Aniversario de una liberación

Ayer se celebró el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Según la decisión de la Asamblea General de la ONU de 2005, este día se sincronizó con una de las fechas más importantes de la historia contemporánea: la liberación por las tropas soviéticas del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, el 27 de enero de 1945, que celebra su 75 aniversario.

Aunque se trata de la victoria del bien sobre el mal es difícil contener las lágrimas por todas las víctimas del nazismo, entre ellas seis millones de judíos, torturados en los guetos y los campos de exterminio, asesinados con crueldad durante las operaciones punitivas. Un 40 por ciento de ellos eran ciudadanos de la Unión Soviética. Ahora cualquier persona puede investigar la historia verdadera con ayuda de los documentos del archivo desclasificados por el Ministerio de Defensa de Rusia (http://mil.ru/winner_may/media/grafic/dyn/oswenzim.htm). En los informes auténticos de los soldados y oficiales del Ejército Rojo, muchos de ellos escritos a mano, se describe el horror que descubrieron los soldados soviéticos al entrar en Auschwitz. En este infierno torturaron, sometieron a experimentos escalofriantes y exterminaron en masa a personas de distintos países. Más de la mitad de ellos eran judíos. Es una de las páginas más negras y vergonzosas de la historia moderna.

Al hablar de los horrores de Auschwitz hablamos del Holocausto. Los nazis preparaban un destino terrible no sólo a judíos, sino también a muchos otros pueblos. Calificaron como infrahumanos a los rusos, bielorrusos, ucranianos, polacos, representantes de muchas otras nacionalidades. La tierra natal de estos pueblos tenía que servir de espacio vital para «la nueva raza». Y para los pueblos eslavos y otros tenían preparado el destino de ser aniquilados o convertirse en esclavos sin derechos, sin cultura, sin memoria histórica, sin lengua.

En 1945 los países aliados pusieron fin a estos planes atroces. El Ejército soviético no solamente defendió su patria; también trajo la liberación del yugo nazi a muchos países de Europa. Mi país pagó un precio sin precedentes: veintisiete millones de muertos. Y nunca olvidaremos esto.

El Holocausto ha de ser una lección y una advertencia, siempre que sea completa la memoria, sin omisiones ni distorsiones. Por desgracia, hoy la memoria de la guerra, sus lecciones y la herencia se convierten cada vez más en objeto de coyuntura política. Es totalmente inadmisible. El deber de los políticos actuales y futuros es defender el buen nombre de los héroes vivos y fallecidos, los civiles y las víctimas de los nazis y sus cómplices. No hay que permitir que los verdugos se conviertan en víctimas y las víctimas, en verdugos.

En 2019, la Asamblea General de lo ONU aprobó la resolución propuesta por Rusia de «combatir la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia». Sólo dos países, EE.UU. y Ucrania, de 187, votaron contra esta resolución. Esta tendencia inspira cierto optimismo, aunque actualmente la diplomacia mundial está lejos de la unanimidad necesaria para afrontar amenazas tales como el nazismo, que de nuevo empieza a levantar la cabeza en varios países.

Hace 74 años, en 1946, las decisiones y principios del Tribunal de Nuremberg fueron confirmados por unanimidad en la primera sesión de la Asamblea General de la ONU y se convirtieron en los principios del Derecho Internacional. Ello fue precedido por el enérgico trabajo diplomático de los Estados aliados, vívido ejemplo de la interacción constructiva y fructífera de los países de la coalición anti-hitleriana. Las fuerzas de diversa naturaleza, enfrentadas al enemigo común, lograron superar las diferencias, entre ellas en nombre del triunfo de la justicia y la legalidad internacional.

Dicha unanimidad de la percepción de nuestra historia recientemente se reveló con el éxito que tuvo la exposición monográfica sobre el campo nazi alemán «Auschwitz. No hace mucho, no muy lejos», organizada por la Comunidad de Madrid a finales de 2017 y que se convirtió en una de las exposiciones más visitadas, tras superar las 600.000 entradas.

Somos todos responsables de que nunca se repitan las terribles tragedias de la guerra pasada, de que las futuras generaciones recuerden el horror del Holocausto y los campos de la muerte. Hay que estar alerta y no perder ni un momento cuando aparecen los primeros gérmenes de odio, chovinismo, antisemitismo, cuando poco a poco se empiezan a tolerar la xenofobia y otras manifestaciones de este tipo. El olvido del pasado, la desunión ante las amenazas, pueden tener consecuencias terribles. Debemos tener el valor no sólo de decirlo directamente, sino de hacer todo lo posible para proteger y preservar la paz.

Yuri Korchagin es embajador de Rusia en España.

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