Ante la parálisis política

Los socialdemócratas están en crisis en todas partes (y España es un buen ejemplo), pero no en Portugal o Italia. ¿Por qué? Dejando a un lado las diferencias, portugueses e italianos tienen algo en común: los dos se han vuelto más críticos con la UE. Esto les ha permitido retomar el contacto con sus votantes e impedir el aumento de la extrema izquierda. Portugal es un caso especialmente interesante por las coincidencias cronológicas que presenta con España: a finales de 2015 ambos países celebraron elecciones generales que, sin dar la mayoría a ningún partido, incrementaron la fragmentación parlamentaria. Sin embargo, en Portugal, desde finales de 2015, ocupa el Gobierno una nueva coalición de izquierdas liderada por los socialistas. ¿Pueden aprovechar esta lección los socialistas españoles?

En Portugal, la coalición de derechas que ocupaba el poder obtuvo el 37% de los votos, con lo que, al no obtener una mayoría absoluta, el Gobierno que formó cayó poco después. A continuación, después de unas negociaciones, el Partido Socialista (PS) —después de obtener el 32% de los sufragios y 82 escaños— anunció que formaría una coalición con las fuerzas que tenía a su izquierda; es decir, el Bloque de Izquierda (10% de los votos y 19 escaños) y el Partido Comunista Portugués (PCP) y Los Verdes (que, presentándose en coalición, obtuvieron el 9% del voto y 17 escaños). El anuncio fue una sorpresa. En realidad, era la primera vez en 42 años de democracia que los socialistas entraban en una alianza de gobierno con su izquierda. Ni los comunistas ni el Bloque de Izquierda (BE en sus siglas portuguesas) habían apoyado nunca a un Gobierno constitucional.

En tanto que los socialistas siempre han sido un partido socialdemócrata moderado de corte europeísta, el PCP ha seguido siendo anticapitalista, opuesto a la OTAN, euroescéptico y contrario al euro. El BE, que obtuvo representación por primera vez en 1999, presenta varias similitudes con Podemos: está próximo a los comunistas en materia económica, aunque socialmente es más abierto y también euroescéptico.

Con todo, puede que la decisión haya sido políticamente acertada. La integración europea se ha convertido en algo muy cuestionado en los países que han afrontado la crisis de la eurozona aplicando paquetes de austeridad. Los socialistas portugueses, que siguen defendiendo el proyecto europeo, pretenden respetar las normas del euro, pero abogan por introducir cambios en las políticas que rigen la moneda única y también la reducción del nivel de austeridad en su país, expresando así el malestar de importantes sectores electorales. Esta decisión táctica —el realineamiento respecto a Europa— ha situado a los socialistas al timón del Gobierno, en un continente en el que la socialdemocracia está en decadencia. Por otra parte, el ejemplo de Grecia demuestra los límites que tiene la radicalización dentro de la eurozona.

En consecuencia, el Gobierno solo se compone de socialistas e independientes, pero con apoyo parlamentario de los comunistas, el BE y Los Verdes. Hasta el momento se ha aprobado tanto un presupuesto, refrendado por Bruselas, como un Pacto de Estabilidad. La extrema izquierda ha preferido dejar su impronta en leyes no financieras que dan la vuelta a la política educativa y bloquean la reforma, tanto del mercado laboral como de la Seguridad Social. No cabe duda de que esta falta de reformas es problemática. Además, los partidos de extrema izquierda podrían dejar de apoyar al Ejecutivo.

No obstante, por el momento, la formación de este Gobierno ha contribuido a centrar el sistema de partidos, lo que no es poca cosa en la Europa actual. Se evita así la polarización política que sufrió Grecia tras la desaparición del PASOK, que a largo plazo podría poner en peligro, tanto el compromiso europeísta del país como su deseo de hacer reformas cuando mejore el entorno económico. Los dos partidos principales, si quieren seguir teniendo relevancia electoral, deben mostrarse conscientes de que el proceso de integración europea se ha convertido en un asunto muy divisivo en democracias de todo el continente. Si observamos a otros países europeos, podemos decir que esa parece ser la opción que en Italia ha tomado Renzi, quien, junto con los socialistas portugueses, proporciona un contraejemplo frente a la generalizada decadencia de la socialdemocracia en Europa.

Marina Costa Lobo es politóloga en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

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