Ante el momento de la desaparición de ETA

Por Joseba Arregui, Inabol Zubero, Carlos Trevilla, Pilar Pérez-Fuentes, Koldo Hualde y Andoni Unzalu, Aldaketa (EL CORREO DIGITAL, 25/06/06):

Desde Aldaketa queremos fijar nuestra posición ante el momento de la desaparición de ETA y el fin de la violencia terrorista.

1. A pesar de la sensación de confusión que pueda reinar en estos momentos, es preciso recordar que nos encontramos en tiempos positivos, en unos momentos en los que no es absurdo pensar y esperar que ETA pueda desaparecer definitivamente. No lo estábamos hace algunos años. Primero se alcanzó la convicción de que la cuestión no era si ETA podía ser derrotada o no, sino cuándo se iba a producir la derrota. Pasamos de la duda a la certeza del fin de ETA, quedando la cuestión del cuándo, manteniendo la cautela debida, pues ETA sigue existiendo y mientras exista es una amenaza.

2. Ahora que el cuándo parece estar más cerca que nunca es el momento de centrar la pregunta en el cómo. Muchas de las cuestiones que en estos momentos son objeto de debate provienen de esa pregunta: cómo se va a producir la desaparición de ETA. Y lo primero que es preciso recordar es que debe ser una desaparición en la que la memoria del significado político de las víctimas, de los asesinados, no quede dañada. Una memoria que implica el reconocimiento del mal causado. La razón por la que fueron asesinados no puede ser la razón sobre la que se construya el futuro político de la sociedad vasca.

3. Por esa razón es preciso recordar y subrayar que el momento de la desaparición de ETA, el momento de la libertad y de la paz, no puede ser un momento para presentar y exigir reivindicaciones nacionalistas. La higiene democrática exige separar sustancialmente la desaparición de ETA de la discusión de las cuestiones políticas que puedan quedar pendientes en Euskadi. Si el momento actual deriva en un fracaso, la responsabilidad exclusiva será de ETA.

4. Para poder mantener la firmeza en esa posición que ha sido común a todos los partidos políticos, con las excepciones conocidas, es preciso que se mantenga la unidad de los mismos ahora y en el tiempo que dure la desaparición de ETA. Y para que se mantenga esa unidad es preciso exigir a los dos partidos principales, sin quitar responsabilidad a los demás, lealtad mutua en esta cuestión. Al Gobierno le corresponde liderar la política antiterrorista. Él es el responsable de conseguir la confianza del Partido Popular cuando pueda dar la sensación de que cambian algunos aspectos de la política antiterrorista apalabrada. El Partido Popular debe actuar desde la conciencia de ser oposición, y no gobierno, y sobre todo desde la virtud democrática de no dudar de la legitimidad democrática del Gobierno y de los partidos que lo apoyan: nadie en democracia puede afirmar que el Gobierno ha hecho suyo el programa de ETA.

5. Sólo esa unidad de todos los partidos políticos, especialmente la unidad de PSOE y PP, con la responsabilidad añadida del PNV, puede garantizar que el Gobierno no pierda en ningún momento el control de los acontecimientos. En un proceso de finalización de una banda terrorista como es ETA la clave está en que sea el Gobierno, en representación del Estado de Derecho, el que conserve en todo momento el control de lo que va sucediendo y no permita en ningún instante que el grupo terrorista y sus afines se presenten como los controladores de los tiempos y de los contenidos. Y no sobra reclamar responsabilidad a los medios de comunicación.

6. La esperanza de la desaparición de ETA debe ser también un tiempo de esperanza en la recuperación y mantenimiento del significado político de los asesinados. La afirmación de que en democracia y por medios pacíficos todo es igualmente legítimo debe ser atemperada por la memoria de una historia brutal de atentados contra la vida, contra la libertad, contra las ideas y contra las identidades complejas. El proceso de reforma estatutaria que, a distancia temporal suficiente de la desaparición de ETA, se vaya a llevar a cabo en Euskadi debe producirse en ese contexto de respeto a todas las ideas democráticas y respeto a las consecuencias de una historia inhumana causada por determinadas ideas políticas. Para que el futuro de la sociedad vasca no se construya simplemente sobre una inhumanidad negada y olvidada.