Aristóteles nos enseñó a pensar

Instituciones culturales del mundo entero celebran a lo largo de 2016 el XXIV centenario del nacimiento de Aristóteles.En los debates previstos participarán filósofos y eminentes científicos de disciplinas que van desde la cosmología a la biología. Y es que Aristóteles, conocido durante siglos como El filósofo, podría con justicia haber sido también denominado El científico:por erróneas que fueran a veces las respuestas dadas a sus propios interrogantes (la teoría geocéntrica o la tesis de la inmutabilidad de las especies, por ejemplo) la humanidad estará siempre agradecida a Aristóteles por haberlos planteado y por su actitud consistente en practicar las disciplinas científicas para, tras ello, extraer las implicaciones filosóficas de las mismas.

Cuando en nuestro tiempo la ciencia retoma los viejos interrogantes filosóficos sobre el entorno natural y el papel del hombre en el mismo, cuando (de mano de los más grandes) la física da por sí misma el salto a la interrogación metafísica, cabe decir que la disposición del espíritu de Aristóteles se está restaurando y la filosofía se reencuentra con su origen.

Los problemas planteados por Aristóteles son un ingrediente esencial de nuestras vidas, y su elucidación ha venido a ser “el ardiente deseo de toda mente pensante”, en palabras del Nobel de Física Max Born, que recogen la convicción aristotélica de que el rasgo que singulariza a nuestra especie en el seno de la animalidad se traduce en deseo de conocer y simbolizar. Tesis que no es fruto de una especulación, sino de su trabajo como primer gran biólogo de la historia, que suplía con prodigiosa intuición y agudeza conceptual la penuria de instrumentos a la hora de establecer comparaciones entre las especies. Y si hoy podemos afirmar que hay evolución, es naturalmente porque tenemos claro qué es una especie, cosa a la que Aristóteles contribuyó de manera determinante. Y podría dar otros muchos ejemplos.

Apostando a que conocer es lo nuestro, Aristóteles nos ayudó a ser lógicos, explicitando criterios que posibilitan el distinguir o clasificar, y de su mano establecía aun Lineo sus taxonomías. Aristóteles tuvo impresionantes intuiciones topológicas, y en lo concerniente al tiempo tuvo una deslumbrante premonición de su vínculo con el cambio meramente destructor, en el sentido del segundo principio de la termodinámica. Aristóteles rechazó el vacío y defendió la finitud del universo, concepción que los partidarios actuales de ciertos modelos cosmológicos nunca podrán rechazar de manera tan tajante como lo hacen con la infinitud del espacio de Newton.

Aristóteles nos ayuda a percibir la causa de la emoción que provoca la representación trágica, y en sus reflexiones ético-políticas nos mueve a entender las tremendas consecuencias de la ausencia de las condiciones sociales que garanticen la dignidad material; precisa que las cosas verdaderamente propias del hombre, la matemática, la filosofía o la propia representación trágica, sólo pueden desplegarse cuando están resueltas, no ya las cuestiones relativas a la necesidad, sino también a la distracción, el ornato y hasta la belleza. A lo cual se añade algo aún más importante.

La libertad era a tal punto considerada por Aristóteles como condición de la realización del ser humano que la condición de esclavo equivalía para él a haber sido repudiado de la humanidad. Afirmación que tuvo gran eco en Marx, para quien mostrar lo deshumanizador de la esclavitud era mucho más movilizador que pensar con el estoico que en sus cadenas se es rey. Actualizando el problema, cabría decir que tal realización del ser humano pasa por abolir las condiciones sociales que mutilan las potencialidades innatas de los hombres, las cuales conducen a esas sorprendentes interrogaciones de los niños, resultado de un estupor ante el entorno que sería según Aristóteles el primer motor de la filosofía.

“Pues sólo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho. Pues así como llamamos libre a la persona cuya vida no está subordinada a la del otro, así la filosofía constituye la ciencia libre, pues no tiene otro objetivo que sí misma”. La enseñanza de este texto es que las condiciones de posibilidad de la filosofía supondrían para cada ciudadano la oportunidad de retorno a la disposición de espíritu que caracterizaba su infancia. De tal forma que una educación que no quiera confundirse con la mera instrucción, una educación digna del ideario aristotélico, sólo estará movida por alcanzar un objetivo: en libertad… pensar.

Víctor Gómez Pin es catedrático emérito de la UAB e investigador en l’École N. Supérieure de París.

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