Aquí y allí: vínculos transnacionales y comunitarios de los inmigrantes musulmanes en Europa

1. INTRODUCCIÓN

Los inmigrantes de países musulmanes que residen en Europa se encuentran hoy en el punto de mira de los medios de comunicación y de los observadores políticos y académicos. Desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, los países europeos se han visto inmersos en el conflicto internacional entre el bloque atlántico y los países musulmanes que presuntamente dan cobijo y apoyo al terrorismo islamista. Las minorías musulmanas residentes en Europa y en EEUU se han encontrado en la incómoda situación en que quedan quienes han migrado entre países que pasan a ser percibidos como enemigos en la escena internacional, como ocurrió, buscando ejemplos extremos, en EEUU con la minoría alemana durante la primera guerra mundial y la japonesa durante la segunda. Posteriormente al 11-S, la atención prestada a los musulmanes en Europa en los debates públicos ha sido reforzada por la evidencia de que algunos de los perpetradores de los atentados islamistas en Madrid y Londres eran inmigrantes y descendientes de inmigrantes establecidos hacía tiempo en el país, como lo eran buena parte de los participantes en conflictos de menor intensidad pero más multitudinarios, como los disturbios en las banlieues francesas en noviembre de 2005 o las protestas a raíz de la publicación de las viñetas danesas en enero de 2006.

Bajo la superficie visible de las relaciones internacionales, marcada por la tensión entre algunos países europeos y algunos países musulmanes, se desarrollan otro tipo de relaciones a través de las fronteras de ambos grupos de países, que pueden denominarse transnacionales porque no están protagonizadas por Estados y Gobiernos sino por gentes del común. Los inmigrantes mantienen unos vínculos transnacionales con sus sociedades de origen que tejen redes relativamente invisibles pero a veces muy densas, con relaciones ricas y fluidas, más allá de las fronteras. Esos vínculos, a su vez, suelen estar anclados en comunidades de inmigrantes con un origen nacional común en el país de residencia (conocidas como comunidades étnicas), de modo que familiares, amigos, colegas de trabajo o de negocios, correligionarios políticos o religiosos, etc., que viven en el mismo barrio o la misma ciudad participan de esas redes de relaciones a larga distancia.

Este trabajo explora las opiniones expresadas en encuesta de los inmigrantes musulmanes en Europa en cuanto a los vínculos transnacionales que mantienen con sus sociedades de origen y los lazos que les unen en las sociedades de destino a sus comunidades étnicas. Entre los primeros, diferencia los vínculos emocionales, tales como los sentimientos de identidad nacional que les unen a sus países de origen, de los vínculos derivados de actividades transfronterizas como los viajes, el envío de remesas y regalos, los negocios y la atención a los medios de comunicación en la lengua de origen. Entre los segundos, los lazos sociales en el seno de la comunidad étnica, incluye relaciones tan informales como las familiares o de amistad, y relaciones formales como la pertenencia a asociaciones voluntarias y organizaciones. Se centra en tres grupos nacionales que son los más numerosos entre los musulmanes de origen extranjero en la ciudad donde residen: los bengalíes en Londres, los turcos en Berlín y los marroquíes en Madrid. Ofrece datos de encuesta que se basan en muestras de reducido tamaño pero de gran interés por su representatividad respecto de las tres comunidades de estudio, que viene garantizada por la selección estrictamente aleatoria de la muestra, y que no suele caracterizar las encuestas a inmigrantes.

Tanto los vínculos transnacionales como el recurso a las comunidades étnicas de los inmigrantes y sus descendientes en las sociedades de destino son objeto de controversia hoy en las ciencias sociales. Las teorías anglosajonas clásicas sobre la asimilación de los inmigrantes en las sociedades de acogida preveían unos procesos sucesivos de aculturación en la lengua y las normas de la mayoría, incorporación a los grupos primarios de la mayoría, y movilidad social ascendente, que terminarían, al cabo de varias generaciones, por integrar a los individuos de origen extranjero en la vida social general (véase, para una síntesis clásica, Gordon, 1964; o su discusión en Alba y Nee, 1997, 2003, pp. 2-27). En las últimas décadas del siglo XX, sin embargo, estas expectativas chocaron con la evidencia de la formación de guetos y subculturas estables entre los inmigrantes, sobre todo en Norteamérica pero también en Europa, y con los argumentos de los movimientos étnicos y raciales. Entre los científicos sociales creció el interés por entender los motivos por los cuales muchos inmigrantes buscan oportunidades de mejora económica, movilidad social, integración cultural y satisfacción en las relaciones personales a través de vínculos estrechos con la sociedad de origen y con la propia comunidad étnica en el país de destino. Se preguntaban si la diversificación del origen étnico de los extranjeros en EEUU y la acogida en Europa de grandes grupos de inmigrantes laborales venidos de países musulmanes, a partir de los años cincuenta y sesenta, planteaban nuevas situaciones a las que tal vez no cabía extender la teoría clásica de la asimilación, acuñada originalmente en torno a la experiencia de las migraciones europeas al norte de América.

Aunque los vínculos transnacionales son tan antiguos como las migraciones, el interés de los sociólogos, antropólogos, politólogos e historiadores por ellos se ha acrecentado en los años noventa y primeros dos mil, porque su intensidad y su extensión se han multiplicado en las últimas décadas a la par con las posibilidades técnicas de comunicación y transporte, y la globalización económica y cultural. Las nuevas tecnologías han permitido a quienes deciden cambiar de residencia vivir a caballo entre su país de origen y de destino, convirtiéndose, más que en emigrantes en el primero e inmigrantes en el segundo, en los denominados transmigrantes, tan pronto físicamente aquí como allí; o en inmigrantes cuyas actividades económicas, sociales, políticas y culturales les ubican tanto allí como aquí aunque no viajen con tanta frecuencia (véanse, como revisiones de la literatura sobre transnacionalismo, Levitt y Glick Schiller, 2004; Vertovec 2003, 2004; Portes, Guarnizo y Landolt 1999; Morawska 2003a; Kivisto 2001; y, más en particular sobre islam y transnacionalismo, Mandaville 2001; Al-Sayyad y Castells, 2003).

Las investigaciones más recientes sobre los vínculos transnacionales de los inmigrantes han cuestionado algunas de las afirmaciones básicas de las teorías de la asimilación. La literatura clásica sobre la asimilación asumía que todos los inmigrantes tenderían en principio a conservar sentimientos de identidad intensos con sus países de origen y a implicarse en actividades que les mantuvieran en relación con los mismos (en un esfuerzo por compensar sus escasos recursos económicos, sociales y emocionales en la sociedad de acogida con un apoyo más allá de sus fronteras), pero que, con el tiempo, tales sentimientos y actividades se irían erosionando a medida que los inmigrantes se integrasen en la sociedad de destino. Sin embargo, los trabajos empíricos realizados en los años noventa y primeros dos mil han observado una gran diversidad entre las comunidades de inmigrantes a la hora de alimentar sus vínculos con la sociedad de partida, de modo que algunos grupos se implican mucho más intensamente que otros. Además, han puesto en duda que con el paso del tiempo tales vínculos tiendan a debilitarse, ya que no son únicamente los recién llegados quienes los mantienen, sino que en ocasiones quienes llevan más tiempo fuera de su país y están más integrados en la sociedad de destino mantienen vínculos transnacionales más estrechos (Portes, 2003; Morawska, 2003b, 2004; Faist, 2000, 2004; y Levitt, 2003). De este modo, las asumidas generalidad y transitoriedad de los vínculos transnacionales se han visto cuestionadas, abriendo las preguntas de investigación que orientan este trabajo, que plantea si los musulmanes en Europa “son todos iguales” en cuanto a sus nexos transnacionales y si “se distancian con el tiempo” de sus países de origen.

