Amigos de Siria sin credibilidad

Dos acontecimientos recientes ilustran la brecha creciente entre lo que se necesita en Siria y lo que los Amigos de Siria están realmente dispuestos a hacer. El 15 de abril, los jefes de las cinco agencias de las Naciones Unidas –la Organización Mundial de la Salud, Unicef, la Oficina del Coordinador de Asuntos Humanitarios, el Programa Mundial de Alimentos y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados– hicieron un llamamiento conjunto a la comunidad internacional para que se esfuerce en mayor medida a fin de poner fin a “la crueldad y la matanza” en Siria. Cinco días después, sólo once delegaciones se presentaron en la reunión de los Amigos de Siria en Estambul, confirmando el menor poder de atracción de un agrupamiento que había suscitado el interés de 114 países y de quince organizaciones internacionales en diciembre del 2012.

El nivel de asistencia a la reunión no es más que un dato a la hora de subrayar que el compromiso de Amigos de Siria es decreciente o, al menos, ha tocado techo. En una conferencia de prensa celebrada al día siguiente de la reunión de Estambul, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, advirtió al régimen sirio que hace frente a su última oportunidad para aceptar una solución política del conflicto; en caso contrario, “la agrupación de los Amigos de Siria intensificarán su ayuda a la oposición”. Pero da la sensación de que de hecho los Amigos de Siria podrán, o querrán, hacer muy poco.

El caso es evidente en relación con tres cuestiones: armar a la oposición, importar petróleo de los yacimientos tomados por los rebeldes sirios y aumentar la ayuda humanitaria de acuerdo con el crecimiento exponencial del número de sirios en apuros dentro del país o que buscan refugio en el exterior.

Los llamamientos a armar a la oposición se han multiplicado a medida que se ha intensificado el conflicto sirio y ha aumentado el coste humano. Proporcionar a los rebeldes más armas antiaéreas y antitanque mejoraría indudablemente su capacidad defensiva, en caso de suministrarse en cantidades importantes y con la debida instrucción, pero su problema es su bajo nivel de control y supervisión de las fuerzas y la fragmentación. Los rebeldes más eficaces han sido los que han atacado las bases aéreas del régimen en lugar de esperar los misiles antiaéreos que nunca llegaron; por lo general, las brigadas islamistas son las que han sacado mayor partido a los recursos disponibles.

La Coalición Nacional Siria de las Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición y el Consejo Superior Militar aliado no han ayudado a su causa al cambiar de postura: de solicitar sistemas antiaéreos portátiles y sistemas antitanque a pedir armas pesadas que ninguna instancia exterior está dispuesta a ofrecer y que la oposición es incapaz de desplegar y proteger en el interior de Siria. En Estambul, la Coalición Nacional, además, invitó a los Amigos de Siria a “realizar ataques con drones contra instalaciones de lanzamiento de misiles del régimen, imponer una zona de exclusión aérea y proteger la frontera norte y sur para garantizar el regreso seguro de los refugiados sirios”, aunque es patente que no tienen intención de hacerlo.

En realidad, en lo concerniente a las instancias externas que no abrigan la intención de intervenir militarmente en Siria, la iniciativa de armar a la oposición constituye la opción barata. Pero aun así EE.UU. y la UE se han mostrado reacios a adoptar esta vía. Francia y el Reino Unido han liderado la postura de levantar el embargo de armas de la UE a los rebeldes sirios a finales de mayo con el fin de permitir que la oposición pueda efectivamente armarse, pero es una postura de gobiernos que saben que no pueden inclinar la balanza militar en Siria ni comprometer a sus aliados de la OTAN y de Estados Unidos.

La Unión Europea se implicó en otro gesto de relaciones públicas, el pasado 22 de abril, aliviando su embargo sobre la importación de petróleo crudo sirio y productos derivados del petróleo de las zonas controladas por la oposición. Pero esto requeriría la cooperación entre grupos rebeldes rivales que ya se han enfrentado en varias ocasiones por el control de los yacimientos y pasa por alto el hecho de que el régimen aún controla dos refinerías del país. La exportación de petróleo depende, además, de un acceso seguro a países vecinos, cosa que seguirá siendo muy vulnerable a los ataques aéreos del régimen o a actos de sabotaje.

Sin embargo, el defecto más grave de los Amigos de Siria se ha producido en el área donde más podían ayudar: la ayuda humanitaria. A pesar de que distintos países han aumentado constantemente su aportación –EE.UU. se comprometió con 385 millones de dólares a mediados de abril–, el desembolso real ha disminuido con relación a la creciente necesidad. De los 1.500 millones de dólares en ayuda humanitaria prometidos en la conferencia de donantes de enero en Kuwait, sólo se ha desembolsado el 20%. Y apenas se ha materializado la ayuda que debía ser canalizada a través de la Coalición Nacional.

Los Amigos de Siria reaccionan en parte a la persistente falta de efectividad de la Coalición Nacional, pero sus declaraciones de apoyo también han perdido credibilidad. Por ejemplo, Kerry declaró en Estambul que “todos nos hemos comprometido a que la ayuda y el apoyo de cada país pasarán por el Mando Militar Supremo y (su jefe) el general (Salim) Idris”, pero no hay indicios de que vaya a recibir los 35-40 millones de dólares que Idris dijo que necesita cada mes. Del mismo modo, el consejo provincial de la oposición de Alepo calcula que necesita 10 millones de dólares al mes para proporcionar servicios básicos a casi cuatro millones de personas que afirma ayudar, pero aun esta modalidad de ayuda civil no llega procedente de los Amigos de Siria a pesar de las repetidas promesas a lo largo del año pasado.

En su lugar, los Amigos de Siria instaron a la Coalición Nacional a proporcionar garantías a las minorías de Siria, apoyar el pluralismo político, renunciar al terrorismo y proteger las armas químicas. Aun siendo loables, los tres primeros puntos no son prioridades urgentes, mientras que el cuarto se sitúa claramente más allá de las posibilidades de la coalición o de los rebeldes en el momento actual. Estados Unidos anunció que duplicaría su ayuda de carácter no letal a los rebeldes sirios, pero esto no bastaba, evidentemente, para disuadir al presidente de la Coalición Nacional, Moaz al Jatib, de confirmar su renuncia, suspendida desde finales de marzo.

Los Amigos de Siria parecen hallarse en una encrucijada. Cuentan con medios o con deseos limitados de hacer frente al régimen sirio sobre su posible uso de armas químicas y es posible que hayan de depender de Rusia para la ayuda al respecto. Esto ayuda a explicar el apoyo dado en Estambul para negociar con el régimen sirio en el marco de los Acuerdos de Ginebra del 30 de junio del 2012, en una clara iniciativa para satisfacer las preferencias de Rusia.

Kerry advirtió que la ayuda a la oposición aumentaría si el régimen sirio no aceptaba la última oportunidad para una solución política del conflicto, pero el objeto de la advertencia es, de hecho, la Coalición Nacional. Los Amigos de Siria todavía no abandonarán la Coalición Nacional de forma abierta, pero la coalición bien podría cuestionar la conveniencia de tener amigos como estos.

Yezid Sayigh, investigador asociado del Centro Carnegie sobre Oriente Medio, Beirut.

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