Algo huele a podrido en España

V. “PP, fábrica de independentistas”: un marco clásico derivado del “conflicto”

El marco discursivo que asienta que “el PP es una fábrica de independentistas” cada vez que habla o gobierna ha sido comprado por el PSOE y proyectado durante años sobre los populares, con apoyo del nacionalismo. Esto condujo al socialismo, por ejemplo, hacia el conocido “no es no” de Pedro Sánchez, que en su esencia aboca al fin del parlamentarismo. Con esta negativa, buena parte del socialismo dejó claro que prefería ir a unas terceras elecciones (que darían con toda probabilidad la mayoría absoluta al PP y Ciudadanos y que, por tanto, suponían la renuncia al poder parlamentario que ostentaban, a su capacidad de condicionar políticas), o incluso pactar con el independentismo de las regiones más ricas, antes que verse fotografiado cerca del PP. Lo resumía bien el beato Iceta: “Pedro, líbranos de Rajoy y del PP”. Una relación clara con el mal.

Llegados a este punto, se entiende que hablamos de la prolongación de un marco que canaliza el discurso del odio de una secta cada vez más poblada, hasta provocar que (explicar por qué) sus hijos aventajados propinen agresiones como la recientemente sufrida por el presidente de las nuevas generaciones del PP en Vizcaya o como las padecidas cada vez más recurrentemente por la gente de Ciudadanos en Cataluña. ¿Culpa penal o siquiera moral? Dejémoslo como poco, si quieren, y por no empantanar, en responsabilidad política. Lo mismo que ocurre cuando, como veremos en el punto siguiente, se levanta un marco que da continuidad a Franquismo-Transición-GAL-PSOE/PRISA, y de repente salen escracheadores que llaman asesino a un ex presidente del Gobierno. Es lo que ocurre cuando se convierte al adversario en enemigo y no se acepta mayor legitimidad que la voluntad propia.

Pero mejor centrémonos en las consecuencias políticas que arroja este marco que, necesariamente, hace malo todo lo que diga o toque el PP. Por la ley de los 180 grados, las reivindicaciones del nacionalismo, siempre narradas al margen de los hechos como reacción justificada a la opresión centralista del PP (¿les suena la lógica?), han pasado durante décadas por demandas razonables a las que había que buscar encaje o acomodo; y puesto que esto iba a ser así reivindicación tras reivindicación y como, por pura lógica, la última reivindicación del nacionalismo es la secesión, el PP, hiciera lo que hiciera, iba a ser una “fábrica de independentistas”.

En Cataluña:

¿Acaso es cierto que el PP ha contribuido a frustrar un encaje razonable de la voluntad catalanista y por eso ha creado reactivamente nacionalistas? Más bien esto es algo que los hechos desmienten tozudamente. ¡Lo que muestran es que el PP se prestó a muchas demandas absolutamente irrazonables!

1. Sin duda, quienes repiten que el PP es una fábrica de crear independentistas olvidan qué fue, en 1996, el Pacto del Majestic (por el hall del hotel Majestic, donde fue firmado) entre Aznar y Jordi Pujol. A cambio de ser investido por el nacionalismo catalán, Pujol recuerda en el tercer volumen de su autobiografía las condiciones que impuso a José María Aznar: 1º) poner fin a los “ataques contra el catalán” y que “no sea discutida y menos atacada la política lingüística de la Generalitat”; 2º) poner fin a los ataques a la “unidad lingüística” de catalán y valenciano; 3º) acabar con la “agresividad” de Alejo Vidal-Quadras. En aquellas negociaciones, por cierto, participó el segundo malvado (por ‘anticatalán’) de a bordo, Mariano Rajoy.

2. En septiembre de 1996, Alejo Vidal-Quadras se vio forzado a dejar su puesto a Alberto Fernández Díaz, hermano del ex ministro del Interior. Vidal-Quadras le conminó recientemente a hacer autocrítica porque fue él quien “entregó Cataluña a los nacionalistas, renunciando a un proyecto político propio, serio y valiente”.

3. También en 1996, pese a esconderlo a sus votantes desde entonces, Zaplana no dudó en pactar a tres bandas con el catalanismo: a petición de Pujol, Aznar le solicitó la creación de una Acadèmia Valenciana de la Llengua que reconociera la unidad del idioma catalán. (Nótese que el problema no es la unidad de la lengua, sino los fines de construcción nacionalista a los que sirve la lengua y el cínico trasfondo político en el que se opera). Esto se acordó en unas negociaciones en las que participaron Joan Rigol y Francisco Camps. Según reza la noticia, “socialistas y populares consensuaron los términos para la creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua –‘no Acadèmia de la Llengua Valenciana’, recalcaron fuentes de CiU”.

