Algunos latinos votaron por Trump: supéralo

Personas festejan en La Pequeña Habana en Miami la noche del martes después de que Donald Trump ganó Florida. Credit Scott McIntyre para The New York Times
Personas festejan en La Pequeña Habana en Miami la noche del martes después de que Donald Trump ganó Florida. Credit Scott McIntyre para The New York Times

El 4 de noviembre, Estados Unidos despertó con la noticia de que a una considerable porción de los latinos les agrada el presidente Donald Trump lo suficiente como para ayudarlo a asegurar la victoria en Florida. Además, una encuesta de salida de CNN indicó que Trump obtuvo más votos de latinos en varios otros estados clave en comparación con las cifras obtenidas en las elecciones de 2016.

Muchas personas se sorprendieron, pero no debería haber sido así. En 1984, el 37 por ciento de los latinos votaron por el republicano Ronald Reagan; el 40 por ciento votó por George W. Bush, también republicano, en 2004. Sería fácil minimizar esto con los argumentos de que son votantes que se odian a sí mismos o que son racistas. Esa es, sin embargo, una forma simplista de ver a este grupo demográfico tan diverso y complejo.

La razón por la que el “voto latino” desconcierta es porque no existe, así como tampoco existen los “temas latinos”. Si queremos entender cómo votan los latinos, debemos comenzar por retirar la palabra “latino” por completo, y tal vez también la de “hispano”, un término usado por primera vez por el gobierno de Estados Unidos en el censo de 1970 basado exclusivamente en el idioma nativo de los colonizadores europeos que conquistaron el continente americano. Estas etiquetas han servido solo para reducirnos a una caricatura bidimensional: la de pobres inmigrantes morenos que siempre votan por los demócratas.

Los latinos, como todos los estadounidenses, están motivados por los temas que les afectan directamente. Dichos temas pueden variar a partir de factores como nuestra religión, donde nos criamos, si somos la primera generación o nuestros ancestros vivieron en Norteamérica mucho antes de que Estados Unidos existiera. Muchos demócratas actúan como si a los latinos solo les importara la política migratoria. De hecho, una encuesta reciente realizada por UnidosUS, una organización de apoyo y defensa, y Latino Decisions, una firma de encuestas e investigación, reveló que los latinos muestran más preocupación por el empleo y la economía.

Periodistas y comentaristas que han pasado algún tiempo en Latinoamérica o han entrevistado a algunos hispanohablantes (y por ello ahora se consideran expertos) han sugerido que el machismo, así como un deseo de estar más cerca de lo blanco, es lo que motivó a estos votantes a apoyar al hombre que prometió construir un muro para evitar el ingreso de las caravanas de personas morenas que hablan español. Eso puede ser cierto, pero está lejos de ser la historia completa.

Yo soy una cubanaestadounidense de Miami y no estoy sorprendida de que alrededor del 52 por ciento de los cubanoestadounidenses de Florida hayan votado por Trump. Nadie que haya prestado atención podría estar sorprendido. En las semanas previas a la elección, los cubanos en Miami compusieron una canción de salsa en apoyo a Trump y organizaron caravanas pro-Trump que formaban filas de cientos de autos.

Puede sonar ridículo, pero algunos de estos electores temen de manera genuina al socialismo y él supo aprovechar ese miedo. “Nunca seremos un país socialista”, prometió. Entendió que, para los cubanos y venezolanos, esa palabra es un recuerdo de los gobiernos disfuncionales que dejaron atrás.

No les importó tanto que las sanciones que Trump impuso a Venezuela no tuvieran ningún efecto para derrocar al dictador opresivo ni que retroceder en partes del deshielo de las relaciones con Cuba iniciado por el expresidente Barack Obama solo haya dificultado las cosas para familias como la mía en la isla. Les importó que Trump cumplió sus promesas.

Cumplió su promesa también en los tribunales. Los tres jueces conservadores que nominó es muy probable que fueran importantes para los latinos evangélicos del centro de Florida, a quienes les preocupan profundamente temas como el aborto. A cambio, muchos de esos votantes, al igual que otros, decidieron ignorar la moral cuestionable de Trump o sus tendencias autocráticas.

