Argentina se aísla de la comunidad internacional

Hace unos 20 años, un importante ministro argentino dejó atónito a un embajador brasileño recién llegado al decirle que “Argentina es pródiga en tres cosas: carne, trigo y actos de locura”. La decisión de expropiar a la compañía española Repsol el 51% de YPF, la mayor empresa petrolera de Argentina, es uno de esos actos. La medida de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sumada al desdén hacia los acreedores extranjeros y a un proteccionismo creciente y arbitrario que viola todas las reglas internacionales y regionales, deja a Argentina todavía más cerca de que el mundo la considere un país donde no impera la ley.

Cualesquiera sean los beneficios y la popularidad que aporten a corto plazo, actos de semejante gravedad siempre implican graves consecuencias a largo plazo. En particular, ponen al país en riesgo de que se cierren sus canales principales de crédito, inversiones y comercio, es decir, todas las actividades que generan oportunidades económicas y prosperidad.

Los malos gobiernos siempre se guían por el anhelo de obtener picos de popularidad inmediatos, sin importar los costos futuros. Los gobiernos de Argentina han hecho de esto un hábito desde la primera llegada de Juan Perón al poder en 1946.

De hecho, la decisión de Fernández enfrenta ahora a Argentina al ostracismo en los mercados financieros y energéticos internacionales. Incapaz de suministrar ni las inversiones ni los recursos tecnológicos y el conocimiento práctico que se necesitan para desarrollar los recursos de YPF, el gobierno de Fernández deberá invitar a otras empresas para que llenen el vacío financiero y tecnológico creado por el desalojo forzado de Repsol. Pero cualquier corporación internacional que participe en la explotación de los activos confiscados a Repsol enfrentaría graves problemas legales.

La megaempresa petrolera de Brasil, Petrobrás, una de las corporaciones más grandes del mundo, recibió públicamente una invitación para expandir su producción en Argentina por medio de nuevas inversiones. Petrobrás tiene intereses globales y jamás podría aceptar esta invitación, sobre todo teniendo en cuenta los esfuerzos que hace por obtener la financiación necesaria para desarrollar las inmensas reservas de petróleo offshore de Brasil.

Se ha informado que Sinopec, la segunda compañía petrolera más grande de China, había mantenido negociaciones con Repsol para adquirir una parte importante de sus activos en Argentina, pero ahora todo eso quedó en la nada. Como dijo a Reuters una fuente china no identificada, “la medida del gobierno nos deja a todos en una situación difícil. En mi opinión, permitir que una compañía china explore las áreas controladas por YPF después del anuncio de la nacionalización sería un suicidio político”.

La acción de Fernández perjudicó seriamente a Repsol, al provocarle la pérdida de cerca del 50% de su capacidad productiva y un tercio de sus ingresos. El gobierno de España está indignado y prometió tomar fuertes represalias, algo en lo que sin duda contará con el apoyo político de la Unión Europea. Pero es difícil imaginar medidas que realmente puedan llevar a que Fernández reconsidere su decisión. Después de todo, visto que todo lo acontecido era predecible y que los inversores extranjeros ahora se mostrarán incluso más reacios a entrar en el mercado, es evidente que la presidenta hizo un cálculo y decidió que el rédito político era mayor que el costo económico.

Pero eso depende de que la nacionalización lleve a un aumento de la producción. Parece evidente que no será así, a menos que el gobierno decida inyectar cantidades enormes de recursos fiscales en YPF en detrimento de otras necesidades imperiosas. Dado que es difícil que lo haga, es inevitable que se produzcan desabastecimientos.

El petróleo ejerce un gran poder de fascinación sobre la gente. Los países que lo poseen en abundancia encuentran en él uno de los pilares más sólidos y centrales para el nacionalismo. Y en todas partes, sirve de explicación real o imaginaria para muchas guerras; es el “oro negro” que alimenta sueños y despierta la codicia. Para aquellos gobernantes a quienes no importa que sus victorias sean pírricas, también es una herramienta fácil para manipular la imaginación pública con teorías conspirativas y sobreactuación patriótica.

El gobierno de Fernández ya venía enviando señales de su determinación a seguir un curso errático que no sólo siembra el caos en la economía sino que también aísla al país de la comunidad internacional. Pero decisiones como esta, que a veces parecen empezar con el pie derecho, invariablemente terminan mal.

Personalmente, lamento profundamente que Argentina se haya adentrado en este territorio de errores y autoengaño. Es un gran país, con un pueblo educado que ha obtenido grandes logros en todos los campos. Para Brasil no puede haber ninguna satisfacción en ver a un vecino tan cercano apartarse del derecho internacional y emprender peligrosas aventuras de las que su propio pueblo saldrá perjudicado.

Por Luiz F Lampreia. Traducción: Esteban Flamini.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *