Anticipación

Se calcula que existen decenas de trillones de virus en la naturaleza. Como su capacidad de mutación es prácticamente impredecible, la cuestión no es si llegará una nueva pandemia, sino cuándo y en qué circunstancias.

Esta terrible crisis que hoy sufre el mundo nos ha enseñado varias lecciones de suma importancia para el futuro de la humanidad. Quiero resaltar algunas de ellas.

La primera tiene que ver con la humildad epistemológica. Una pregunta legítima que debemos plantearnos es por qué, pese a la asombrosa cantidad (y calidad) de conocimientos que hoy atesoramos, pese a la magnitud de los progresos científicos y técnicos alcanzados, pese a la adquisición de una conciencia más profunda en torno a los retos globales y a los riesgos existenciales, no hemos podido anticiparnos adecuadamente al Covid-19 y a los estragos que causa. Por mucho que algunas voces se adelantaran, aun tímidamente, a esta catástrofe, con anuncios verdaderamente proféticos sobre la posibilidad de que un virus letal surgiese y se propagara por este mundo globalizado, pocos asumieron esas alertas como premoniciones de un peligro real e inminente. Desde luego, no estaban en el centro del debate público. ¿Por qué han fallado de manera tan flagrante nuestros sistemas predictivos?

AnticipaciónLa segunda constituye un recordatorio de nuestra vulnerabilidad. Por elevadas que a veces se nos antojen nuestras aspiraciones filosóficas y religiosas, no podemos ocultar que somos seres naturales, productos de la evolución biológica. Estamos a merced de las fuerzas ciegas de la naturaleza, que ni nos diseñaron conscientemente ni velan hoy por nuestro destino. Sólo el conocimiento de la naturaleza nos proporciona medios para adelantarnos a ellas y así conquistar un relativo nivel de autonomía con respecto a procesos indiferentes a nuestra felicidad. La razón es la única herramienta que poseemos para anticiparnos a lo desconocido.

En tercer lugar, hemos aprendido que los sistemas de protección social no son un lujo, sino un imperativo para todas las sociedades. Necesitamos, precisamente, una razón solidaria, una razón que busque conocer para mejorar el mundo: una razón unida a una ética, a unos valores que nos ayuden a emplear el conocimiento en beneficio de todos. El tenebroso horizonte económico que nos aguarda, con millones de personas desempleadas y un clima de probable desconfianza generalizada en el porvenir, nos obliga a pensar, solidaria y creativamente, en cuáles son las formas más justas y efectivas de organizarnos para afrontar este descomunal desafío. Sólo la ciencia nos salvará de esta crisis global, pero mientras miles de científicos trabajan sin descanso en la búsqueda de diversas vacunas viables, únicamente nuestra capacidad de organizarnos con arreglo al principio de solidaridad nos permitirá resistir.

En cuarto lugar, esta pandemia ha subrayado la relevancia de la cooperación científica a escala internacional. En medio de la impotencia, en medio de la tragedia y del dolor, uno de los espectáculos más bellos y admirables que nos ha deparado esta crisis mundial no es otro que el de la cooperación inédita entre países y grupos de investigación para conseguir lo antes posible una vacuna. Ante un reto de semejante envergadura, ha emergido una especie de inteligencia colectiva global que ha involucrado a científicos de países a veces enemistados en lo político y en lo económico. La ciencia ha vuelto a demostrar que no representa sólo una búsqueda intelectual, sino también una tarea ética. Implica desarrollar valores sólidos y profundos, como la honestidad y la voluntad de cooperación con otros científicos.

Una de las enseñanzas más acuciantes de esta terrible crisis (y ojalá no necesitásemos experiencias tan traumáticas para aprender lecciones tan sencillas) apunta a la urgencia de invertir más en investigación. Si queremos protegernos frente a lo desconocido, debemos valorar más la investigación científica y el sacrificio de quienes dedican su vida a intentar comprender mejor la naturaleza. Un país como España no puede permitirse mantener a los científicos en la situación de precariedad laboral en la que hoy muchos viven. Como toda gran creación de la mente humana, la ciencia demanda pensamiento a largo plazo, enormes dosis de paciencia y de inversión de recursos humanos y materiales. Muchos proyectos no desembocarán en ningún resultado práctico, pero el mero hecho de acometerlos no sólo nos dignifica y enaltece (porque no hay nada más noble que buscar y difundir la luz del saber), sino que nos insta a aprender de nuestros errores y a recorrer nuevos caminos de investigación, en un proceso de mejora incesante.

Ser humano exige anticiparse a lo incierto. Pese a sus flaquezas, sólo el método científico nos ayuda a predecir, con notable grado de rigor, el comportamiento de la naturaleza. Gracias a él desentrañamos los mecanismos más básicos de la realidad, su lógica interna. Obtenemos, así, el conocimiento más seguro dentro de un régimen de validez. En cualquier caso, la prudencia, la humildad y el escepticismo son sellos de la buena ciencia, que no sólo proclama lo que sabemos, sino cuáles son los límites de nuestro conocimiento y a partir de qué fronteras se extiende nuestra ignorancia (y tan importante como lo que ignoramos es lo que ni siquiera sabemos que ignoramos). Nuestro único instrumento frente a la ignorancia, la especulación y la incertidumbre es el saber científico contrastado, a partir del cual debemos, sin duda, aventurar proyecciones, pero conscientes de que el futuro de la humanidad no puede predecirse matemáticamente, aunque sí puede imaginarse razonablemente.

Más que una oportunidad, esta crisis supone una necesidad de cambio hacia un mundo más sostenible y hacia una humanidad más consciente, más sabia y solidaria, mejor preparada para enfrentarse a retos de semejante calibre y, más aún, al desafío por antonomasia: el de crecer como seres humanos, libres y responsables.

Carlos Blanco es Profesor de filosofía en la Universidad Pontificia Comillas y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *