Aplicar al cólera el plan maestro para el COVID

Desde que el COVID-19 envolviera al mundo hace dos años, la expresión “sin precedentes” se ha vuelto en una especie de muletilla. Pero, si bien el coronavirus ha planteado retos únicos en tiempos de profunda interconectividad global, las pandemias no son nada nuevo. Ni siquiera la pandemia de COVID-19 es la única que estamos padeciendo hoy. En gran parte del mundo en desarrollo están proliferando los brotes de cólera.

Mientras que el virus SARS-CoV-2 es “nuevo”, el cólera –una enfermedad diarreica transmitida por el agua y causada por la bacteria Vibrio cholerae- es antigua, como es su historial de devastación generalizada. La actual pandemia de cólera es la séptima que ha sufrido el planeta desde principios del siglo diecinueve.

A pesar de sus diferencias aparentes, el COVID-19 y el cólera tienen mucho en común. Ambas son al menos parcialmente controlables con vacunas y ambas se propagan con facilidad en entornos atestados y con malas condiciones higiénicas. En consecuencia, para limitar su transmisión resulta crucial asegurar un techo y fortalecer la infraestructura y las prácticas de agua, saneamiento e higiene (WASH, por sus siglas en inglés).

Estos aspectos en común explican por qué las medidas para limitar la COVID-19, como reducir los desplazamientos y aumentar la vigilancia sobre la higiene personal produjo también una baja en los casos de cólera. Pero, a medida que los gobiernos van reduciendo las restricciones por la pandemia, el cólera está volviendo con bríos renovados. A fines de 2021, había 16 brotes de cólera activos en el planeta.

Sin embargo, la respuesta a la pandemia de COVID-19 todavía nos puede dar lecciones valiosas para reforzar la lucha contra el cólera, comenzando por la importancia de la investigación para combatir los brotes de la enfermedad. La aparición del SARS-CoV-2 generó un impulso masivo y, en gran medida, coordinado de investigación global, que hizo posible la toma de decisiones basada en evidencia en todos los niveles de prevención y control. Iniciativas como el Plan de Investigación Global para la COVID-19 ayudaron a orientar este esfuerzo, asegurando que los recursos se canalizaran a las áreas donde los conocimientos y la innovación más se necesitaban.

La investigación no es menos importante en la lucha contra el cólera. Por eso, el año pasado el Grupo Especial Mundial de Lucha contra el Cólera (GTTCC, por su sigla en inglés) lanzó la Agenda de Investigación del Plan de Lucha contra el Cólera, que reúne la visión colectiva de 177 expertos mundiales y otros actores sobre el cólera e identifica las preguntas de investigación más urgentes. Las respuestas serán cruciales para lograr las metas establecidas por el GTTCC en el plan global Acabar con el Cólera para 2030.

Muchas de las preguntas también se podrían encontrar en la agenda de investigación del COVID-19. Por ejemplo, ¿cuál es la manera más rápida y eficaz en función de los costes para usar existencias limitadas de vacunas? ¿Cómo podemos mejorar la adopción y sostenibilidad de medidas de respuesta para impedir que la enfermedad alcance proporciones de epidemia o pandemia? ¿Cómo podemos involucrar a las comunidades en riesgo en el diseño y la puesta en práctica de las intervenciones? ¿Qué sistemas de vigilancia de la enfermedad son los más eficaces, y cuándo y dónde se deberían desplegar?

Las preguntas pueden ser las mismas, pero el esfuerzo para responderlas ha sido muy distinto. Con la pandemia de COVID-19, una fuerte voluntad política y una inversión masiva generaron las condiciones para que los investigadores produjeran respuestas con rapidez. Aunque el cólera ha estado presente por mucho más tiempo, sigue siendo difícil encontrar soluciones. Una razón clave es que, mientras la COVID-19 asoló tanto países desarrollados como en desarrollo, el cólera fue erradicado del Norte Global hace más de 150 años. Es mucho más difícil movilizar recursos para enfrentar una enfermedad que afecta a los más pobres y las personas más marginadas del mundo.

Con solo una fracción del compromiso subyacente a la lucha contra la COVID-19, se podrían lograr importantísimos avances en la investigación del cólera. La vigilancia epidemiológica permitiría el mapeo de patrones de transmisión. Pruebas de diagnóstico nuevas e innovadoras podrían elevar la rapidez, la eficiencia y la calidad de la detección y confirmación de casos. Y nuevas o mejores vacunas fortalecerían el vínculo entre las respuestas de emergencia y el control y la prevención de largo plazo.

Es esencial optimizar la frecuencia y las dosis de las vacunas, así como lo es aprender a involucrar a las comunidades para asegurar respuestas a las necesidades de las comunidades marginadas. Para transformar el tratamiento de las comunidades vulnerables se requiere el estudio del impacto de los antibióticos en la transmisión del cólera y comprender qué factores habilitan –y bloquean- la integración de tratamiento del cólera al manejo de casos por parte de los trabajadores sanitarios comunitarios.

Equipados con estos conocimientos, los países y sus socios sanitarios estarían en una mejor posición para escoger las herramientas y enfoques más eficaces a medida que avancen en sus Planes Nacionales contra el Cólera. A su vez, eso facilitaría la atracción de financiación adicional, lo que impulsaría aún más esos avances.

Hemos aprendido mucho durante la pandemia de COVID-19. Hemos escuchado a nuestras autoridades de sanidad pública y dado pasos para limitar la propagación del virus: utilizando mascarillas, practicando el distanciamiento social, haciendo cuarentenas, vacunándonos y lavándonos las manos con más regularidad. Debemos aprovechar esta mayor conciencia e impulso para alcanzar más logros en la sanidad pública, no solo en nuestras propias comunidades sino en todo el planeta.

Eso implica apuntar a otros flagelos mucho más antiguos. Contamos con las herramientas para derrotar el cólera, pero todavía necesitamos investigar para identificar cómo, cuándo y dónde utilizarlas. Solo entonces podremos proteger al mundo de esta enfermedad con demasiados precedentes.

Firdausi Qadri is Senior Scientist and Head of the Mucosal Immunology and Vaccinology Unit at the International Centre for Diarrhoeal Disease Research in Dhaka.
Md. Taufiqul Islam is Deputy Project Coordinator in the Mucosal Immunology and Vaccinology Unit at the International Centre for Diarrhoeal Disease Research in Dhaka.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *