Apoyo a la lucha de Egipto por la libertad

La historia está en movimiento, justo en las fronteras al sur de Europa. Aunque el mundo entero está a la expectativa, Europa será la primera en sentir las consecuencias de lo que suceda. Por esta razón, los dirigentes de los Estados miembros de la UE dejaron claro el pasado viernes que estamos con el pueblo egipcio en su lucha legítima por los derechos políticos, la justicia social y el desarrollo económico. La transición ordenada y acelerada debe dar comienzo de inmediato.

No podemos predecir el resultado de los sucesos que se están produciendo en Egipto. No obstante, debemos al menos intentar ver claramente cuál es la situación. En el año en curso se cumplirá el décimo aniversario del 11-S. Supuestamente, tal como lo entendían erróneamente algunas personas, en aquel momento iba a comenzar una nueva era de violencia y tensiones entre Occidente y los países musulmanes. Los asombrosos sucesos que se han producido las últimas semanas han cambiado la perspectiva. La ola de protestas en Túnez, El Cairo o, el año pasado, en Teherán, no guardan relación con la religión. Las aspiraciones de los que protestan resultan familiares para la juventud de todo el mundo: trabajo y justicia, participación en la política nacional y libertad de opinión. No estamos asistiendo a extremismos ni a un choque de civilizaciones, sino a un episodio en la lucha intemporal por la libertad y la justicia.

En mi opinión, el mundo ha cambiado mucho más de lo que pensamos. ¿No resulta llamativo que los países de Europa central y oriental hayan alcanzado la democracia sin sufrir una guerra civil o que, en última instancia, Sudáfrica haya abandonado el apartheid sin recurrir a la violencia? ¿Y no es realmente alentador que todo ello haya sucedido dejando atrás el control, propio del estilo imperante en la época de la Guerra Fría, de todo poder mundial? Debemos esperar y velar por que los sucesos acaecidos en Túnez y Egipto sigan un derrotero similar.

Los sucesos de Túnez y El Cairo nos recuerdan a todos que la estabilidad puede conducir al inmovilismo. Hay una diferencia entre la estabilidad y la sostenibilidad. Esta última se fundamenta en los resultados económicos y la justicia social, así como en la libertad y la democracia. Un sistema político que no tiene en cuenta un cambio pacífico seguirá adoleciendo de una debilidad fundamental. A mi entender, esta cuestión merece una mayor atención en nuestra política exterior y en nuestras expectativas, y no sólo para Oriente Medio.

Incluso aunque se den todos los ingredientes para una sublevación, nunca se sabe cuándo va a desbordarse el vaso. Así pues, aunque hay quien dice que algunos protagonistas políticos se han visto sorprendidos por los sucesos de Túnez y Egipto, ello resulta secundario. Está claro que fueron sorprendidos: todos lo fuimos. Las sublevaciones son tan imprevisibles como los terremotos.

Los sucesos de Túnez y Egipto, así como el papel desempeñado por las redes sociales, muestran una vez más cómo las sociedades modernas viven gracias a la libre circulación de bienes, personas e información. Es importante que protejamos estas redes, por ejemplo en la cooperación (no solo entre EEUU y Europa) en materia de ciberseguridad.

Partiendo de la manera en que debemos interpretar los acontecimientos y actuar en el momento actual, ¿cuál puede ser nuestra reacción en tanto que Unión Europea? El pasado viernes, los 27 dirigentes nacionales presentes en el Consejo Europeo examinaron ampliamente la situación. Todos somos conscientes de que lo que suceda en los espacios públicos de El Cairo o Túnez está muy próximo a nosotros. La seguridad regional es muy importante. También hemos decidido de qué manera deseamos apoyar las reformas políticas, económicas y sociales. Así, deseamos ayudar a encauzar la energía que circula en las calles de El Cairo en el sentido de una transición pacífica hacia una democracia pluralista. Viendo la contención de las manifestaciones, puede afirmarse que sí es posible. Si se consigue un entorno favorable, el diálogo puede conducir al cambio. Debemos además ayudar a crear oportunidades sociales y económicas, por ejemplo mediante la actividad comercial o las inversiones, así como un entorno para la libre empresa, en lugar de un capitalismo basado en favoritismos. Ello es fundamental para una región en la que millones de hombres y mujeres sufren la falta de formación, de empleo y de perspectivas. La UE está comprometida a construir una nueva asociación con estos países en dicha región, intentando para ello llevar a cabo reformas políticas y económicas.

Una última consideración: aunque el pluralismo sea prácticamente idéntico a la democracia, conviene aclarar este aspecto: una democracia es algo más que la posibilidad de celebrar elecciones libres y justas. Implica la buena gobernanza, los derechos humanos y la apertura a todas las religiones y creencias. A aquellos que temen que unas elecciones libres en el mundo árabe constituyan una puerta abierta al fundamentalismo, les diría que no necesariamente. La Historia se repite, pero nunca de la misma manera. Lo que hacemos en Europa y lo que haremos más adelante puede ser diferente. No obstante, ante todo, el futuro de Egipto está en manos de los egipcios.

Por Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo.

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