Arduo camino hacia una Irlanda unida

La mayoría de los irlandeses tienen en mente la idea de que Irlanda debería estar unida. Hace exactamente un siglo, la isla se dividió en dos entidades políticas. Los condados del noreste formaron Irlanda del Norte y siguieron vinculados al Reino Unido. El sur se convirtió en un Estado irlandés independiente y, finalmente, en una república.

¿Por qué la diferencia? ¿Por qué la partición? El problema era la existencia de dos grupos étnico-religiosos en conflicto en la isla. Los protestantes irlandeses se concentraban en gran medida en el noreste y deseaban permanecer en el Reino Unido. Los católicos irlandeses constituían la gran mayoría en el resto de la isla y estaban a favor de la independencia.

Estas amplias líneas divisorias sólo se vieron difuminadas por un pequeño número de personas de ambos bandos que cruzó la barrera entre comunidades. La guerra de independencia, 1919-1921, librada contra Gran Bretaña por los nacionalistas irlandeses, profundizó las divisiones de la sociedad irlandesa. La partición, con todos sus problemas, fue el acuerdo que evitó la guerra civil.

La mayoría de los habitantes de la República de Irlanda no considera la unidad como una prioridad importante y se han contentado con dejar que la historia siguiera su curso. La campaña de terror del IRA durante años a favor de una república para toda Irlanda nunca contó con el apoyo de la mayoría de nacionalistas irlandeses.

Los tiempos están cambiando. En los últimos años ha surgido una vigorosa campaña a favor de la unidad de Irlanda. El Brexit ha sido el catalizador, pero también han contribuido la campaña escocesa por la independencia y, a un nivel más profundo, el cambio en el equilibrio demográfico en Irlanda del Norte entre católicos (mayormente nacionalistas irlandeses) y protestantes (mayormente unionistas británicos), que ha generado una confianza renovada. Cuando se publique el censo de población de este año –que se elabora cada 10 años– es probable que revele que protestantes y católicos son ahora más o menos iguales en número. Cuando nació Irlanda del Norte, en 1921, los católicos representaban sólo un tercio de la población, pero la tendencia a largo plazo es hacia una mayoría católica.

¿Podemos deducir de esto que una Irlanda unida es ahora inevitable, como proclaman sus partidarios? La política nunca es tan sencilla. Hay una vieja broma que dice que cada vez que los británicos intentaban resolver la cuestión irlandesa, los irlandeses cambiaban la pregunta.

Ahora en serio, existen verdaderos obstáculos. Para empezar, cerca del 20% del electorado de Irlanda del Norte, incluidos católicos, protestantes e inmigrantes, no tiene una opinión clara sobre la cuestión constitucional. Esto es para disgusto de los ideólogos de ambos bandos. Curiosamente, los sondeos de opinión muestran que una minoría de católicos y nacionalistas, a los que nunca se les ocurriría votar a un partido político unionista, están sin embargo a favor de mantener la unión con Gran Bretaña.

Luego está la pequeña cuestión de la gran subvención que aporta el erario público británico al nivel de vida en Irlanda del Norte. Son unos 12.000 millones de euros anuales, es decir, más de 6.000 euros por habitante. En su ausencia se produciría un colapso catastrófico del nivel de vida. Es posible que el Gobierno del Reino Unido siguiera subvencionando al norte durante un periodo de transición, pero eso es, por supuesto, incierto.

Un sondeo de opinión realizado este mes por el periódico irlandés más vendido, el Sunday Independent, reveló, como era de esperar, que la mayoría de habitantes de la República está a favor de la unidad de Irlanda. Como se decía popularmente: «Somos un pueblo muy favorable». Sin embargo, cuando se les preguntó sobre si estarían dispuestos a pagar más impuestos para apoyar a sus compatriotas del norte, sólo una pequeña minoría afirmó estar dispuesta a hacerlo. La fría realidad económica chocó con la retórica de la reagrupación.

La vía legal a la unidad irlandesa es bastante clara. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 contiene la disposición de que si el secretario de Estado para Irlanda del Norte considera que una mayoría está a favor de la unidad de Irlanda, está obligado a celebrar un referéndum o una votación sobre la frontera. Si la mayoría de votantes del norte se declarara a favor de la unidad, y la mayoría de votantes de la República optara por lo mismo, se abriría el camino hacia la consecución de una Irlanda unida.

Las mayorías sólo tienen que ser del 50% más un voto. Varios políticos destacados, entre ellos el primer ministro irlandés, Micheál Martin, cuestionan ahora esta fórmula. En su opinión, la incorporación de la dividida población de Irlanda del Norte a la República de Irlanda sobre la base de una aceptación tan escasa sería una receta para que el conflicto entre comunidades se extendiera inevitablemente más allá de la frontera entre norte y sur.

Esto, por cierto, tiene cierta relevancia para el caso catalán y la independencia de España. Incluso si se permitiera, ¿sería el 50% de votos más uno en un referéndum una garantía suficiente de estabilidad política en una Cataluña post-independencia? La opinión del Gobierno de Dublín puede resultar instructiva. Considera que primero es necesario convencer a una minoría significativa de unionistas del norte del valor de la unidad irlandesa antes de que ésta pueda tener lugar. No basta con escuchar a los nacionalistas del norte y dejar que una gran minoría unionista se sienta descontenta y abandonada.

Hay otra nube en el horizonte. La cruzada por la unidad está liderada por el Sinn Féin, el principal partido nacionalista irlandés, tanto en el norte como en el sur. El Sinn Féin fue el brazo político del IRA, responsable de casi la mitad de las 3.700 muertes durante los Disturbios en Irlanda del Norte entre las décadas de 1970 y 1990. La mayoría de las víctimas eran civiles. Los principales políticos del Sinn Féin son antiguos miembros del IRA.

Resulta difícil ver cómo los protestantes y unionistas del norte se sentirían atraídos por una cruzada de unidad irlandesa encabezada por sus antiguos antagonistas. Los nacionalistas moderados también temen que un impulso prematuro de la unidad irlandesa pueda provocar un desorden civil generalizado en Irlanda del Norte. Para los habitantes de la República de Irlanda, aparte de las posibles repercusiones económicas, existe también una preocupación persistente: ¿merece la unidad de Irlanda el riesgo de una reacción violenta?

Liam Kennedy es catedrático de Historia en la Queen’s University Belfast. Su libro más reciente es Who Was Responsible for the Troubles? The Northern Ireland Conflict (Montreal, 2020). Traducido por Esther Aliaga.

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