Amigo de los asesinos

Los insultos a un político de relevancia se amortizan en el momento mismo en que se producen. Incluso a veces solamente los escucha quien los profiere. Insultar es ofender a alguien, pero debería especificarse que los insultos pueden ser verdaderos o falsos. El falso se asume con inanidad, mientras que el verdadero deja una huella indeleble en quienes lo escuchan y al que va referido.

De entre los insultos verdaderos que se le propinan al presidente del Gobierno hay uno que más cierto no puede ser y a él, por muy maestro del cinismo que sea, le tiene que remover la conciencia. Apéndice del que muchos dicen que carece. Y ese insulto que a mí mismo me estremece expresa la convicción de millones de españoles: «Amigo de los asesinos». Se podría añadir incluso: «Amigo de los asesinos de sus propios militantes socialistas», para los que, durante estos años de su mandato, no ha tenido ni la más mínima palabra de afecto y reconocimiento, por miedo a ofender a sus deplorables socios. Quizá Pedro Sánchez piense que gran parte de los ciudadanos de este país, incluidos los que nos seguimos sintiendo socialistas, somos injustos con él y desagradecidos, pues él, como algún general decimonónico, se siente El Pacificador y le gustaría contemplarse sobre una estatua ecuestre. Pero mucho me temo que el acervo popular lo va a recordar como el Amigo de los asesinos. Y es mucho peor ser amigo que el asesino mismo. Es aún peor ser cómplice de la bestialidad. ¿Se puede ser cómplice de Kubati o de Mikel Antza? ¿Se puede ser cómplice del primero que, entre otros asesinatos, llevó a cabo el de Yoyes?

Amigo de los asesinosLa comisión del Parlamento Europeo -que visitó España para conocer por qué más del 40% de los crímenes de ETA están sin resolver- ha ratificado lo que todos nosotros sabíamos. Que los crímenes de ETA son de lesa humanidad. Como los del nazismo, los del mundo soviético o los de las dictaduras de Pinochet o de los militares uruguayos o argentinos. Y los del pasado en nuestra propia casa. La comisión ha dictaminado que esos crímenes son imprescriptibles y no amnistiables. ¿Y qué han hecho el presidente del Gobierno y sus ministros del Interior y de Justicia?: mantener conversaciones ocultas e ilegales con los miembros de ETA y colaborar con ellos para acercarlos a sus orígenes y tratar de excarcelarlos, sean delincuentes de sangre o no. Pero, además, haber pactado con Bildu es otra gran traición para sus propios muertos y para la democracia. Porque ETA contra quien realmente combatía era contra la democracia. Quería provocar un golpe de Estado, derribar la Constitución española e instalar en el País Vasco un régimen totalitario. Y eso es lo que Bildu sigue defendiendo.

Cambiar asesinos por votos es también un crimen de lesa humanidad. Y Arnaldo Otegi ya lo expresó claramente y sin ninguna vergüenza declarando que apoyarían a este Gobierno en lo que fuere menester para conseguir acabar con lo que ellos denominan presos políticos. Además, este Partido Socialista votó contra la prohibición de los festejos a los presos asesinos, otra de las advertencias que hace la comisión de parlamentarios de la Unión Europea. Incluso este grupo de diputados europeos pertenecientes a todos los partidos políticos ha reconocido que los dirigentes de ETA son autores intelectuales de todos aquellos asesinatos cuya autoría aún se desconoce.

Es de una gran ingenuidad pensar que el independentismo vasco se puede acallar de esta manera. Ya estamos viendo la política de inmersión lingüística que van a llevar a cabo y el renacimiento del racismo nacionalista, aunque al frente del mismo estén maquetos renombrados como Antonio López Ruiz (Kubati). «Hay que perdonar a los verdugos de ETA», soltó el número tres de la candidatura del PSOE de Burgos a las Cortes de Castilla y León en la recta final de la campaña. ¿Y por qué no habría que perdonar al resto de los asesinos encarcelados, a los pederastas, a los ladrones..., en definitiva, a todo el mundo? ¿Es que hay asesinos de primera y de segunda, es que hay asesinos buenos y malos, es que hay asesinos que dan votos y otros que no?

