Apelación a la grandeza política

Sostenía el gran maestro de la ciencia política recientemente fallecido Giovanni Sartori, en una de sus últimas obras, «La carrera hacia ningún lugar» (2015), que tan bien retrata la actual situación política de España, que el sistema electoral perfecto existe. Tal sistema debe ser proporcional en la primera vuelta y mayoritario en la segunda.

En la elección de alcaldes sería muy simple de aplicar, mientras que para el Congreso de los Diputados sería necesario establecer previamente circunscripciones electorales unipersonales. Conviene recordar al respecto que frente a nuestro sistema proporcional -corregido-, basado en listas cerradas por el jefe de cada partido, el sistema mayoritario expulsaría de la política a la mayoría de quienes acceden a ella sin reputación personal previa -una gran parte de los congresistas actuales- y obligaría a los partidos a postular candidatos de reconocido prestigio previo. Ni que decir tiene que el Parlamento ganaría en dinamismo -los parlamentarios podrían libremente parlamentar, algo ahora imposible-, en calidad representativa -elevación de los currículum a la altura de la sociedad, no por debajo, como ahora- y en consecuente prestigio social.

La perfección de su sistema la argumentaba Sartori de manera muy simple y clara: en la primera vuelta todas las opciones políticas participan libremente -sistema proporcional- y en el caso de que un candidato obtenga más del 50 por ciento de los votos emitidos resulta ganador. De no ser así habría una segunda vuelta entre los candidatos más votados, lo que conlleva a que los votantes de las opciones perdedoras tendrían la oportunidad de votar la menos mala para ellos entre las finalistas.

Ningún político del estabishment se ha posicionado nunca en España a favor de este sistema -propio de las mas antiguas y sólidas democracias del mundo-, que garantizaría sólidos gobiernos de municipios, comunidades autónomas y de la nación, evitando el espectáculo de los últimos tiempos, que no parece tener fin; salvo que repitiendo elecciones -¿cuántas veces?- los electores terminen aplicando en la práctica el sistema mayoritario otorgando al partido ganador de las elecciones una mayoría absoluta de diputados. Este es el -disparatado- sistema que tácitamente viene usando el presidente en funciones del Gobierno desde su investidura.

Mientras no se cambie el actual sistema electoral ni regresen las mayorías absolutas del pasado, es tiempo de apelar a la responsabilidad de los partidos todavía leales al proceso de Transición política y la Constitución resultante, para salir al paso de la ingobernabilidad en la que están embarcado a nuestro país. Es incomprensible -salvo para los líderes del PSOE y Ciudadanos- que después de los últimos resultados electorales no se formara un gobierno de coalición de centro-izquierda. Un gobierno de coalición con un partido declarado antisistema no se ha dado nunca en Europa ni tiene sentido político democrático, ya que la mayoría de los ciudadanos respeta y valora positivamente las instituciones que aquellos rechazan.

Y ante el atasco político que vivimos, ¿por qué no considerar una coalición -como en Alemania- del PSOE y el PP? Y si el PSOE no se aviniera a contemplarla, el PP podría entonces facilitar un gobierno en solitario del partido ganador -relativo- de las últimas elecciones, con algunas condiciones previas y de público conocimiento entre las cabría incluir: el tratamiento común de los partidos antisistema, el regreso del Estado a Cataluña, la sustitución de políticos profesionales por profesionales competentes al frente de las principales instituciones del Estado, nombramiento de ministros solventes e independientes, una política económica comprometida con el equilibrio presupuestario, facilidades a la función empresarial y la innovación creadoras de riqueza y empleo, un acuerdo sobre las pensiones, etcétera. Además, los partidos responsables de la «gran coalición» o del gobierno del PSOE con apoyo -implícito o explícito- del PP deberían crear una comisión de sabios -probadas con éxito en el norte de Europa- con el encargo de hacer una revisión amplia de nuestro marco institucional para proponer reformas realistas; es decir, realizables en condiciones de normalidad política.

Si el PP lanzara una propuesta de este tipo poco tendría que perder en el estado actual de fragmentación política de España y mucho que ganar, sobre todo en el electorado que reforzó en el pasado su posibilidad de gobernar en solitario y que después dejó de votarles. En España, los políticos audaces -sólo dos: Felipe González y José María Aznar- recogieron formidables cosechas de sus apuestas más arriesgadas, y ahora se presenta la ocasión de planteamientos equivalentes a los que realzaron a aquellos.

Quizá sea la hora de recordar aquella bella frase poética que Monteverdi puso en boca de Orfeo -protagonista de la primera ópera de la historia de la música- que canta así: «La ocasión es una efímera flor que hay que cosechar a tiempo». ¿Habrá algún político en España que aproveche la ocasión de liderar la conversión de un desafío en una oportunidad histórica?

Jesús Banegas es Presidente del Foro Sociedad Civil.

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