4. Como se advierte en una noticia de 16 de octubre de 1997 en El País, Pujol afirmaba que, gracias a la colaboración con el PP consiguieron una ostensible mejora de la financiación (1997-2001). La Generalitat había

“conseguido la cesión del 30% del IRPF sin topes, mejoras en la financiación de la sanidad, la supresión de los gobernadores civiles y el traspaso de las competencias de tráfico, entre otros objetivos no tan vistosos, como que el BOE publique también en catalán las leyes y los reales decretos”.

También habla sobre ello Josep López de Lerma, diputado de CIU en el Congreso de 1980 a 2004, en su reciente libro titulado Cuando pintábamos algo en Madrid:

“Aznar va complir amb la seva paraula, es van canviar no poques antigues regles que venien dels socialistes i la fórmula polinòmica final va donar a la Generalitat uns ingressos molt superiors dels obtinguts fins aleshores. A més, per primera vegada en la seva història, la recent i l'antiga, s'habilitava el Parlament de Catalunya per variar a la baixa o a l'alça determinats trams d'impostos estatals”.

Es más, afirma incluso que con la mayoría absoluta de Aznar consiguieron de los presupuestos del Estado más financiación de lo que esperaban, destacando especialmente la depuradora del Baix Llobregat. “La humillación del contrario, no lleva a ningún sitio”, escribe López de Lerma sobre las conversaciones que mantuvieron. Y también revela que fue el Estado y no la Generalitat quien pagó los 17.814 millones que costó el Eje Transversal (la C-25, entre Lleida y Girona), infraestructura que hasta hoy se había vendido como milagro pujolista, inaugurada hasta 12 veces, por tramos, hasta 1997. Fue bandera de la última campaña autonómica ganada por Jordi Pujol (1999). Además, Artur Mas aprovechó años más tarde para vender el desdoblamiento del Eje, inaugurado el 5 de enero de 2013: “cuando tenemos autonomía y autogobierno, nos arreglamos mejor. Cuando las cosas dependen de fuera, de Madrid, van más lentas o no”. Pura desfachatez.

5. Consecuencia del mismo pacto, en 1998 salió adelante la Ley de Política Lingüística pactada por PSC-CIU, que sentó las bases del modelo iniciado en 1982 y que contó con el visto bueno de Aznar, al no recurrirla ante el Tribunal Constitucional y presionar al Defensor del Pueblo para que tampoco lo hiciera. Con esa ley se procedió al blindaje de la llamada “inmersión lingüística”, a lo que sólo una parte del PP catalán, liderada por el ya para entonces defenestrado Vidal-Quadras se opuso, insistiendo en que su partido “sólo puede votar en contra de una ley que establece sanciones y cuotas de catalán en la radio y que consagra la inmersión lingüística generalizada y obligatoria”. Alberto Fernández Díaz (hermano del hoy archiodiado ex ministro el Interior) era proclive a la abstención y en Madrid el PP ya había aceptado hace tiempo el apaño.

6. En 1999, intermediado por López de Lerma tal y como éste cuenta en su último libro, Arenas llegó a pactar con Pujol que los populares no utilizarían “el dossier de la familia Pujol” (que no pensaban hacer público porque “no están locos” y lo que “les unía era tumbar a los socialistas”) y que, a cambio, Pujol criticaría públicamente a Alberto Fernández Díaz, que estaba al frente del PP catalán con muy poca notoriedad.

7. Pujol reconoce en sus memorias que para el año 2000 Aznar había cumplido sus compromisos, como las obras del AVE, el aeropuerto de Barcelona o el sincrotrón. Es más, tras hacerse con una mayoría absoluta aún ofreció a CIU entrar en el Gobierno. Pese a ello, Pujol afirma sorprendentemente que Aznar cada vez era más “hostil” hacia las reivindicaciones catalanas.

