Aprovechar el crecimiento de la población joven de Malawi

Malawi enfrenta un marcado incremento de la población joven: más de la mitad de la población tiene menos de 18 años y es un porcentaje que crece a pasos acelerados. Esto puede ser una ventaja para el desarrollo, ya que una población en edad productiva joven y dinámica impulsa la economía hacia el futuro. Pero, si el país no le ofrece oportunidades adecuadas de educación y empleo a su población joven, esa estructura demográfica puede volverse sumamente desestabilizadora.

Para Malawi, el riesgo de este desenlace es alto. Malawi, un país insular delimitado por Mozambique, Tanzania y Zambia, está entre los países más pobres del mundo desde que se independizó de los británicos en 1964. En 2016, un sorprendente 70,3% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza del Banco Mundial de menos de 1,90 dólares por día (en términos de paridad de poder adquisitivo). El año pasado, el país ocupaba el puesto 172 entre 189 países y territorios en el Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

En este contexto, el auge de población de Malawi –que, según cálculos, se duplicará, de 17,5 millones en 2018, para 2038)- plantea desafíos considerables, ya que sobrecarga los recursos limitados del país, desde capital de inversión hasta alimentos. El resultado fácilmente podría ser un desempleo generalizado, desnutrición y una migración concebiblemente de gran escala. El cambio climático no hará más que exacerbar estas presiones sobre los recursos, haciendo que resulte prácticamente imposible implementar políticas de mitigación.

El primer paso para garantizar que la explosión demográfica de Malawi no obstruya su potencial de desarrollo es frenar la tasa de fertilidad a través de una mejor planificación familiar. Esto implica distribuir contraceptivos y educar a la población sobre cómo utilizarlos. En términos más generales, la educación –especialmente de niñas y mujeres- está íntimamente relacionada con la caída de las tasas de fertilidad.

Pero Malawi puede hacer más que limitar el crecimiento de su población joven; puede aprovechar su dividendo demográfico para impulsar el desarrollo económico. Lo que les falta a los jóvenes del país no es talento o ambición, sino la capacitación, los recursos y las oportunidades necesarias para aplicarlos. Para muchos jóvenes de Malawi, la mejor esperanza de escapar de la pobreza es migrar a Sudáfrica, un país económicamente mucho más dinámico.

Para construir una economía pujante que aproveche al máximo el talento local, Malawi puede inspirarse en Ruanda. Hasta el verano de 1994, Ruanda estaba atrapada en una guerra civil viciosa, en la que más de un millón de personas fueron brutalmente asesinadas.

Sin embargo, de 2011 a 2014, el crecimiento del PIB anual de Ruanda promedió aproximadamente el 8%, impulsado por inversión en construcción, modernización agrícola, minería e industria. Más recientemente, Ruanda se ha centrado en robustecer su sector de tecnología de información y comunicaciones (TIC), que puede ofrecer soluciones en un amplio rango de áreas, como salud, transporte, medio ambiente y energía.

Malawi debería adoptar una estrategia similar, mediante una planificación y gestión económica prudente y una inversión sostenida en capital humano para impulsar el crecimiento y el desarrollo. Hasta puede canalizar recursos hacia los mismos sectores que Ruanda, para diversificar una economía que hoy depende principalmente de la agricultura de secano tradicional, siendo el tabaco el principal cultivo.

Los jóvenes pueden liderar esta transformación. Pero la TIC, en particular, exige una mejor educación y capacitación, no sólo en la escuela, sino también una vez que los trabajadores ya están en la fuerza laboral. Asimismo, deberían introducirse políticas de empleo y salud selectivas, para garantizar que los jóvenes participen en los dividendos del éxito del sector privado. Y el gobierno debería apuntar a nutrir el talento en las artes, incluida la moda, y los deportes, proveyendo así a los jóvenes otra salida potencial de la pobreza.

Existen motivos para ser optimistas. Desde 2017, el gobierno de Malawi ha venido trabajando con UNICEF para expandir el uso de drones y datos para fines de desarrollo y humanitarios, desde la entrega de recursos médicos hasta la recolección de imágenes aéreas para un análisis predictivo. Para garantizar que haya suficientes trabajadores capacitados para aprovechar las oportunidades que ofrece la tecnología de drones y de datos, UNICEF creó la primera Academia Africana de Drones y Datos el pasado mes de enero en la capital de Malawi, Lilongwe.

Por otra parte, Malawi ha construido una democracia robusta desde la independencia. Cuando se comprobó que la elección presidencial del año pasado, que resultó en una victoria estrecha para el actual presidente, Peter Mutharika, había estado plagada de irregularidades “generalizadas”, la corte constitucional anuló el resultado y ordenó una nueva votación.

Muchos otros países africanos podrían aprender mucho del proceso democrático de Malawi, en el que los jóvenes desempeñan un papel crucial al hacer campaña, votar y, cuando es necesario, protestar. Su gobierno ahora debe responder con las medidas necesarias para garantizar que sus perspectivas económicas sean tan alentadoras como sus habilidades.

Jireh Mwamukonda, a Resolution Project fellow and Mastercard Foundation Scholars Program alumna, co-founded the Together We Can Initiative, which focuses on community development through youth empowerment in Malawi.

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