Aproximación al sanchismo

Puesto que lo padecemos, acerquémonos a su descripción como fenómeno político, incluso a su concepto, cual se tratara de una entrada de un diccionario de ciencia política. Algún tratadista clásico aconsejaría aproximarnos al fenómeno para descubrir su esencia e idiosincrasia.

De partida, una cosa es clara: quien encarna y da vida a la fenomenología sanchista, Pedro Sánchez, carece de lo que pudiera llamarse ideología, ese marco mental susceptible de dar origen a un movimiento político o social; que pudiera, incluso, fundar una doctrina en el terreno de las ideas políticas.

La figura de Pedro Sánchez es poliédrica: no encaja en una tipología o marca política de las reconocidas por la literatura científica de la especialidad.

Su anómalo ascenso al poder (una sorpresiva y aventurera moción de censura), su desenfadada forma de gobernar (sin límites: «Con quien sea», «a por todas»), el autoritario diseño del partido, hecho a su imagen y semejanza (sin contrapesos, sin debates), la maquiavélica ocupación de casi todos los órganos que deberían controlar la actividad gubernamental de un Estado democrático (difuminando la separación de poderes), su enfermiza proclividad a la falacia (la verdad en él es accidental), su frescura y desparpajo, su distancia de la ética y la moral (capaz de prometer una cosa y la contraria) le llevan a la infamia de pactar con los sucesores (en algunos casos, protagonistas) del terrorismo y con quienes violentaron (impunemente, gracias a sus inicuos y nada fundados indultos y a las escandalosas rebajas penales) nuestro ordenamiento jurídico-constitucional mediante un golpe de Estado que, como su enjuiciamiento, fue televisado al mundo entero…, son algunos de los inquietantes y señeros rasgos del personaje ocupante de la Moncloa desde mediados de 2018.

Usufructuando las siglas del partido fundado en 1879 por el tipógrafo Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, nuestro providencial gobernante, está trazando un tortuoso camino que ni él alcanza a saber dónde y cómo terminará, con innumerables, arriesgados y oscuros recovecos que hacen peligrar el buen marco constitucional vigente. Una forma de gobernar extraña a la democracia parlamentaria. Con tal de acceder al Gobierno de la nación y constituir la XIV Legislatura, Sánchez –desleal con sus votantes– se alió con casi todos los enemigos de España, aceptándolos como socios normales y homologables.

Pedro alumbró un engendro de Gobierno, una deforme criatura salida de una combinación política contra natura. A una facción –supuestamente socialista– le añadió una formación peronista, antisistema y neoleninista, Podemos, que lo ha contagiado, más elementos sedicentes comunistas y, como socios parlamentarios, ERC y Bildu. Una tropa como para dormir tranquilos. Esta es la España exitosa de Pedro Sánchez y del PSOE podemizado: una forma de gobernar a la que se le puede llamar, con toda propiedad (la que ellos abaten), sanchismo. En lo económico, gasto, deuda y déficit.

Esta ecuación, el sanchismo, no es una fórmula política inocua para nuestro Estado democrático de derecho que asume plenamente las tesis de Hans Kelsen (Jerarquía normativa, legalidad, separación de poderes, parlamentarismo). Al contrario. Pedro es un aventajado discípulo de juristas «degenerados» (B. Rüthers, 2016) como Schmitt, Larenz o Maunz. Por eso encabeza el Gobierno de la democracia que más normas gubernativas de excepción ha aprobado (Decretos-Leyes), usurpando al Poder Legislativo su principal potestad, la potestad normativa. Hoy, el Poder Ejecutivo y el Legislativo se amalgaman, dirigidos al unísono desde la Moncloa, ayudado de sagaces asesores.

El sanchismo es gobernar sin respetar límites jurídicos ni competencias de otros órganos constitucionales pensados (desde Locke y Montesquieu) para frenar los previsibles desmanes del Poder Ejecutivo. Pedro también atenaza al Poder Judicial (Leyes Orgánicas 4/2021 y 8/2022). Ha implantado un estilo de gobernanza semejante al absolutismo político, el del gobernante legibus solutus. Él está por encima y más allá de todo. Por eso desprecia a la oposición y aplaude a sus coaligados podemitas cuando éstos fustigan a los diputados de aquélla con «ustedes nunca gobernarán». Frase que pide mármol. Espero que una verdadera memoria democrática la recuerde, señalando a sus autores.

El sanchismo es benefactor de la sociedad, un defensor del bien común. Por eso en plena campaña electoral, ¡qué coincidencia!, quiere satisfacer los intereses generales de los españoles. Así, anuncia viviendas. Tras casi cinco años, repara en que escasean y son caras. Empero hay mucho voto expectante. Regala viajes, incluso a los talluditos treintañeros, para que conozcan España (¿no sería mejor conocerla a través del servicio militar, ahora que la defensa de Europa lo demanda?). A saber lo que a «Promociones Sánchez» se le puede ocurrir esta tarde…

Sin embargo, sin desdoro de otros, el mayor mérito democrático de Sánchez ha sido apropiarse del Tribunal Constitucional. Sesuda operación, genuina del sanchismo, que le permite gobernar plácidamente, sin sobresaltos. Aunque las garantías constitucionales se esfumen.

José Torné-Dombidau y Jiménez es profesor titular de Derecho Administrativo y presidente del Foro para la Concordia Civil.

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