Aunque muchos cubanoestadounidenses se benefician de la Ley de Atención Médica Asequible, muchos también son propietarios de pequeños negocios o trabajan en ellos. Celebraron la eliminación del gobierno de Trump del requerimiento de Obamacare de que la mayoría de los estadounidenses tengan seguro de gastos médicos o paguen una multa. Michael Binder, un encuestador de la Universidad del Norte de Florida, destacó que a los dueños de negocios les gustó el mensaje de Trump de que la pandemia de coronavirus estaba “a punto de terminar”.

Proteger tus intereses es individualismo estadounidense clásico.

Finalmente, tal vez parte del atractivo de un líder como Trump es que se siente como una figura familiar. Estaba analizando los resultados con Ariana Diaz, una amiga venezolana que vive en Estados Unidos, el día después de la elección. “Venimos de un lugar donde no ha habido una democracia que funcione en por lo menos veinte años”, dijo. Se preguntó si tal vez esa es la razón por la cual los votantes venezolanos eran más susceptibles a su mensaje. No son los únicos. Muchas personas que vivieron gobiernos brutalmente impuestos en Centroamérica durante la década de los ochenta votan por los republicanos y consideran a Reagan un héroe.

Los votantes mexicoestadounidenses en el condado de Zapata, en Texas, también ayudaron a Trump a conservar el estado. Sin embargo, por supuesto que muchos de los llamados latinos votaron por Biden. En Wisconsin y Nuevo México, le ayudaron a ganar. Con el conteo de los votos todavía inconcluso, los activistas y las organizaciones políticas comunitarias latinas también podrían ayudarle a ganar Nevada y Arizona.

No obstante, Biden invirtió poco tiempo y recursos para ganarse a los electores latinos. Esto tampoco es nuevo. La mayoría de las campañas buscan nuestro voto solo cada dos o cuatro años. Asumen que todos hablamos español, somos idénticos y votamos por el mismo partido. Solo un candidato al Senado, Ben Ray Luján, un demócrata que ganó su contienda para el Senado de Estados Unidos por Nuevo México, tuvo un coordinador de campaña o consultores latinos, de acuerdo con el consultor político Chuck Rocha.

Esto no se trata solo de cómo los políticos seducen a algunos votantes mientras dan por sentados a otros; también se trata de cómo los medios informativos ven y reportan a estos grupos. En un evento social hace algunos años, una colega periodista me presentó ante un amigo como alguien que había ascendido de conserje a periodista autodidacta y candidata a una maestría. Sin embargo, nunca fui conserje. Es como si a ella le hubiera impactado que alguien como yo pudiera hacer otra cosa que no fuera limpiar.

El lenguaje que la sociedad usa no solo moldea la narrativa nacional, sino que también nos asigna una identidad independiente de quienes somos. “Audre Lorde dijo que las herramientas del amo nunca desarmarán la casa del amo”, me dijo Nathalie Nieves, la presidenta de la división de Nueva York de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos. “Una de esas herramientas incluye el idioma y la forma en que los medios continúan refiriéndose a nosotros como latinos o hispanos”.

Tengo que confesar que me enteré de que era latina apenas hace unos años. Todavía no sé qué significa eso. Durante mi infancia y adolescencia me consideraba cubana o tal vez caribeña. Tiempo después, me convertí en ciudadana y, por ende, en cubanaestadounidense. En la actualidad, me considero estadounidense.

No me queda muy bien la etiqueta de “latina” que otros desean ponerme. Aunque mi cultura puede ser un prisma a través del cual veo al mundo, no garantiza que me identificaré con los otros cubanoestadounidenses ni que votaré de manera similar a ellos, ni qué decir respecto a otros latinos. Trump entendió eso. Tengo la esperanza de que los demócratas también lo entiendan ahora.

Isvett Verde es editora de la sección de Opinión de The New York Times.

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