Apocalipsis 'now'

¿No han tenido ustedes, contemplando desde el cómodo sofá de su sala los aeropuertos abarrotados, los trenes a tope, las autopistas como una inmensa serpiente de vehículos, la inquietante sensación de peligro, de que algo, o mucho, va mal, de que esa muchedumbre huye de los problemas que deja detrás sin importarle adónde ir con tal de que sea lejos? ¿Algo así como si se aproximara el apocalipsis que, con prosa tan barroca como 'coppoliana', Juan el Evangelista describió desterrado en la isla de Patmos? Pues los síntomas son bastante parecidos a las señales que Dios envió a los hombres anunciando el fin del mundo, guerras, que creíamos acabadas en Europa, hambre no sólo en África, Asia, América, sino también en nuestras ciudades, pestes, como ese virus que se resiste a desaparecer. Y por si todo ello fuera poco, un descontento general, un desgaste de la confianza en nuestros líderes, un fracaso de la derecha y de la izquierda, del comunismo, del capitalismo e incluso del liberalismo, que no encuentra sitio en ninguna parte. Con todos huyendo, unos a una playa solitaria que ya no existe, otros jugándose la vida, y perdiéndola muchas veces, para alcanzar lo que les está vedado en su país: tener un techo sobre sus cabezas y poder mantener a sus familias. Pues siempre será mejor dormir bajo un puente en París que en tu choza, donde puede matarte cualquiera para robarte los zapatos. Conviene advertir que en la corrupción de sus líderes, lo de la izquierda es peor al añadir a tales lacras una carencia absoluta de modos al creer sus propias mentiras. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha hecho más daño a la izquierda que toda la actividad de la CIA al mostrar en Ucrania la ferocidad de su régimen. Mientras, China ya no es un modelo para nadie. Quería convertirse en la primera potencia en 2050 y va a tener un PIB cero este año, pudiendo darse por contenta si contiene a la fuerza a sus súbditos.

Apocalipsis 'now'Nadie se libra de esa degradación, incluido el lugar donde vivimos. La Tierra está viva y, como tal, evoluciona desde que nació como tercer planeta de nuestro sistema solar. Su interior sigue incandescente, como han sufrido los canarios hace poco, y hubo épocas glaciares hace unos miles de años. Lo nuevo es que el género humano, cúspide de una evolución que partiendo de minerales, vegetales y animales, se ha convertido en rey de la naturaleza y puede influir en ella para bien y para mal.

Sin duda dominar el fuego o la rueda fueron determinantes en esa conquista del planeta. El progreso existe y además, crece en progresión geométrica como sabe cualquiera que llegue a mi edad. Pero mucho apunta a que ese progreso tiene límites. Podemos, como Dios, crear la luz con presionar simplemente un conmutador, o podemos crear frío, conectando el aire acondicionado. Podemos movernos bajo el agua como los peces y volar como las aves, todo a mayor gloria del hombre.

Y lo peor es que tal progreso llega a un límite que se vuelve contra su creador. El cambio climático que muchos negaban es ya incuestionable. Yo mismo, que celebré en una crónica que volviera a haber peces en el Támesis a su paso por Londres, me he quedado acongojado al ver desgajarse grandes bloque de hielo en el polo sur y quedar al descubierto un paisaje terroso, con hierba e incluso colinas. De seguir las cosas como van, dentro de no tanto, será el lugar donde pasar la vacaciones. Mientras, la Tierra continúa su proceso hacia la desertización o martización, pues será como Marte, un planeta al que paradójicamente intentamos colonizar y poblar de vida orgánica. Siempre hemos sido contradictorios. Creo recordar que fue Carl Sagan quien dijo que los viajes espaciales eran para asegurarnos un lugar donde vivir para cuando la Tierra se hiciera inhabitable. Aunque más sencillo sería evitarlo.

Con ello vuelvo al tema del comienzo. ¿Estamos en los preludios del Apocalipsis, con la segunda venida de Jesús, ya no como víctima de nuestros pecados, sino para anunciarnos el fin del mundo, con la gran batalla entre el bien y el mal, el Armagedon tras el que vendría la resurrección de todos los muertos y el Juicio Final, en el que quienes se habían negado a acatar la ley divina serían condenados al fuego eterno? Mientras, los justos vivirían en la gloria o paraíso, aquí en la Tierra, conforme a la ley del Señor, que nada tiene que ver con el 'asalto al cielo' de los marxistas y también con las utopías de algunos religiosos.

Los síntomas actuales, como he explicado antes, coinciden, pero si las historias terrenales contienen abundante simbología, las religiosas lo son enteramente. No por nada, Jesús enseñaba a base de parábolas. Y todo ello, aparte de que el infierno está muchas veces en la Tierra y quien quiera conocerlo que se fije en cómo están viviendo los ucranianos y los cadáveres de civiles arrumbados en sus mazmorras y calles.

Como no soy experto en temas bíblicos y los históricos los abordo con el debido escepticismo, les ruego que tomen esta divagación sobre el momento en que vivimos con idéntico espíritu. No es la primera vez, y espero que no sea la última, en que lo que llamamos nuestra 'civilización' atraviesa una crisis general de valores. Sin ir más lejos, la del primer milenio trajo todo tipo de seísmos sociales y económicos, con el fin del mundo como eje. Algo de ello hubo al aproximarse el segundo milenio, pero nada comparable en intensidad y extensión. Lo atribuyo a que en el año 2000 vivíamos bajo el complejo de Francis Fukuyama, el analista norteamericano de origen japonés, quien sostenía que la Historía se acabó con el hundimiento del Muro berlinés y el triunfo de la democracia sobre el totalitarismo y de la economía de mercado sobre la estatalista. Algo así como un 'Apocalipsis Happy End'. Hoy sabemos que no ha sido así y el propio Fukuyama ha rectificado algunos de sus esquemas, de los que les hablaré otro día para no resultar tedioso. Y en cualquier caso les deseo un Año Nuevo algo mejor que su predecesor, para lo que no necesitaría esforzarse mucho.

José María Carrascal es periodista.

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