Por descontado, ese “hostil” sigue sin corresponderse con los hechos; y basta con seguir leyendo. El 25 de octubre de 2001, Aznar invitó a Pujol a una finca del Estado en los Montes de Toledo, le paseó en jeep y ofreció a CiU “ministerios importantes”, pero el expresidente catalán declinó la oferta por estimar, dice, que detrás había un cálculo del PP de comerle el espacio a CiU en Cataluña y “finiquitar” la cuestión catalana. (Parece que fue la sexta vez desde la Transición que se le ofreció a Pujol estar en el Gobierno). Esto, no hace falta ser un lince, significa que Pujol temió dejar de representar al catalanismo si acababa haciéndolo ya el PP; o si se lo percibía como aliado de “Madrid”. Por el bien de la estrategia, de su cuota de poder a largo plazo, era mejor beneficiarse sin contaminarse. Estar en misa y repicando. Patrimonializar en exclusiva para su causa el ciego sentimiento nacionalista.

De ahí su jugada, llanamente táctica: alejarse de quien había accedido a todas sus reivindicaciones y aún se atrevía a seguir tendiéndole la mano a pesar de tener mayoría absoluta. Así pudo, pese a todo, acusarlo victimistamente de tener una “mentalidad muy férreamente centralista”; algo que quedaría ilustrado, según el propio Pujol, por un comentario que le habría hecho Aznar sobre las placas de los coches: “si al lado de la matrícula queréis poner una referencia a la Comunidad Autónoma como quien pone ‘a mí me gusta el jamón serrano’, vale”. Pero esta anécdota no muestra en realidad más que otra claudicación de Aznar hacia el nacionalismo (¡como si estuviera en su mano ofrecer a Cataluña matrículas nacionales!). Si acaso, anticipa lo que iba a ser una estrategia de victimismo y de descalificación constante al PP como enemigo de Cataluña, narración que, como es norma en lo que venimos viendo, no se corresponde con los hechos… pero que genera buenos frutos.

8. En mayo de 2003 Josep Piqué impuso en un Congreso su ponencia contra Vidal-Quadras y los suyos. En ella asumió las tesis históricas del catalanismo, defendió los “derechos como pueblo” de Cataluña y contemporizó con la política lingüística de la Generalitat. El secretario general del PP, Javier Arenas, dejó clara su postura: “necesitamos que muchos Josep Piqué se incorporen al Partido Popular”.

9. Sin duda, el nacionalismo aludirá a su ejemplo preferido: el ministro Wert diciendo aquello de que “nuestro interés es españolizar a los niños catalanes” en octubre de 2010. Sin embargo, se olvida de contextualizarlo: esto no sólo fue una reacción a los 20 años de catalanización de toda la administración pública catalana y todas las asociaciones que pudo, incluidas las AMPAS (y que forzó al exilio a 14.000 maestros), sino una reacción a la constante política de abierta y orgullosa catalanización (y la consecuente desconexión con vínculos españoles); se olvida, como publicaba entonces la Voz de Barcelona, que antes de que Wert dijera eso (que fue un escándalo político por la reacción de todos, incluidos los socialistas),

“El ex presidente del F.C. Barcelona Joan Laporta se comprometió a ‘catalanizar’ el club nada más acceder al cargo (incluyendo el apellido de algún ex presidente que, al parecer, no quería ser catalanizado). El alcalde de Vic, Josep Maria Vila d’Abadal (CiU), ha propuesto obligar a ‘convertir en catalanes’ a la fuerza a los inmigrantes, porque el que no lo haga ‘no cabrá aquí’. El entonces líder de ERC, Joan Puigcercós, instó hace dos años a ‘catalanizar la huelga general’ que tuvo lugar. Y el primer secretario del PSC, Pere Navarro, en abril de 2011, cuanto todavía no había accedido al cargo, llegó incluso a señalar: ‘Quiero catalanizar el PSOE’.

Hasta la Iglesia ha alardeado de catalanizar a sus feligreses. ‘Poco a poco fui introduciendo el catalán [en las misas] hasta hacerlas todas en catalán. Lo vi necesario para que diesen los pasos y les ayudara a hacerse y sentirse catalanes. Eso ha dado sus frutos, sobre todo en el campo de los jóvenes y de los niños, porque a todos ellos les hemos catalanizado’, explicaba un conocido párroco de Manresa, el padre Tubau, cuando se jubiló en noviembre de 2010”.

10. En julio de 2015, Cristóbal Montoro anunció un aumento de 7.455 millones de euros del presupuesto autonómico; el 25% fue destinado a Cataluña, la Comunidad Autónoma más beneficiada en 2016, con una subida del 12,12% frente al 8,7% de media.