Durante esos años sangrientos que nos impidieron disfrutar, en plenitud, de la recuperación de la democracia y de todos nuestros derechos individuales y colectivos, los asesinos de ETA implantaron, sobre todo en su propio territorio, el terror. Incluso asaltaron bibliotecas y librerías y quemaron públicamente libros al estilo de sus referentes nazis en el Berlín negro. En 1997, fue saqueada y quemada la librería Lagun. Y uno de sus impulsores fue el supuestamente intelectual y escritor en euskera y dirigente de ETA Mikel Albisu Iriarte alias Mikel Antza. Fue jefe de esta banda terrorista desde el año 1992 hasta el 2004. Entonces lo detuvieron en el sur de Francia junto a su mujer. Durante su macabro reinado fueron asesinadas unas 120 personas inocentes. Hoy es uno de los cabecillas de Sortu junto con Kubati, al que su correligionario Arnaldo Otegi pidió que se ocupara del Colectivo de Presos Políticos Vascos.

Mikel Antza, del que tengo que reconocer que no he leído nada, entre otras cosas porque solamente ha sido traducida al español En un país extraño, ha sido requerido por los juzgados y eso ha levantado una gran polémica entre los escritores y editores de su ideología. Se puede tener cualquier pensamiento político mientras éste no defienda la violencia, pero ponerse de parte del instigador de tal masacre dice mucho de la falta de humanidad de estos personajes de la cultura vasca. Lo mismo que culpables son los escritores e intelectuales españoles que, en todo tiempo, han mantenido silencio ante la gravedad de los acontecimientos que se estaban llevando a cabo. E igual de culpables son hoy en día quienes siguen ignorando esta realidad. -Evidentemente, hay grandes excepciones-.

En el año 1983, Mikel Antza fue Premio Ciudad de Irún, en euskera, por su novela Como una flecha de fuego. Sin ni siquiera leerlos, podemos imaginarnos de qué van sus libros y el papel que representamos el resto de los españoles en los mismos. En un país extranjero, enmascarado pero con una base autobiográfica, cuenta la historia de un exiliado político. En los países democráticos no hay exiliados políticos. Y España es, desde hace más de 40 años, una de las democracias más reconocidas en todo el mundo y miembro importante de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas o la Unión Europea.

Anthony Burgess nos recuerda que la grandeza literaria de un escritor no es un índice de su ética personal. Y Burgess no creía que el trabajo de la creación literaria fuera a enseñarnos la buena conducta. «Pero creo que sí puede clarificar la cuestión de las elecciones morales a fuerza de mostrarnos la naturaleza de los problemas de la vida. La literatura busca la verdad que no la bondad», concluía el escritor y compositor británico autor de obras como La naranja mecánica o Poderes terrenales.

Mikel Antza podrá escribir lo que le de la gana, algo imposible en un régimen dictatorial como el que él trató de imponer con sus acciones terroristas, pero su ética y su moral seguirán siendo las de un asesino que mancha de sangre el papel blanco cada vez que escribe una palabra en su obra literaria. Marco Aurelio en sus Meditaciones nos previno de los políticos filósofos. Yo, en este caso, hablaría de los asesinos filósofos. Y, a la vista de todos los enjuagues que se están llevando a cabo, no me extrañaría que se le otorgara a Mikel Albisu Iriarte el Premio Nacional de Narrativa o el Premio Nacional de las Letras. No piensen ustedes que ya lo han visto todo y que por lo mismo ya están curados de espantos. Antes al contrario, otras muchas cosas quedan todavía por ver, escuchar y, estoicamente, aguantar.

César Antonio Molina, ex ministro de Cultura, es escritor. Sus dos últimos libros publicados son Las democracias suicidas (Fórcola) y ¡Qué bello será vivir sin Cultura! (Destino).

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