Argentina y su coqueteo con el abismo

El sábado 2 de julio, en medio de un discurso de la vicepresidenta Cristina Fernández, Martín Guzmán, uno de los ministros más cercanos al presidente Alberto Fernández anunció por Twitter que dejaba su cargo. El momento elegido por Guzmán, hasta entonces ministro de Economía, no fue azaroso. Su renuncia dejó múltiples lecturas aunque una coincidencia: el portazo fue el último gesto de descontento del ahora exfuncionario hacia los cuestionamientos que la vicepresidenta había formulado sobre su programa económico, primero en privado y luego en público. La decisión de Guzmán puso al Gobierno, y por ende a Argentina, al borde del abismo.

Durante las 29 horas que el país no tuvo ministro de Economía confirmado, la circulación de rumores provocó un alto nivel de desgaste en la legitimidad de un gobierno que, frente a una situación tan crítica, lo que más necesitaba era, justamente, mucha legitimidad para dar una respuesta contundente. Las fuertes diferencias entre el presidente y la vicepresidenta tensionaron al extremo la gobernabilidad. Para la mayoría de las personas, que la discusión se focalice en aquello que divide es muy frustrante y difícil de tolerar. La ecuación es sencilla: la sociedad exige respuestas de sus políticos, no peleas.

En esas horas fatídicas, la situación se volvió una trampa de dedos china. Mientras más se forzaba por una salida, más se obturaba la posibilidad de encontrarla. Finalmente el presidente parece haber entendido que, si quería liberar sus manos, seguir tironeando en soledad no era una respuesta. Ayudó para eso un empujoncito de Estela de Carlotto, Abuela de Plaza de Mayo, que intercedió con un llamado telefónico para remarcar que, entre las diferencias políticas, había un país que pendía de un hilo. Incluso tuvo que recordarle al mandatario que ella misma y sus compañeras habían hablado hasta con militares genocidas para encontrar a los nietos apropiados por la dictadura. El argumento abrió una hendija de racionalidad y entonces el presidente hizo el llamado esperado a la vicepresidenta. Fumata blanca y acuerdo de una sucesora.

El nombramiento de Silvina Batakis como ministra de Economía tampoco trajo demasiada tranquilidad. La comunicación de su designación vino también a través de Twitter, una red social muy usada por el círculo rojo aunque no por la mayoría de la sociedad, que esperaba alguna palabra oficial. Al día siguiente, cuando abrieron las operaciones bursátiles, la incertidumbre sobre el rumbo que seguiría la nueva funcionaria se expresó de la misma manera que siempre se expresa en la Argentina, es decir, en la suba de los dólares no intervenidos, cuyo valor llegó a saltar hasta 17% en un día.

Toda esta tensa situación política se da en un contexto doméstico complejo: si bien las proyecciones indican que la economía crecerá alrededor de 4% este año, la inflación estará largamente por encima de 60%, récord absoluto desde la salida de la hiperinflación a comienzos de la década de 1990. Los ingresos de los y las trabajadoras no se acercan ni por asomo a ese aumento. El saldo, para la población, es bastante desolador: las peleas en el gobierno solo agravan una situación que, por sí misma, ya es bastante complicada.

Luego del primer acercamiento telefónico del domingo, las cabezas del Gobierno avanzaron en una especie de tregua en la búsqueda de construir un frente común ante el complejo panorama financiero que atraviesa la administración nacional. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) obligó a Argentina a asumir compromisos de acumulación de reservas internacionales, algo que por ahora no está pudiendo lograr el Banco Central debido a los altos gastos en importaciones de energía. Ya avisó el FMI, tras la salida de Guzmán, que el país debe tomar “acciones dolorosas” si quiere tener éxito en la implementación del programa. ¿Esa marcada de cancha es una advertencia o una amenaza del Fondo a las autoridades argentinas? No debe olvidar el FMI que la última vez que jugó con los desembolsos al país fue en el año 2001. Está muy fresca la memoria del colapso.

Más allá de cómo resuelva esta crisis política, hay una consideración que el gobierno debe hacer de ahora en adelante: no le pidan tanto al pueblo, que acaba de salir de una pandemia y ahora sufre en los bolsillos los efectos de una guerra en un territorio lejano. No le pidan tanto. Paciencia ya tuvo demasiado. Hay que dejar de coquetear con el abismo.

Estefanía Pozzo es una periodista argentina especializada en temas económicos y financieros.

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