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11. Según el Ministerio de Hacienda, de 2012 a septiembre de 2016, Cataluña ha conseguido el 28,9% del total de los recursos financieros puestos a disposición de las CCAA, lo que supone más de 58.814 millones de euros que la convierten en“la comunidad que más se ha beneficiado de los mecanismos promovidos por el Gobierno”. De ese dinero, hasta 49.499,9 millones provienen de los mecanismos extraordinarios de financiación, como el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), el Plan de Pago a Proveedores o el Fondo Social.

12. Cuesta mucho ver qué partidas habría obligado el Ministerio a reestructurar para beneficiarse del FLA, visto que, a pesar del chantaje secesionista, el empleo público en las CCAA había aumentado en 117.200 personas a finales de abril de este año, respecto al primer trimestre de 2015; y 20.600 de esos empleos se han dado sólo en Cataluña, donde 242 funcionarios cobran más que Rajoy, donde la adoctrinadora TV3 suma casi la misma plantilla que Canal Sur, ETB y Telemadrid juntas o donde se debe a las farmacias 207,3 millones de euros (que supongo querrán repercutir al Estado del cual se quieren independizar, sin atender a la realidad de los costos).

13. También hemos visto cómo Puigdemont, que durante los últimos meses ha ido forjando lazos con la Comunidad Valenciana (CV) presidida por Ximo Puig, ha conseguido que la Generalitat Valenciana asumiera hace unos meses una tesis que limpia el perverso trato que el catalanismo brindó a la CV durante décadas, vertiendo impunemente la culpa hacia el PP: Ximo Puig nos miente respecto al AVE Valencia-Barcelona, diciendo que ha “encontrado más comprensión al respecto en Bruselas que en Madrid”. Lo cierto es que si Valencia y Barcelona no están unidas es por culpa de la Cataluña del tripartito que, fiel a la lógica nacionalista (que es la del egoísmo proteccionista: aceptar sufrir un mal siempre que el mal del resto sea mayor), presionó a Zapatero para frenar el proyecto. ¿Ven? Para eso sirve “Madrid”, “el Estado” o “el PP”: para llorar y no asumir responsabilidades.

14. Pero ese no es el único proyecto estratégico que el catalanismo ha paralizado, chantajeando a gobiernos nacionales (tanto del PP como del PSOE) para conservar sus ventajas comparativas frente a otras CCAA. No es cosa aquí de hacer una lista interminable, pero permítanme apuntar un último proyecto estratégico que, sin duda por presiones nacionalistas, quedó paralizado por Zapatero y que Rajoy no parece muy preocupado por reemprender: me refiero al lentísimo proceso de licitación de la Autovía Mudéjar, que, a pesar de lo que resta, ya quita a la AP-7 parte del tráfico internacional. Se trata de una autovía que podría conectar a España con Francia pasando por Aragón (Huesca, Jaca, Pau, por el túnel de Somport), es decir, por el centro y sin tener que bordear los Pirineos por el País Vasco o por Cataluña, con peajes que financian a las concesionarias de las respectivas CCAA (La Caixa es el accionista de referencia de Acesa) y que por tanto suponen una transferencia no computada de rentas desde España (aunque se acuse falsamente al Gobierno español de sangrar a los catalanes por dichos peajes). La paralización del proyecto o la lentitud con la que por momentos avanza el proyecto, evidentemente, somete más si cabe al Gobierno al chantaje soberanista debido al coste de desconexión con Francia.

15. Ya hemos apuntado a la crisis como ventana de oportunidad; sin embargo, larvadamente hubo varios estadios, tanto de construcción nacional como de luchas intestinas dentro de Convergencia, que desde 2003 fueron acondicionando la ocasión y que explican mejor la estrategia de confrontación con el PP. Como apunta López de Lerma, hay un punto a partir del cual, sin necesidad de reacción a agresión alguna, empieza a radicalizarse hasta el partido abanderado de la ‘centralidad’, el que más tajada sacó de Madrid:

“Pere Esteve, amb la seva Declaració de Barcelona –l'inici del projecte Galeusca– i els que el segueixen i empenyen, entre els quals, el nen de Pujol –Oriol Pujol–, és l'embrió del que ha d'arribar; la radicalització no sé si de CiU, però sí de CDC, la pèrdua de la centralitat política a Catalunya i no sé si fins i tot la destrucció de CiU”.

16. Por último, por lo que respecta a Cataluña, basta sencillamente con mostrar que la del PP como factoría de independentistas es una hipótesis que no se aguanta empíricamente. Por una parte, porque todavía con el PP en el Gobierno la voluntad independentista está bajando; por otra, porque también están aumentando quienes se consideran españoles en Cataluña frente a quienes sólo se consideran catalanes. No es más que pura lógica. ¿Podrían ustedes decir en qué orden es mejor dejar de defender públicamente las ideas propias y ceder a las del adversario porque, de no hacerlo, van a incrementar las filas de la parte contraria por pura reacción? ¿No habrá sido la estrategia socialista (ofrecer alegremente el Estatut que saliera del Parlamento catalán sin exigir ajuste a la legalidad constitucional; cerrar un tripartito con Carod en torno al sectario Pacto del Tinell; defender como razonables discursos como los del último Maragall o los del actual Iceta), reproducida en no pocas ocasiones por los populares (sobre todo por Aznar), la que ha generado independentistas por no contener ninguno de sus incontables excesos? ¿No sabían, acaso, que el nacionalismo es por definición insaciable?

En el País Vasco:

Yéndonos a Euskadi, y sin alargarlo más de la cuenta, bastaría recordar que en enero de 2016, gobernando Rajoy, la Fiscalía decidió firmar lo que a todas luces pareció un “pacto de la vergüenza” con la cúpula de Batasuna: a quienes estaban acusados no sólo de integrarse en una banda terrorista, sino de dirigirla, les bastó con firmar un documento donde reconocían que su conducta “fue contraria a las leyes del Estado” y que “se comprometen a la renuncia de cualquier actividad relacionada con el uso de la violencia”. La estrategia, aceptada incomprensiblemente por la Fiscalía, fue alegar “sumisión” a la banda, prácticamente presentándose como víctimas de una extorsión. Pero lo cierto es que en 2004 la propia ETA describía esa “sumisión” del partido del siguiente modo: tras aclarar que “la izquierda abertzale tiene dependencia político/estratégica hacia la organización”, afirmaba que “al final de la década de los 80 y principios de los 90 era [ETA y el partido] un binomio fundamental” (Udaberri Txostena). Pernando Barrena explica claramente la jugada tras su (para nosotros humillante) victoria: “este acuerdo tiene como objetivo que ninguno de los encausados ingrese en prisión. Este acuerdo se ha cumplido y nuestro deseo ahora es que contribuya al final de la aplicación de las legislaciones de excepción”.

Evidentemente, el pago por esta confesión, con ETA sin claudicar, no fue poca cosa. Fue, de hecho, democráticamente vergonzoso. Sin embargo, nunca será suficiente para el nacionalismo y esa buena parte de nuestra izquierda reaccionaria, como con tino la denomina Félix Ovejero, que como Aizpeolea, influyente periodista de El País, considera que tras 5 años sin terrorismo, hay que suavizar la política penitenciaria. Sólo en segundo lugar habla el periodista de la necesidad de distanciamiento crítico de los terroristas y ya en tercer lugar del reconocimiento del daño injusto infligido a las víctimas. De las armas, ni mención. De hecho, según él, Rajoy “se niega porque quiere escenificar su derrota policial con la desarticulación de zulos de armas y la detención de esas pocas decenas de etarras, que bien cabrían en un microbús ya en la etapa socialista”. Rajoy, malo. Ya lo sabemos. Y el orden de los factores, absolutamente pervertido.

Es la tesis que se desprende del marco del “conflicto”; es la tesis que han sostenido siempre las organizaciones próximas a la izquierda abertzale (como fueron Elkarri, de Jonan Fernández o, posteriormente, Lokarri, de Paul Ríos, quien hoy defiende junto con el Foro Social Permanente que ETA se desarme ante el Gobierno Vasco, visto que los gobiernos español y francés no quieren ofrecerse para un desarme bilateralmente pactado). El nacionalismo y la izquierda reaccionaria rehúyen el desarme unilateral; Paul Ríos se muestra preocupado porque el gesto del desarme puede llegar a no interesar a nadie, a no servir para nada (“si el desarme pierde valor y no sirve para impulsar otros avances, pues, ¿para qué el desarme?”). Todo menos asumir una narración que se atenga a los hechos: la de que el terrorismo ha acabado a manos del Estado de derecho y de la legítima persecución policial. Es decir, todo menos admitir que el conflicto comienza y termina dentro del pacto político y gracias a él.

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