Algo huele a podrido en España

Algo huele a podrido en España. Tres proyectos rupturistas: el separatismo vasco, el soberanismo catalán y el desbordamiento podemita.

“Seguramente, en algún periódico de la antigua Yugoslavia, en 1987, alguien pudo escribir a propósito de cierto acontecimiento político: ‘ven, si no pasa nada’. Seguramente, en Berlín, el 31 de enero de 1933, al día siguiente de la llegada de Hitler al poder, muchas personas, incluso muchos judíos, dijeron algo parecido. Estos días, después del triunfo de Trump, hemos podido escuchar palabras parecidas, palabras tranquilizadoras. También aquí, hace unos años, cuando el secesionismo comenzó a adquirir poder, en los días del ‘nuevo Estatut’ y el tripartito, se arrojó el mantra, contra los que advertían de lo que podía llegar a suceder: ‘ven, hemos hecho esto y no se ha roto España’. Muchos reían la gracia y se burlaban de los agoreros. Que lo dijeran quienes tenían en su programa romper nuestra comunidad de ciudadanos debería habernos invitado a desconfiar.

Por lo demás, el truco es conocido. Se sostiene en una trampa psicológica y en otra intelectual. La psicológica es que no queremos enterarnos de las malas noticias, de que sólo somos sensibles a la información que nos tranquiliza y no atendemos a las señales de que llegan los bárbaros. El principio de menor resistencia, más universal que las leyes de la termodinámica. Pasó con la crisis financiera. La trampa intelectual consiste en creer que todas las rupturas son cuánticas, como la de un vaso, en un instante. Y no, muchas de ellas son como las de una cuerda fatigada por el roce, como el desgaste del ruido de la vida, como muere el amor.

Con lo de Trump ha sucedido lo mismo. Muchos se agarraron al clavo ardiendo de sus primeras palabras, a que, al día siguiente, no apretara el botón nuclear. ¿Veis, catastrofistas, no pasa nada? Me gustaría releer el primer discurso del austriaco. Seguramente, no mencionaba los campos de concentración (para ceporrillos, recuerdo una vez más: una relación de equiparación no es una equiparación de relaciones).

¿Y entre nosotros? Pues ha pasado el tiempo y ya nadie repite el mantra. Más bien, andamos en una fase cínica: sí la cosa está como está, la culpa es de los agoreros, ‘fabricantes de independentistas’, nos advierten los que han hecho lo posible por extender el independentismo. La culpa de que se extienda el independentismo es de quienes han hecho lo posible por evitar sus avances, de quienes advertían de sus peligros. Ya ven.

En todo caso, el tono es otro y ya casi todos hemos descubierto que la vida iba en serio. Y es que en una parte de España hay poderes públicos empeñados en romperla, en negar los derechos de ciudadanía a sus conciudadanos, que propagan su mensaje por el mundo y no respetan las sentencias de los tribunales. También, se muestran indiferentes a los brotes de violencia o a las intimidaciones.

Me temo que vienen tiempos difíciles, que llegarán días de tensión y habrá que intervenir las instituciones que no respetan la ley. Hasta puede que asome la violencia. Que asome algo más, quiero decir. De poco nos servirá entonces el consuelo epistémico de recordar: ‘se lo avisamos’.

Puede que lo peor no llegue a suceder. Es posible. Pero no hay que olvidar una elemental enseñanza de la teoría de la racionalidad: comportarnos asumiendo la hipótesis del peor escenario, a poco probable que sea”.

Félix Ovejero, en su Facebook, 19 de noviembre, 2016. [No empezó a escribirlo para abrir este texto, pero de algún modo acabó haciéndolo. No me tuve que poner muy pesado; nunca hace falta. Mis agradecimientos por eso y por mucho más; y por sus enseñanzas, por su lucha diaria, por desbrozar un camino, pese a él, cada día más tupido e inaccesible, por estar sin estar en ese alrededor virtual que nos atrapa, ligándonos ya a no pocos amigos; como Gabriel, que, aunque ya no se acuerde, tuvo –con Félix− mucha culpa de que se escribiera lo que sigue. (De cualquier desbarre, eso sí, son absolutamente inocentes ambos). Y, ya puestos a agradecer, siempre a Aurelio. Y a Marta, claro: por todo].


No sólo en Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania o Hungría; también en España, con sello propio, algo huele a podrido. Seguro que llega a estas alturas hasta Dinamarca… Es un hedor penetrante del que, como la halitosis, el emisor suele ser el último en enterarse. Pero lo llevamos pegado, como la grasa en la silicona de una junta. Resulta que, aunque los hechos apunten inequívocamente a Boston (o, al caso, a Londres), siempre acabamos mirando a California, atraídos por los cantos de sirena; o mejor, los cuentos de hadas. Hay solución, claro. Pero difícil. Consiste, como suele ser habitual, en la reflexión; esto es, en desdoblarnos, mirarnos desde fuera y juzgar severamente lo que nos está ocurriendo. Sin rodeos: algo ha pasado (y viene de lejos) en nuestro discurso público para estar donde estamos; y, por acción o por omisión, demasiados agentes son responsables. Muchos de ellos están pagando las consecuencias (pienso sobre todo en el PSC y en el PSOE); pero si no plantan ya cara al problema esto sólo puede ir a peor, para desgracia de nuestra democracia. Espero desvelar en este largo artículo algunos de los cuentos que enmascaran los hechos que no interesan a nuestros tres grandes proyectos rupturistas: el separatismo vasco, el soberanismo catalán y el desbordamiento podemita. La intención, claro, es que quienes tienen voz suficiente, se afanen de una vez en desmontarlos. Sólo entonces podremos centrarnos, juntos, en atacar problemas más hondos, de ámbito claramente internacional.

Comenzaremos con un enmarque teórico, dando cuenta de cómo la democracia constitucional institucionaliza el conflicto político mediante un procedimiento de resolución (la propia Constitución) en el que, a lo largo de la historia y gracias a una sabiduría colectiva acumulada, todos nos hemos podido poner de acuerdo (I); y pasaremos luego a explicar que, ya en la disputa política que se produce en el interior del marco constitucional, el Enfoque de los Problemas Sociales permite poner el foco en cómo se generan los marcos discursivos que convierten narraciones mentirosas en argumentos ganadores (II). A continuación, tras estos dos epígrafes teóricamente densos, y tras hacer una breve referencia al peligro que supone que nuestro sistema político haya elevado a los politólogos a nuevos gurús y a las perversas derivas que pueden seguirse de la propia existencia de un partido de expertos/politólogos, de estrategas (III), analizaremos, con la vista también puesta en entender los antecedentes del actual discurso de Podemos, cómo el soberanismo catalán y el independentismo vasco han aprovechado para sus ilegítimos proyectos (aquí sí ilegítimos, por romper con el principio de igualdad política democrática para no tener que justificar sus intereses con razones) sendos marcos discursivos referidos a un solo gran “conflicto” prepolítico, predemocrático por preconstitucional; deduciremos que no buscan canalizar/institucionalizar constitucionalmente los normales conflictos que afloran en la convivencia, sino sobrepasarlos sin criterio último de justicia, apelando a la desnuda relación de fuerzas (IV). Aprovecharemos para desenmascarar una de las grandes mentiras que el nacionalismo, con la connivencia en esto (y, desgraciadamente, en tantas otras cosas) de un socialismo podemizado avant la lettre, ha convertido en una narración verosímil a fuerza de repetirla: “el PP es una fábrica de independentistas” (V). Finalmente, llegaremos al momento más delicado. Podemos, con importante representación hoy en el Congreso, ha abandonado cualquier reivindicación de izquierdas y, centrándose sólo en hacerse con el poder, ha decidido usar y exacerbar estos marcos que ya pululaban públicamente para radicalizar las tensiones democráticas y forzar la crisis de legitimidad que les permita pescar en río revuelto: azuzará el “conflicto” predemocrático en Cataluña (“derecho a decidir”), en Euskadi (tesis abertzales) y en el propio Congreso (“desbordamiento”). Les basta con identificar a nuestra democracia con una supuesta continuidad franquista para deslegitimarla de plano (VI). Concluiremos que esta estrategia les permite, por una parte, defender las propuestas nacionalistas más insolidarias y hacerlas pasar por progresistas por simple contraposición al PP, retratado como franquista; y, por otra parte, que les permite repeler cualquier crítica, convirtiéndola en ataque de un régimen ilegítimo que apunta contra ellos la “máquina del fango” (del mismo modo que la identificación con el “Pueblo catalán” permitió a Pujol envolverse en la senyera, por la que resbalaban todas sus miserias) (VII).

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