Argentina, anclada en el pasado

El próximo domingo hay elecciones legislativas en Argentina en las que se renovará la mitad de los miembros de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Estos comicios son definitivos y siguen a ese ensayo de elecciones conocidas como PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias). Desde el 2009 las PASO son el método de selección de candidaturas para cargos públicos nacionales. En ellas, una o más listas de precandidatos de un mismo partido o alianza compiten entre sí, para conformar la candidatura para las elecciones nacionales, siempre que hayan obtenido entre todas sus listas de precandidatos un umbral de apoyo mínimo equivalente al 1,5% de los votos válidos en el distrito. Los partidos que postulen una única lista también deben presentarse, ya que este es el único método para la selección de candidaturas.

Su espíritu es profundamente democrático, porque otorga a los ciudadanos la posibilidad de optar por distintos precandidatos. Sin embargo, en las PASO de agosto pasado la mayoría de los candidatos fueron únicos, habiendo sido seleccionados a dedo por los partidos o, en el caso del candidato oficialista, gracias a una sorprendente jugada de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Las primarias se convierten, entonces, en una gran encuesta nacional financiada por el Estado en la que el Gobierno y la oposición miden sus fuerzas. La excepción fue UNEN, una alianza de exmiembros del Partido Radical y otras formaciones progresistas y de centroizquierda, que fue la única propuesta nacional en la que compitieron distintos candidatos.

De acuerdo con sus infinitas fragmentaciones, el peronismo estuvo representado bajo distintos nombres. Algunos ejemplos bastan para entender la desintegración de los partidos tradicionales y su atomización en grupos que se arman y desarman en cada elección. En la provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más importante, triunfó el candidato peronista opositor, seguido por el peronista oficialista, y en cuarto lugar quedó un peronista independiente. Son tres peronistas pero todos opositores entre sí. En la ciudad de Buenos Aires, el escenario también fue caótico: UNEN mezclaba antiguos miembros del Partido Radical, un exministro de Economía de Fernández de Kirchner, un senador exkirchnerista y una dirigente que ya lleva construidas y destruidas varias alianzas políticas.

Las PASO fueron interpretadas como un fracaso para el Gobierno. Su candidato en la provincia de Buenos Aires obtuvo 29,65% frente al 35% del peronista renovador. En la ciudad, su candidato obtuvo el 19% frente al 35,58% de UNEN. Quedará como recuerdo la singular interpretación de la presidenta: “Ganamos en la Antártida. Me enteré ayer (…) Increíble, no había salido en ninguna parte. Esto es el ocultamiento y la distorsión permanente”. En el continente blanco votaron 122 personas.

El Gobierno inició una campaña agresiva para reconquistar espacios con anuncios de obras e inauguraciones terminadas a toda prisa. Pero, sorprendentemente, la presidenta tuvo que someterse a una intervención quirúrgica que la obliga a estar en reposo absoluto y alejarse de la campaña. Como siempre, con Perón, con Alfonsín, con Menem, si algo les pasa a nuestros presidentes el país se conmueve porque siempre parece que después de ellos nos espera el abismo. Esta sensación surge por nuestro sistema hiperpresidencialista y porque no confiamos en los vicepresidentes y, cuando tuvimos que confiar en ellos, como en 1974 con Isabel Martínez de Perón, los resultados fueron catastróficos.

El kirchnerismo ya perdió elecciones legislativas en el año 2009 y la oposición fue incapaz de equilibrar la concentración del poder presidencial con un Parlamento eficiente. No hay indicios que una nueva derrota pueda establecer un equilibrio distinto a la actual asimetría en favor del Ejecutivo.

Quizá se desate una lucha feroz por la sucesión presidencial en el año 2015, para la que ya hay varios candidatos: Sergio Massa, exkirchnerista, y ahora peronista renovador; Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, menemista (acaso con vestigios peronistas), kirchnerista vapuleado por la presidenta y convertido ahora en el salvador del “modelo”; el candidato de Cristina Fernández, el elegido que todavía no asoma a la escena política, y la eterna opositora Lilita Carrió, exradical, que sigue armando alianzas con poco futuro. No descontamos que surja algún otro candidato. Pero ¿desde dónde puede surgir? ¿Desde partidos centenarios fragmentados, agrupaciones que nacen y mueren de acuerdo al calendario electoral, líderes mediáticos sin partidos que juntan aliados distintos para cada elección o una sociedad civil perpleja pero inactiva?

Estas elecciones no nos plantean nada nuevo. Son una pelea entre radicales maquillados y peronistas fragmentados. Más allá de las primarias y las legislativas, Argentina está anclada en un pasado sin gloria. El futuro nos esquiva.

Rut Diamint, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires. Laura Tedesco, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Saint Louis / Madrid Campus.

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