Arafat: hipótesis de futuro

Por Judith Colp Rubin, coautora de "Yasir Arafat: A political biography" (LA VANGUARDIA, 10/11/04):

Hace un año, los responsables militares y de seguridad israelíes realizaron un estudio de simulación para analizar los diversos panoramas que podrían suscitarse a la muerte del líder palestino Yasser Arafat. ¿Cuál fue su conclusión? La vida sin Arafat podía ser peor que la vida con él.

Ahora, ese simulacro, conocido con el nombre de operación Día Lluvioso, se ha hecho realidad. Los militares israelíes de la franja de Gaza y Cisjordania están en situación de alerta máxima, al igual que las expectativas del Gobierno.

En Israel no existe prácticamente nadie que sienta afecto alguno por Arafat. Hay pruebas documentadas de que el líder palestino ha apoyado e incitado el terrorismo contra sus civiles, factor que ha sido el obstáculo insalvable para un tratado de paz. Con todo, a los israelíes también les preocupa que la muerte de Arafat pueda originar un largo vacío de poder en la cúpula palestina, que hará imposible las negociaciones con ellos, la coordinación de acciones conjuntas o las exigencias al bando palestino, tal como ha descrito un analista militar israelí.También puede convertirse en un factor que potencie la violencia. Se sabe que los agentes de seguridad palestinos tienen listo un arsenal de armas y munición en espera del fallecimiento de Arafat, tal vez para usarlo contra su pueblo, pero que podría acabar siendo utilizado contra Israel. Por tanto, las perspectivas de que se produzca un importante avance diplomático y una disminución de la violencia no son muy halagüeñas.

Una cuestión especialmente problemática será el lugar donde se entierre a Yasser Arafat. Con toda seguridad, los palestinos insistirán en que sea enterrado en Jerusalén, su supuesto lugar de nacimiento, aunque en realidad se ha probado que nació en El Cairo y que sólo vivió en Jerusalén tres años durante su infancia.

El primer ministro israelí, Ariel Sharon, ya ha rechazado de forma categórica esta posibilidad, pues el lugar proporcionaría a los palestinos un nuevo punto de concentración en la ciudad, que seguramente se convertiría en un foco de controversia y violencia. Uno de los posibles panoramas del simulacro israelí era una tumultuosa marcha de palestinos -muchos de ellos armados- decididos a enterrar a Arafat en el monte del Templo y cerca de la mezquita de Al Aqsa. Cabe añadir que el enfrentamiento resultante podría provocar un baño de sangre.

En líneas generales, en la carrera de posibles candidatos al liderazgo palestino en una era post-Arafat, la mayoría de ellos considerarán puntos a su favor una visión de línea dura contra Israel y cualquier compromiso o acuerdo de paz. En esta contienda para probar quién es el más patriótico y militante, la moderación podría ser un suicidio.

Al mismo tiempo, la promoción de ataques reales contra Israel -o, como mínimo, su instigación mediante la demagogia- es un medio seguro de ganar popularidad. Este método también se presentará como una forma atractiva de evitar una guerra entre los palestinos y de promover la unidad en el periodo de incertidumbre posterior a la muerte de Arafat. En lugar de sostener un debate serio sobre nacionalismo frente a islamismo, moderación en lugar de militancia, cuál sería la forma de gobierno más favorable o quiénes serían los mejores líderes, toda esta división puede incluirse en una ola de ira, odio y violencia dirigida hacia el exterior.

Los israelíes tampoco descartan la posibilidad de que aumente la importancia de los grupos islamistas, sobre todo de Hamas, formación responsable de la mayoría de los ataques contra israelíes, que está totalmente volcada en la destrucción de Israel. Hamas no se encuentra en situación de hacerse con el control -con una representación de sólo el 20 por ciento-, pero podría desempeñar un importante papel como aliado de una facción. El grupo ya ha puesto en marcha su ofensiva política al exigir una parte del liderazgo ahora que Yasser Arafat no está.

Por otra parte, existe sin duda otro panorama para Israel tras la muerte de Arafat: podría surgir un líder nuevo y más moderado que estuviera dispuesto a firmar la paz. Algunos de los aspirantes a ocupar el cargo de Arafat encajan con esta descripción. Los hombres que tienen más posibilidades de merecer el apoyo de sucesores del líder palestino -el antiguo primer ministro Mahmud Abbas, Abu Mazen,y el actual primer ministro Ahmed Qurei, Abu Ala -son bien considerados por los israelíes. Ambos se mostraron dispuestos a negociar con Israel en las conversaciones de paz de Camp David en el año 2000, hasta que Arafat les desaconsejó hacerlo.

Trabajar en colaboración con estos líderes y respaldarlos sería una política viable tanto para la Unión Europea como para Estados Unidos. Si de verdad consiguieran autoridad, éste podría ser el punto de partida para un importante avance diplomático. Mientras que el presidente Arafat fue un verdadero control de carretera en el camino hacia la paz, con su desaparición, un nuevo tipo de liderazgo más conciliador es, cuando menos, posible. No obstante, la capacidad real de los moderados para hacer algo -como realizar un verdadero esfuerzo para detener el terrorismo-, sean cuales sean sus buenas intenciones, se va a ver limitada durante algún tiempo.

Como experimentados observadores de la política en Oriente Medio, los israelíes saben de sobra que, a menudo, el hecho de hacerse ilusiones ha empeorado las cosas. Arafat ha pasado toda una vida inculcando a los palestinos el odio hacia Israel. Y ése es uno de los legados que ha dejado y que perdurará tras su muerte.