Algo más que una gripe

En medio de la crisis provocada por el brote de gripe A que ha infectado a varios miles de personas en decenas de países del mundo, el presidente de EEUU, Barak Obama, anunciaba recientemente una inyección de 63.000 millones de dólares para mejorar la salud pública mundial a lo largo de los próximos seis años. Con este anuncio, Estados Unidos se une a otros países desarrollados, como los Veintisiete miembros de la Unión Europea, que en la última década han redoblado los esfuerzos financieros para acabar con pandemias globales como la malaria, el HIV-SIDA o la tuberculosis.

Pero mientras los países ricos ofrecen a los enfermos del mundo ayuda para el desarrollo con una mano, con la otra se preparan para aplicarles tratamientos menos amables. Pocos días antes del anuncio de Obama, el representante comercial de EEUU advertía a Tailandia y Brasil que sus esfuerzos para obtener medicamentos genéricos de bajo coste podrían dar lugar a sanciones comerciales. En el trasfondo de esta polémica está el conflicto no resuelto entre los derechos de propiedad intelectual y el acceso a medicamentos esenciales.

La protección indiscriminada de las patentes farmacéuticas conduce a la creación de monopolios de facto que limitan la producción de medicamentos y elevan de forma considerable sus precios. Aunque los equivalentes genéricos de una medicina pueden llegar a costar una centésima parte del original patentado, su utilidad se reduce a cero cuando los países que más los necesitan no pueden acceder a ellos. Fue este conflicto el que provocó en 2001 la declaración de la Organización Mundial del Comercio sobre Propiedad Intelectual y Salud Pública, que clarifica el derecho de los países a comprar o producir versiones genéricas de medicamentos patentados para atender, entre otras cosas, emergencias sanitarias.

Lamentablemente, éste es uno de esos ámbitos en los que las acciones de los países ricos son menos impresionantes que su retórica. Si el Gobierno de EEUU ha echado mano de las amenazas comerciales para defender los intereses de la industria farmacéutica, la UE ha abierto sus frentes. Recientemente, decenas de ONG han denunciado la incautación por parte de las autoridades holandesas de medicamentos genéricos en tránsito entre India y Latinoamérica. Mientras tanto, los representantes de la Comisión Europea que negocian un acuerdo de libre comercio con los países miembros del Pacto Andino exigen una interpretación expansiva de los derechos de propiedad intelectual. Si esta regulación llegase a ser aprobada, los consumidores pobres de un país como Perú se verían obligados a pagar un sobreprecio del 34% por sus medicamentos.

El propósito de estas medidas ha sido puesto negro sobre blanco en una carta dirigida por las ONG a la directora general de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan: «Las reglas de la UE y las acciones de las autoridades aduaneras holandesas están claramente diseñadas para interrumpir el legítimo abastecimiento de medicamentos genéricos a los países en desarrollo».

La alarma provocada por el brote de gripe A ofrece valiosas lecciones en este sentido. El acceso a cantidades suficientes y asequibles de vacunas y tratamientos antivirales como el Tamiflú es esencial para controlar la expansión de las epidemias y tranquilizar a las poblaciones afectadas. Por eso no podemos repetir los errores que se cometieron en 2005, cuando el pánico ante los efectos letales del H5N1 provocó una carrera descontrolada por acumular stocks de Tamiflú. La compañía farmacéutica Roche, que gestiona la patente de este medicamento, fue incapaz de hacer frente a una demanda disparada, incluso en los países desarrollados. En el caso de los países pobres, el elevado coste de los medicamentos impidió almacenar suficientes para hacer frente a una posible emergencia. Aunque la presión de los gobiernos y la opinión pública forzó a Roche a compartir la producción del medicamento con otras compañías, aún no está claro si en el futuro próximo dispondremos de cantidades suficientes a precios asequibles.

La capacidad de la comunidad internacional para diseñar y gestionar un sistema de patentes compatible con la protección de la salud pública no sólo afecta a los países pobres, sino también a los más desarrollados. Preocupada por la posibilidad de no tener acceso a las vacunas contra la gripe aviar, Indonesia interrumpió en 2007 su colaboración con la comunidad científica internacional, negándose a compartir muestras del virus recogidas allí. La decisión, que generó entre los expertos preocupación y simpatía a partes iguales, afectó a los esfuerzos para desarrollar una vacuna contra la gripe aviar H5N1. Salvo que se encuentren soluciones duraderas al problema del acceso a medicinas esenciales, es fácil imaginar que otros países seguirán un camino similar al de Indonesia.

Si algo nos recuerda la rápida expansión de la gripe A es que en la era de la globalización el eslabón más débil determina la fuerza de la cadena. Al mantener unas políticas esquizofrénicas que quitan con una mano lo que ofrecen con la otra, Europa y EEUU no sólo perjudican la salud pública de los países en desarrollo, sino que debilitan sistemas globales de los que todos dependemos.

Suerie Moon y Gonzalo Fanjul, investigadores de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard.