América Latina: Del Consenso de Washington a la Agenda del Desarrollo de Barcelona

Por Ramón Casilda Béjar, Universidad Antonio de Nebrija (REAL INSTITUTO ELCANO, 28/02/05):

Todo acontecimiento económico tiene su contexto histórico, cuenta con unas circunstancias propias que lo moldean, lo determinan y lo hacen evolucionar. También el Consenso de Washington (CW) tiene su contexto histórico, unas circunstancias que lo determinan, lo moldean y lo hacen evolucionar.

La economía, como todas las ciencias sociales esta sujeta a una evolución que se puede caracterizar, desde el punto de vista que aquí nos interesa, por la alternancia de paradigmas explicativos sobre la naturaleza de los problemas económicos que afectan a la sociedad y las políticas económicas que pueden y deben considerarse más eficaces para hacerles frente. Aunque, no siempre se saldan con éxito, como es el caso del crecimiento económico, pues es más fácil describir los problemas que encaran los países atrasados que formular soluciones para acabar con su pobreza.

Como citaremos en varios pasajes de este Documento, a efectos de resaltar la situación actual del pensamiento económico y su paradigma triunfante: la economía de libre mercado no ha triunfado fácilmente, sino que ha sido una dura lucha desde la Segunda Guerra Mundial, cuando se materializó un período de enfrentamiento entre los dos sistemas vigentes: el estatismo y la planificación central por una parte y el de la economía de mercado por otra.

El derrumbamiento del sistema político que daba vida al sistema estatista y planificador ha significado mucho para la ciencia económica y, claro está, mucho más para el sistema político internacional. El Consenso de Washington debe mucho al triunfo del sistema neoliberal, pues le permitió vencer al antagonismo de propuestas de corte más intervencionistas. De esta manera, se inició un período más abierto, caracterizado por encontrar soluciones tan útiles como pragmáticas.

Por consiguiente, en el Consenso encontramos una adecuación a las circunstancias económicas, que no son otra cosa que el fomento sobre aspectos fundamentales para la evolución del pensamiento económico. Entre ellos, destacaba el fracaso del Estado como titular de muchas y variadas actividades productivas que le conferían un gran peso en las respectivas economías nacionales y responsabilidades de política económica.

Este concepto de las atribuciones del Estado se conjuga con el creciente papel de los mercados financieros internacionales. En este sentido, es preciso buscar una nueva coexistencia entre ambos aprovechando lo que unos y otros pueden hacer mejor. Los parámetros de esta nueva coexistencia son en realidad los ingredientes básicos del Consenso de Washington.

Pero también se tendió a la nostalgia, pues quizá, cuando no hay esperanza suele haber nostalgia, contemplando los años sesenta y setenta como un edén del crecimiento, espejismo en el que quedan difuminadas la desigualdad, la pobreza y la exclusión que estuvieron presentes en muchos casos y los desequilibrios económicos que hicieron insostenible la situación y que como colofón desembocaron en la monumental crisis de la deuda externa de 1982, que aún reclama una solución definitiva.

La nostalgia no debe ser lo que impere en este nuevo período, perfilado por el avance de un pensamiento económico más pragmático a la vez que más científico, razón poderosa para encarar el presente con decisión y valentía, pero sobre todo en el futuro inmediato para abordar la discusión de cuales son las políticas económicas y sociales que se deben establecer en América Latina. Esto recuerda que después de cada crisis se produce un nuevo avance en los instrumentos de política económica y, en definitiva, del pensamiento económico, que parece necesitar de confrontaciones para avanzar y superarse en sus medios.

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