Apoyemos a los reformadores del Islam

Manchester, Al Minya (Egipto), Kabul, Londres, Teherán… Centenares de víctimas mortales y heridas. Y todo ello, entre el 22 de mayo y el 7 de junio. ¿Dónde y cuándo será el siguiente atentado yihadista? ¿Y el siguiente? El director de ABC, en su «El astrolabio» del día 24 de mayo, titulado «Combatir el odio», escribía «como una salmodia de lamento y condena» y planteaba tres cuestiones claves para combatir y acabar con el terrorismo yihadista:

  1. Determinar el origen del mal
  2. Señalar y derrotar las fuentes del terrorismo
  3. Reflexionar muy seriamente acerca de lo que podemos hacer para enfrentar tanto odio.

Son tres cuestiones importantísimas y su no resolución hasta el momento pone en evidencia gigantescas dificultades relacionadas con la histórica confrontación religiosa entre estados islámicos y la confrontación global de intereses geoestratégicos entre estados occidentales y a su vez entre estados islámicos.

Y sin embargo, debemos preguntarnos, ¿puede vencerse al terrorismo yihadista? Sinceramente, creo que en la contestación a las tres cuestiones planteadas sí puede vislumbrarse un camino de esperanza a esta violencia política y religiosa que tanto dolor ha generado y sigue generando en millones de personas.

Origen del mal. El origen del mal está en la ambigüedad del islam. Existen dos lecturas del Corán y de la tradición islámica, una lectura legítima que opta por los versículos que invitan a la tolerancia y otra lectura, igualmente legítima, que prefiere los versículos que invitan al conflicto.

El problema histórico es que, sea cual sea su posición, los musulmanes no han admitido nunca que algún versículo del Corán haya dejado de tener valor hoy. De este modo hay dos opciones del Corán, una agresiva y otra pacífica, y ambas son aceptables.

En esto ha consistido y sigue consistiendo la ambigüedad del islam, desde su nacimiento hasta nuestros días, en que la violencia forma parte del mismo, aunque también sea lícito optar por la tolerancia; y en que la tolerancia forma parte del mismo, aunque también sea lícito optar por la violencia.

Fuentes del terrorismo. El autodenominado Estado Islámico –con su oferta utópica, pero atrayente, para el mundo musulmán de encarnar en el siglo XXI el primer Califato, obra en el siglo VII del profeta Mahoma, una sociedad perfecta, gobernada por mandato divino y la llegada de una nueva época dorada del islam– constituye sin duda la principal fuente del terrorismo yihadista.

La gran tragedia para todos es que el Estado Islámico está formado por un grupo de musulmanes que han elegido una forma de vida que se basa en el islam, aunque sea a su conveniencia, y es que el vínculo entre las tendencias fundamentalistas como la wahabita, la salafí o los Hermanos Musulmanes y los movimientos terroristas como Al Qaida o el Estado Islámico, es que todos ellos se inspiran en la lectura literal del Corán y de la tradición.

Arabia Saudí, con la creación en el mes de mayo pasado del Centro Global de Lucha contra la ideología extremista, podría enmendar la perversa influencia fundamentalista wahabita expandida durante decenios entre las sociedades musulmanas de todo el mundo. Por otra parte, es esperanzador el mensaje que el presidente de los Estados Unidos pronunció en Riad durante la inauguración del citado Centro Global ante más de cincuenta mandatarios de países de mayoría musulmana, expresando rotundamente que un futuro mejor era solamente posible si sus naciones expulsaban al terrorista y al extremista, instando a los líderes políticos a expulsar a los terroristas y extremistas de sus lugares de culto y de sus comunidades.

Lo que podemos hacer. Lo expresado por el presidente de los Estados Unidos va en la buena dirección. Y la pregunta surge a continuación: ¿cómo puede expulsar la comunidad musulmana mundial al terrorista y al extremista? La contestación es cada día más evidente para las propias sociedades musulmanas y más clamorosa para toda la humanidad: reformando el islam.

Y la pregunta vuelve a surgir: ¿es posible la reforma del islam? Es un debate secular en el mundo musulmán, pero a día de hoy hay sociedades musulmanas que han dado pasos importantes en su lectura hacia la Declaración Universal de Derechos Humanos y bastantes indicaciones islámicas, afortunadamente, ya no son aplicables, como por ejemplo la amputación de mano y pie para los robos y atracos, la lapidación en los adulterios, o la crucifixión para los apóstatas.

Sí, es posible la reforma del islam, haría falta una autoridad, reconocida por todos los musulmanes, que pudiera decir que de ahora en adelante sólo los versículos que instan a la tolerancia son los que tienen valor. Pero esto no se ha producido aún. Y haría falta, igualmente, que Occidente apoye con determinación a los reformadores musulmanes.

José Ramón Tostón de la Calle, General de Brigada de la Guardia Civil (R).

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