Arroz amargo

Por José Alejandro Vara (LA RAZON, 18/11/04):

Moratinos llegó tarde. Una vez más. Todo se iba a solucionar en su encuentro con Colin Powell, dentro de nada, en Bruselas. Pero el secretario de Estado norteamericano, quizás poco sensible a la cita, anunció su renuncia y dejó a nuestro cabeza visible de Exteriores con la agenda colgando.

Llegó tarde, pues, Moratinos. Pero todo tiene arreglo. Lo más razonable es que ponga en marcha su plan B. Es decir, intentar aproximarse a Condoleezza Rice y entablar con ella el principio de una gran amistad, al igual que hizo Ana Palacio (¡cuántos ahora se tragan sus insolencias!) con el dimitido Powell, a quien despertaba cada mañana para darle los buenos días y contarle a cómo estaba el kilo de Perejil. No se advierten en Moratinos grandes dosis de seducción, pero tampoco le hemos visto en el trance de sacar a bailar a una dama y arrancarse en plan vals vienés. Con chaqué gana mucho. Pero Condoleezza Rice puede resultar un arroz demasiado amargo para nuestro primer diplomático (es un decir).

No olvidemos que «rice» significa «arroz» en esa lengua que ya esgrime con soltura José María Aznar y que domina a la perfección José Luis Rodríguez Zapatero cuando tiene que decir «It is a beautiful day» en esas mañanas de primavera con regusto a Oxford. Rice es mucho arroz para tan poco Moratinos, entre otras cosas, porque no sólo forma parte del ala menos complaciente con el terror islamista del entorno de Bush, no sólo es una de las ideólogas de la «guerra preventiva», no sólo auspició sin pestañeos la lección bélica contra el régimen tiranicida de Sadam, sino porque tiene sus entrañas patrióticas forradas de amianto.

Aunque luce unas agradables facciones al estilo de las actrices que Hollywood escoge para cubrir la cuota de lo afroamericano, con su pelo alisado, sus trajes impecablemente sastre y hasta alguna curva perfectamente dibujada a la altura de las caderas, Condoleezza puede ser la peor pesadilla para Moratinos. Powell a su lado era un tío Tom, sin cabaña. Irle a explicar a Condoleezza la sentada de Zapatero ante su bandera o la apresurada retirada de Irak, o el mitin de nuestro presidente del Gobierno en Túnez, llamando a la deserción universal en la guerra contra el terror, son asuntos que la futura secretario de Estado norteamericana difícilmente haya digerido. Por no hablar de nuestro embajador en Cuba. Condoleezza es el «halcón negro del Imperio». Es el enemigo público número uno del «eje del mal», es el cerebro estratégico en la sombra del presidente Bush y, resumiendo, es todo aquello que, en el plano de la política internacional, se sitúa en las antípodas (Nueva Zelanda o por allí) de nuestro ministro de Exteriores.

Cuentan de Moratinos que se aproximó a uno de los más altos responsables de la política internacional del equipo de Kerry (el otro equipo favorito de Zapatero, después del Barça) para explicarle lo bien que se entendería el candidato demócrata (y futuro presidente de los Estados Unidos, según las fallidas predicciones de La Moncloa) con el Gobierno español. El hombre de Kerry frunció el ceño, miró de reojo la bandera de los Estados Unidos que tenía tras su escritorio y dijo: «Las cosas no son así. En asuntos de Estado, nosotros no estamos tan lejos de los republicanos».

Entonces, ¿qué nos queda? Aprender chino, como nos aconseja Carmen Calvo, que fía poco en el castellano, según parece. Kirchner, el sicalíptico presidente de Argentina, ya está en ello. Estos días es anfitrión del presidente del país más poblado del planeta, de quien espera una inversión de veinte mil millones de dólares. O sea, que acaricia la idea de venderle algo así como media Patagonia y un poquito de Santiago del Estero, por si quiere sol. Cuentan los rumores porteños que dijo Kirchner, «yo seré Gardel y mi retrato estará por encima del de San Marín». Esa expresión resume lo que se conoce como «viveza criolla».

Pero como Zapatero es algo torpe para los idiomas le llevará un poco de tiempo redondear su inmersión al chino. Encomendarse a Gustavo Cisneros o a Hernández Mancha no parecen vías demasiado directas para alcanzar el perseguido fin. Queda, eso sí, el recurso infalible de siempre, confiar a la Corona el papel de verdadero primer diplomático de nuestro país y esperar que en la próxima estancia de Don Juan Carlos en el rancho de George Bush, adonde acudirá también el monarca marroquí, (que aspira a desplazarnos del papel de socio privilegiado de los Estados Unidos en el Estrecho), se puedan recomponer nuestros maltrechos puentes transatlánticos.

Si en Moratinos ya no fían ni sus compañeros de Gobierno, que han empezado a incluirle en las quinielas de la próxima (?) remodelación. ¿Cómo pretenden que se fíe la señora Rice, que suscribe de cabo a rabo cuanto dijo el martes Aznar sobre el terrorismo en su sesión de la FAES?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *