Algunas bondades del político profesional

Marco Pannella, líder de los radicales italianos, falleció el 19 de mayo. Marco Pannella, líder de los radicales italianos, falleció el 19 de mayo. MARÍA MORENO
Marco Pannella, líder de los radicales italianos, falleció el 19 de mayo. Marco Pannella, líder de los radicales italianos, falleció el 19 de mayo. MARÍA MORENO

“Soy un cornudo pro divorcio, un asesino abortista, un infame traidor a la patria junto con los objetores, un drogadicto, un perverso pasoliniano, un medio-judío medio-fascista, un liberal burgués exhibicionista, un no-violento impotente. Hago política en las aceras”. El individuo que se definía así se llamaba Marco Pannella, murió el pasado 19 de mayo a los 86 años y puede representar, aunque parezca extravagante, un modelo de las virtudes de la política. En estos tiempos en los que denostamos a los políticos y a los partidos, merece la pena detenerse a analizar la longeva figura de este agitador radical que, sin tener nunca un poder real, sacudió durante décadas la vida política italiana.

El hecho curioso es que a su muerte el muy fragmentado panorama político italiano le reconoció unánimemente su papel crucial en muchos momentos críticos de la historia italiana de los últimos sesenta años. Al margen de las ideologías, Pannella defendió siempre sus ideas frente a lo políticamente correcto de cada momento.

Fue diputado en el Parlamento italiano durante varias legislaturas, creó el Partido Radical (y muchas otras organizaciones) y activó, de un modo entonces novedoso, decenas de referendos abrogativos en Italia que —se calcula— sumaron más de cincuenta millones de firmas. Fue, sin duda, un político profesional. Ahora que la virginidad política se ha convertido en un valor, se debe recordar a quienes dedicaron su vida a intentar mejorar la de todos.

Ningún tema quedó fuera de su actividad política: la lucha por el divorcio, el aborto, la libertad de expresión, la eutanasia, la objeción de conciencia, la legalización de las drogas blandas y la moratoria de la pena de muerte, la guerra contra el hambre, contra la financiación pública de los partidos y las condiciones de los presos, la defensa del ecologismo… Lideró múltiples batallas con y contra diversos grupos sociales y políticos; fueron victoriosas solo en algunos casos, pero en todos siempre tuvo la capacidad de enfrentar a la sociedad a sus problemas y proponer alternativas y distintas visiones para abordarlos. Y en eso consiste también la política, en identificar y llevar a la arena pública ciertos temas sociales obviados por muchos como primer paso para la acción.

Si algo caracterizó su modo de hacer y vivir la política fue el activismo en primera persona, plagado de acciones no convencionales (huelgas de hambre, de sed, sentadas, interrupción de telediarios en directo, regalar drogas para pedir su despenalización…), pero siempre utilizando los conceptos, para él tan queridos, de la no violencia de Ghandi, que le acarrearon múltiples juicios y alguna condena.

Supuso un ejemplo de la lucha generacional de una Italia en plena transformación de valores. Muchas de sus reivindicaciones responden a la idea postmaterialista de autonomía y autorrealización frente a los valores de la generación precedente, más materialistas (orden, seguridad, certidumbre). Ahora, que parece que por primera vez vemos un choque generacional en la política española, no debe sorprendernos tanto este hecho. Para analizar las diferentes posiciones en múltiples temas o en el voto, es necesario comprender ese cambio de valores y su reflejo en las preferencias políticas.

También se adelantó a lo que ahora llamamos antipolítica y anticipó muchas de las tendencias que observamos en la actualidad: la espectacularización y el uso de los medios de comunicación en la política, la personalización, la reivindicación de los referendos como modo de acción y participación.

Pero si algo demuestra la cuasi unanimidad de la sociedad italiana al analizar la importancia de su figura (eso sí, una vez fallecido) es otro aspecto fundamental: su intento de comprender —y, en su caso, colaborar— con muchos de sus rivales políticos, consciente de que alguien puede ser opositor en un determinado tema o en un contexto determinado, pero aliado en otro. En un país caracterizado durante años por la corrupción y el clientelismo, su figura y la de su partido no han tenido ningún caso oscuro.

Su partido nunca fue mayoritario, con porcentajes de voto muchas veces exiguos. Pero, como él mismo reflexionó: “Alguno me ha preguntado qué sería lo primero que haría si fuese elegido presidente democráticamente. Pues bien, la primera decisión que tomaría sería la de presentar mi dimisión porque si el país me elige democráticamente querrá decir que ya no me necesitan”. A veces, para cambiar las cosas e influir no es necesario detentar el poder.

Los cambios políticos y sociales llevan tiempo, requieren de movilización, de políticos conscientes, de comprensión del otro, de coherencia, flexibilidad y la capacidad de movilizar a las personas con argumentos, información e ideas. Este reconocimiento de las verdades del otro parece cada vez más necesario en el actual escenario político. Y la lucha por el poder debe estar subordinada a estos objetivos más amplios. El caso de Marco Pannella y su influencia en la política italiana así lo demuestra.

Fabio García Lupato es politólogo.

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