien?”, agregó el abogado.

“Sí. A mí me funcionan”, agregó el testigo.

El juicio de Jones fue un espectáculo, lleno de extrañas aseveraciones de Jones y vergonzosos errores de sus abogados, y no me sorprendió que Jones perdiera de manera tan contundente. Lleva años afirmando que el tiroteo de Sandy Hook fue un engaño, una operación de falsa bandera montada por la izquierda para reforzar el control de armas. Sus mentiras intensificaron el dolor de los padres que perdieron a sus hijos en Sandy Hook; la semana pasada, al término del primero de varios casos de difamación presentados por los padres, un jurado de Texas concedió a Heslin y Lewis casi 50 millones de dólares en daños y perjuicios.

Alex Jones y el negocio de la industria de la conspiración del bienestar
USA Today Network, via Reuters

Pero lo que me pareció más interesante fue lo que el juicio reveló sobre las finanzas de Jones y el funcionamiento de Infowars como negocio. En particular, pudimos ver cuán lucrativo puede ser el esquema de Jones y, a pesar de la victoria de los padres, cuán difícil puede ser acabar con el dinero que fluye hacia conspiradores como Jones.

El problema radica en la relación simbiótica entre los productos falsos y no regulados y las afirmaciones políticas falsas. Podríamos llamarlo el complejo industrial de la conspiración del bienestar. Jones produce un incesante despliegue de contenidos escandalosos, poco fundamentados o que son una absoluta falacia, con la esperanza de que algunos de ellos se hagan virales. Cuando la gente hace clic en las historias y llega en su sitio, es bombardeada con anuncios de productos milagro. Afirma que ofrece a la gente verdades que no encontrarán en los medios de comunicación convencionales, pero es al revés. Las teorías de la conspiración sirven más bien como una herramienta de mercadotecnia para sus verdaderos productos: InstaHard, BodEase, Diet Force y todo tipo de aceites, tinturas y suplementos.

Jones fue uno de los pioneros en conectar curas extrañas con afirmaciones políticas extrañas, pero no es el único. Durante la última década, y en especial durante la pandemia, internet ha sido invadido de influentes que venden lo que algunos investigadores han llamado conspiritualidad, una visión del mundo que combina las ideas de la Nueva Era en materia de salud alternativa con la inclinación de la era de Trump por los hechos alternativos. Los Angeles Times informó el año pasado que los círculos de bienestar de apariencia izquierdista en California se habían convertido en terreno fértil para la teoría de la conspiración QAnon. La conexión ha sido en especial evidente en el movimiento antivacunas. Hoy en día, los escépticos de las vacunas se sienten más a gusto en la derecha política partidaria de MAGA (la sigla en inglés del lema de Trump, Hagamos a Estados Unidos Grandioso de Nuevo), pero algunos de los primeros defensores del movimiento, como Robert F. Kennedy Jr., estaban más alineados con la izquierda. Como dijo la revista Rolling Stone: “los antivacunas tomaron la píldora roja”.

La cercanía entre las ideas de bienestar y las teorías de la conspiración suena extraña, pero cuando se profundiza en estos movimientos, se encuentra un traslape considerable. Matthew Remski, un periodista que ha cubierto este vínculo, argumenta que las filosofías del bienestar están arraigadas en las creencias de que “nada es lo que parece”, “todo sucede por una razón” y “todo está conectado”. Ese conjunto de creencias, escribió, “allanó el terreno cognitivo y psicológico para las fascinaciones conspiracionistas que incluso llegan a QAnon”.

Stephanie Alice Baker, socióloga de la Universidad de la Ciudad de Londres que ha estudiado a los influentes del bienestar, dijo que hay una búsqueda de “pureza” y de “creación de conciencia y sensibilización” en el corazón de la cultura del bienestar que la hace muy vulnerable al pensamiento conspirativo. Me dijo que se dio cuenta de que las prácticas que prevalecían en el bienestar (como depurar, tomar suplementos para librar al cuerpo de “toxinas” vagas y experimentar la “ascensión” o el “despertar”) compartían un marco moral subyacente con consignas políticas como “Drenar el pantano” y “Hacer a Estados Unidos Grandioso de Nuevo”. Las personas que se negaron a vacunarse contra la COVID-19 suelen hacer referencia a un sentimiento de limpieza; algunos dijeron ser de sangre pura.

Luego está la desconfianza compartida hacia las élites. Muchas de las teorías de la conspiración de Jones implican dudar de los medios convencionales y las autoridades gubernamentales. Sus productos para la salud hacen afirmaciones similares; muchos se comercializan diciendo que se basan en la medicina oriental o que molestan a la Administración de Medicamentos y Alimentos, a las grandes farmacéuticas y a las multinacionales de la biotecnología.

Tanto en la política como en la salud, estos influentes consideran que ellos “son un refugio de la corriente dominante, que consideran que está comprometida y corrupta y asociada a la docilidad”, explicó Baker.

Pero el dinero se esconde detrás de la filosofía: vender productos de salud que carecen de regulación es un muy buen negocio. Bernard Pettingill Jr., economista forense contratado por los demandantes en el juicio contra Jones, testificó que Free Speech Systems —la entidad jurídica bajo la cual Jones opera Infowars— obtuvo un ingreso promedio anual de 55 millones de dólares de las ventas en las tiendas de Infowars de 2016 a 2019.

En 2018, Facebook, YouTube, Apple y otras empresas eliminaron a Jones de sus servicios, pero aunque la salida de las plataformas redujo el alcance de Jones, el impacto para su negocio no fue tan grave. Los abogados de la parte acusadora presentaron mensajes de texto de sus empleados —parte de un caché de mensajes que sus abogados enviaron por error a los demandantes— que mostraba que la empresa a veces gana 700.000 u 800.000 dólares diarios tras su salida de las plataformas. Free Speech obtuvo ingresos por 65 millones de dólares en 2021, según testificó Pettingill.

Las cifras también sugerían que gran parte del dinero eran ganancias. Un mensaje de texto del director de operaciones de Infowars reveló que de 110.000 dólares en ventas de comida envasada para la supervivencia (es decir, lo que hay que comer cuando el nuevo orden mundial se imponga o algo por el estilo), casi 70.000 dólares eran “beneficio puro”. Jones testificó que los márgenes variaban según el producto. “Con algunos productos se obtiene el 20 por ciento; con otros, el 60 por ciento”, dijo.

El abogado de los demandantes argumentó que la única manera de detener la racha de mentiras de Jones era amedrentarlo con una sentencia lo suficientemente alta como para sacarlo del negocio para siempre. Pero no estoy seguro de que eso sea posible. Para empezar, no se sabe cuánto tendrá que pagar Jones, ya que las estrictas leyes antiagravio de Texas podrían reducir de manera significativa la indemnización por daños y perjuicios del jurado. Pero aun cuando Jones se vea obligado a pagar un castigo multimillonario, siempre puede volver a establecer su negocio.

Una solución más permanente a las mentiras de Jones sería atacar el enorme mercado de productos de salud alternativos. La ley actual impide que la Administración de Alimentos y Medicamentos regule una amplia gama de suplementos, e incluso en los casos en que tienen autoridad, los reguladores han sido poco rigurosos a la hora de hacer cumplir las leyes. Jones mismo constituye un argumento para lograr un cambio drástico. Al vigilar mejor el mercado de la salud alternativa, los reguladores pueden matar dos pájaros de un tiro.

Farhad Manjoo es columnista de Opinión del Times desde 2018. Antes de eso, escribía la columna State of the Art. Es autor de True Enough: Learning to Live in a Post-Fact Society.

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