Durante la cumbre europea que, el pasado mes de enero, tomó la pésima decisión de reducir el presupuesto de la UE, François Hollande se vio aislado, por no decir humillado, por la postura de una Angela Merkel que, bajo su apariencia de árbitro, defendió a capa y espada a David Cameron. Este último regresó a Londres triunfalmente, pues la doctrina británica siempre ha sido limitar tanto los márgenes de maniobra como los medios de la Unión Europea.
En esta ocasión, hemos visto el reverso de la medalla. Incluso podría decirse que François Hollande le ha pagado a Angela Merkel con la misma moneda. En el orden del día de la cumbre celebrada el 14 y 15 de marzo en Bruselas estaba la cuestión de la disciplina y la austeridad, que Francia quería flexibilizar y Alemania prolongar. Pero, de hecho, esta cuestión fue eclipsada por la ofensiva francesa a favor del levantamiento del embargo de armas destinadas a la oposición siria. François Hollande no se aventuró a reclamar esta medida ante la UE en solitario, sino con el apoyo activo de David Cameron. Así pues, el tándem Hollande-Cameron lideró unos debates que ocultaron las cuestiones económicas. François Hollande ocupaba así, junto a David Cameron, la posición que había ocupado Angela Merkel al lado del primer ministro británico el mes anterior.
Por supuesto, esta guerra de comunicación tiene su importancia en términos de política interna, así como en el marco de la difícil relación franco-alemana. Pero no debe hacernos olvidar la cuestión de fondo, infinitamente más grave, del destino de Siria. Tras dos años de conflicto y, según la mayoría de los expertos, 70. 000 muertos, ¿hay que levantar el embargo de armas encaminadas a la oposición siria? Franceses y británicos pueden apuntarse el mérito de haber planteado esta cuestión esencial. En estos dos años de conflicto, se han sucedido tres fases. La primera, la de la emoción y la movilización. Tras la exitosa operación, igualmente franco-británica, que se había desarrollado en Libia, no intervenir para provocar la caída del dictador sirio parecía algo impensable.
Pero, segunda fase, la cuestión no tardó en quedar bloqueada en la ONU a iniciativa de Rusia, un aliado tradicional de Bachar el Assad que tiene en el puerto sirio de Tartus una importante base estratégica en el Mediterráneo. El bloqueo ruso no impidió que la oposición siria ganara terreno. Hasta tal punto que los Gobiernos occidentales, en vez de intentar forzar el bloqueo ruso, apostaron por una caída inminente de Bachar el Assad. Sin embargo, en la tercera fase vimos cómo se prolongaban la guerra civil y los bloqueos pese a los continuos llamamientos a la búsqueda de una solución política. Hoy por hoy, la mayor parte de los europeos piensan, como Alemania, que es mejor no hacer nada, y continúan esperando una solución política en virtud de un cambio de la posición rusa. Por el contrario, para los franceses y los británicos, que parecen contar con el apoyo de Estados Unidos, es hora de actuar; por una parte, como dice François Hollande, para evitar el “caos” y, por otra, para acelerar el advenimiento de una solución política armando a los rebeldes. En realidad, la demanda franco-británica a favor del fin del embargo se basa en la idea de que es urgente ayudar a las fuerzas laicas del Ejército Libre Sirio antes de que se vean desbordadas y definitivamente dominadas por la facción yihadista de la oposición, como es sabido, armada y financiada por Qatar y Arabia Saudita. El ejemplo de Egipto y, en menor medida, Libia, más los sucesos acaecidos en Túnez, justifican el temor generalizado a que el islamismo radical termine imponiéndose tras la caída de Assad. La idea franco-británica es, por una parte, equilibrar la relación de fuerzas entre la oposición y Bachar el Assad y, por otra, reforzar a la facción democrática de la oposición siria con armas y material.
François Hollande y David Cameron aún esperan poder convencer al resto de los europeos. Tal será el objeto de una reunión prevista en Dublín a finales de mes. Pero ambos se dicen decididos a seguir adelante si resultase imposible alcanzar un consenso. Por su parte, algunos círculos de Washington no ocultan que esperan que la decisión franco-británica dé paso a un apoyo norteamericano más claro.
Jean-Marie Colombani, periodista. Traducción: José Luis Sánchez-Silva.