Apalancar las finanzas islámicas para el desarrollo sustentable

Aproximadamente un tercio de quienes sufren de extrema pobreza en todo el mundo viven en estados que son miembros de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI). En 21 de esos 57 países, menos de la mitad de la población tiene acceso a un saneamiento adecuado. El cuatro por ciento de los niños nacidos en esos países mueren antes de llegar a los cinco años.

En pocas palabras, a pesar del gran potencial, muchos países de la OCI han tenido problemas para alcanzar un desarrollo abarcador. En muchos países, talla la infame "maldición de los recursos"; en otros, la culpa la tienen un liderazgo débil e instituciones fallidas. No ayuda que la gran mayoría (alrededor del 71%) de los 125 millones de personas afectadas por conflictos y desastres naturales residan en países de la OCI. La inestabilidad ejerce una enorme presión en los presupuestos nacionales.

Pero esos países tienen opciones. En particular, el capital que se ha acumulado en algunos de los sistemas financieros de los países de la OCI podría jugar un papel importante a la hora de ayudarlos a cumplir con sus objetivos de desarrollo -especialmente si las finanzas islámicas son utilizadas en su pleno potencial.

Las finanzas islámicas tienen importantes ventajas respecto de los productos financieros convencionales. Su prohibición del cobro de intereses y el requerimiento de que las inversiones estén vinculadas a la economía real, junto con su enfoque de compartir las ganancias y las pérdidas, suman estabilidad al sector financiero. Las finanzas islámicas también pueden mejorar la inclusión financiera, ya que incorporan a personas que, por cuestiones culturales o religiosas, están excluidas del sistema financiero tradicional. Esta quizá sea una razón por la cual las finanzas islámicas se han expandido el 10-12% anual en los últimos diez años aproximadamente.

Si las finanzas islámicas han de participar plenamente en lo que concierne a revitalizar y diversificar las economías de los países de la OCI, los gobiernos necesitan implementar reformas importantes. Al tope de la lista está la necesidad de instituciones legales más fuertes que protejan los derechos de la propiedad y aseguren que los contratos se cumplan. Es más, si la gente ha de tener plena confianza en los productos financieros islámicos, la industria tendrá que estar estandarizada y regulada. Las políticas impositivas nacionales también tendrán que ser modificadas, a fin de impedir una discriminación contra los instrumentos financieros islámicos.

El Grupo del Banco Mundial está trabajando con socios para ayudar a que estas reformas se materialicen. Es más, ha introducido proyectos de inversión que utilizan financiación islámica en la región. El Tesoro del Banco Mundial ha emitido una variedad de instrumentos financieros islámicos, incluidos dos Sukuk (bonos que cumplen con las restricciones islámicas en cuanto al cobro de intereses), que han recaudado 700 millones de dólares. De la misma manera, la Corporación Financiera Internacional, la rama del sector privado del banco, ha creado la IFC Sukuk Company, que emitió 100 millones de dólares en certificados de participación en inversiones en 2015.

El brazo de los seguros de riesgo político del Banco, el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI), ha ofrecido una garantía de inversión que cumple con la sharia por 427 millones de dólares para un proyecto de infraestructura en Yibuti, y 450 millones de dólares en seguro de riesgo político para una inversión en telecomunicaciones en Indonesia. Y junto con el Grupo del Banco Islámico de Desarrollo, las Naciones Unidas y otros donantes, el Banco Mundial ha creado un servicio conjunto para asistir a los países más afectados por la inestabilidad con financiamiento concesional, que incluye un instrumento de finanzas islámicas para el Líbano y Jordania, a fin de ayudarlos a soportar los costos de brindar apoyo a los refugiados de Siria.

La nueva tecnología puede desempeñar un papel vital para hacer que los sistemas financieros sean más inclusivos, particularmente en el caso de aquellos grupos que enfrentan mayores barreras de acceso. Por ejemplo, alrededor del 90% de los refugiados sirios tienen acceso a teléfonos inteligentes, a través de los cuales podrían acceder a servicios financieros. Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para asegurar que se aprovechen al máximo estas tecnologías.

Finalmente, hay objetivos humanitarios. Y, por cierto, ya se está trabajando para resolver cómo las waqf (donaciones de beneficencia), el zakat (el impuesto obligatorio a las dádivas) y una variedad de instrumentos financieros islámicos se pueden canalizar de manera efectiva y eficiente para satisfacer necesidades humanitarias.

Las finanzas islámicas pueden ayudar a ofrecer soluciones muy necesarias para los desafíos que enfrenta el mundo musulmán en materia de desarrollo. Su capacidad para mejorar la estabilidad financiera, promover la inclusión financiera e impulsar el desarrollo sustentable podría provocar un cambio transformador en toda la región. Para concretar este potencial, las finanzas islámicas, al igual que su contraparte convencional, necesitan un contexto propicio que se caracterice por un campo de juego nivelado, un marco regulatorio adecuado y asociaciones efectivas.

Mahmoud Mohieldin is the World Bank Group’s Senior Vice President for the 2030 Development Agenda, United Nations Relations, and Partnerships, and is a former minister of investment of Egypt.

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