Los estudios sobre el papel de las comunidades étnicas en la vida de los inmigrantes han evolucionado en un sentido similar. Las teorías de la asimilación entendían que la comunidad étnica ofrecía una red de seguridad a los recién llegados, en la primera fase de inadaptación, cuanto menos, lingüística; pero que con el tiempo, en general, tenderían a integrarse en la vida económica, social, política y cultural de la sociedad en sentido amplio, buscando oportunidades de vida más allá de los límites de su comunidad nacional. Sin embargo, la investigación sobre la experiencia de las migraciones de la segunda mitad del siglo veinte a los EEUU, y a Europa, ha demostrado que para algunos grupos la comunidad étnica ofrece una vía permanente y a menudo exitosa de incorporasupportFootnotesción a la sociedad de destino, no hacia una aculturación y asimilación estructural como la proyectada en los estudios más clásicos, sino hacia un pluralismo étnico, en que los inmigrantes protegen sus carreras de movilidad social y sus prácticas culturales en el seno de la propia comunidad de origen, o una incorporación segmentada, en que las oportunidades de vida de los inmigrantes chocan con la discriminación social ejercida por la mayoría, aislándolos. Como en el caso de los estudios sobre los vínculos transnacionales, la investigación social sobre los modos de incorporación de los inmigrantes a las sociedades de destino han observado una gran diversidad entre grupos nacionales, algunos de los cuales tienden más a apoyarse en la comunidad étnica que otros, y una permanencia en el tiempo de unos lazos sociales que unen a los inmigrantes con sus compatriotas también en el país de destino (Morawska, 2004; Joppke y Morawska, 2003; Portes y Rumbaut, 1990; y Zhou, 1997). Este trabajo pretende también comprobar, en la medida en que los datos de la encuesta lo permiten, si los inmigrantes musulmanes en Europa difieren en sus vínculos con la comunidad étnica respectiva según su nacionalidad de origen y según el tiempo que llevan residiendo en el país de destino.[1]

Los datos aquí utilizados para describir los vínculos transnacionales y las comunidades nacionales de los inmigrantes, y discutir su generalidad o diversidad y su transitoriedad o permanencia, son resultado de la Encuesta a Musulmanes en Europa, cuyo trabajo de campo tuvo lugar en la segunda mitad de 2004, financiado por la Comisión Europea y la Universidad de Michigan.[2] Las muestras de inmigrantes musulmanes de cada una de las tres comunidades objeto de estudio tienen un tamaño reducido, que varía de las 141 entrevistas realizadas a bengalíes residentes en Londres, a las 204 a marroquíes en Madrid y las 225 a turcos en Berlín, y han sido fundidas sin ponderación. El menor tamaño de la muestra inglesa es un efecto no deseado del método de muestreo, que buscó a los inmigrantes bengalíes que habían participado en encuestas anteriores y dado su consentimiento para una futura colaboración. La muestra de la encuesta original se había construido seleccionando direcciones aleatoriamente en los barrios donde se concentran las minorías étnicas, según el Censo Británico de 1991. Pero esta muestra original se saturó antes de completar las 200 entrevistas pretendidas. La muestra berlinesa se seleccionó al azar de entre una lista de residentes con apellido turco extraída de las guías telefónicas, incluyendo tanto teléfonos fijos como móviles. Por último, la muestra madrileña se extrajo de una muestra aleatoria de mayor tamaño de los residentes en la ciudad que tenían la nacionalidad marroquí cuando se empadronaron, provista por el Departamento de Estadística del Ayuntamiento de Madrid. Los métodos de muestreo de las tres ciudades, por tanto, difieren entre sí, pero todos ofrecen resultados representativos respecto de la comunidad étnica objeto de estudio, solventando de modos diversos el problema de la ausencia de registros exhaustivos de población extranjera a los que los investigadores tengan acceso directo.

Las próximas páginas (sección 2) comparan los tres grupos de entrevistados (los bengalíes de Londres, los marroquíes de Madrid y los turcos de Berlín) para responder a la pregunta de si los vínculos transnacionales y comunitarios son generales –igualmente frecuentes– en los tres casos o no. A continuación, la sección 3 afronta la cuestión de si los inmigrantes más recientes tienden a alimentar ambos tipos de vínculos más que los que llevan más tiempo en el continente. Las principales afirmaciones y datos de ambas secciones se resumen y reiteran en las conclusiones.

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Por Berta Álvarez-Miranda