¿Arruinará la corrupción la convergencia de la UE?

El gran historiador francés Fernand Braudel nos enseñó a buscar las poco apreciadas olas largas (longue durée) en la historia. En el contexto de los últimos 30 años, una de ellas es la creciente brecha económica entre los países del centro y este de Europa que se unieron a la Unión Europea y aquellos que no. Los primeros están alcanzando poco a poco a los demás estados miembros de la UE, con tasas de crecimiento casi el doble de altas que sus vecinos del este, que se encuentran atrapados en una tierra de nadie entre la UE y Rusia.

La divergencia entre Polonia y Ucrania ilustra esta tendencia. Según estadísticas soviéticas, Ucrania era ligeramente más rica per cápita que Rusia y Polonia en 1989, justo antes de la revolución que derribó el comunismo en Europa central y del este. En ese entonces, ambos países tenían estructuras culturales e industriales parecidas. Pero hoy el PIB per cápita (en dólares estadounidenses actuales) es casi cinco veces más alto en Polonia que en Ucrania. (Incluso en 2013, el año antes de que Rusia iniciara su guerra contra Ucrania, el PIB polaco era 3,4 veces mayor).

Ucrania no está sola. Las economías de Rusia y Bielorrusia han estado estancadas desde 2104 y 2012, respectivamente. Y culpar a la caída de los precios del petróleo por la situación en Rusia no explica por qué Ucrania y Bielorrusia han seguido un patrón similar. Por supuesto, Rusia también ha sufrido la presión de las sanciones occidentales después de su anexión ilegal de Crimea en 2014. Debido a lo mismo, Ucrania perdió un 17% de su PIB a causa de la agresión militar rusa, aunque se las arregló para registrar un modesto crecimiento anual de un 3% entre 2016 y 2019.

Mientras tanto, los países del centro y el este de Europa pertenecientes a la UE han crecido gracias al emprendimiento interno y la inversión extranjera directa (IED). Durante el auge de 2014-19, sus economías crecieron en promedio entre un 4% y un 5% al año, en comparación con el PIB ruso, que cayó muy por debajo del de Rumanía e incluso Turquía, que no es miembro de la UE. Entre los 27 países miembros de la UE, solo Bulgaria es más pobre que Rusia en términos de PIB per cápita, sea medido en dólares estadounidenses o paridad de poder de compra.

Una razón que explica el decepcionante desempeño de los ex estados soviéticos frente al éxito de los países europeos centrales y del este es que estos concluyeron acuerdos de asociación con la UE a principios de la década de 1990. Con excelente acceso al mercado de la UE, para mediados de los 90 habían cambiado de destino dos tercios de su comercio desde la ex Unión Soviética a la UE. Y, al aprovechar las cadenas de suministro europeas, pudieron transformarse en los principales fabricantes de coches europeos.

Pero el factor clave del éxito de estos países ha sido la mejora de la calidad de su gobernanza económica. Para poder ser miembros de la UE, los países del centro y el este europeo tuvieron que adoptar las leyes de la UE. Tras un largo y pesado proceso burocrático, adoptaron los marcos legal y normativo necesarios para integrarse a una economía de libre mercado.

En el Índice de Percepciones de Corrupción de Transparencia Internacional, Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría ocupan los puestos 45, 49, 60 y 69, mientras que Ucrania y Rusia se encuentran en los lugares 117 y 129. Si bien esas clasificaciones no son estelares, han sido suficientes para atraer IED. Los inversionistas saben que si algo sale mal pueden recurrir a la UE, y eventualmente a la Corte Europea de Justicia. A diferencia de la ex Unión Soviética, los derechos de propiedad en esos países están seguros.

Sin embargo, lo que no siempre se dice es que entre un 3% y un 4% del PIB anual de los países del centro y el este europeo proviene de subsidios de la UE, lo cual tiene sus ventajas e inconvenientes. Por una parte, los fondos estructurales de la UE explican por qué las capitales de los países miembros más nuevos tienen aeropuertos y carreteras resplandecientes. Por otra parte, esos proyectos típicamente son más vulnerables a la corrupción, lo que puede explicar la riqueza de dudosos orígenes de muchos empresarios húngaros cercanos al Primer Ministro Viktor Orbán.

La pregunta, entonces, es si se puede esperar que las economías de estos países sigan progresando. Antes de convertirse miembros del bloque, las entidades observadoras europeas estaban preocupadas de que ellos solo mejorarían su gobernanza hasta cuando se unieran a la UE, pero la realidad es más compleja. De hecho, todos los nuevos miembros de la UE siguieron fortaleciendo su gobernanza por varios años, atrayendo cada vez más IED. Y unos cuantos países todavía lo están haciendo. Estonia y Lituania son hoy los países ex comunistas menos corruptos.

Sin embargo, según Transparencia Internacional algunos de los principales países de transición hoy sufren un agudo deterioro de la gobernanza. El puntaje de Polonia alcanzó su máximo en 2015, seguido un año después por Eslovaquia y por la República Checa en 2018. Hungría tuvo su máximo en 2012 y ha sufrido un constante declive desde entonces, tanto así que hoy está junto a Rumanía y Bulgaria, que antes se consideraban los países más corruptos de la UE. Los inversionistas extranjeros y locales hoy están muy atentos a la cada vez menor adherencia de Hungría a las leyes internacionales, la creciente inestabilidad de sus derechos de propiedad y su adopción de una tributación discriminadora.

Para la UE este retroceso en la buena gobernanza podría convertirse en un problema existencial, ya que la democracia y el estado de derecho van de la mano. Incluso cuando Hungría y Polonia se han apartado de los criterios democráticos esenciales de la UE, siguen beneficiándose de sus fondos masivos. Y si bien la UE impuso condiciones especiales a Rumanía y Bulgaria, esas medidas no fueron suficientemente exigentes.

Según la Freedom House, la democracia ha ido declinando en el planeta desde 2005. Hoy más que nunca, la UE no debe permitir retrocesos en temas de gobernanza. Afortunadamente, el bloque se ha vuelto más duro en sus exigencias, principalmente a través del plan de recuperación europeo Next Generation EU de €750 mil millones ($918 mil millones). La trayectoria de los ex estados soviéticos es un triste recordatorio de por qué la UE debe promover la democracia y el estado de derecho tanto en su interior como en el extranjero.

Anders Åslund is a senior fellow at the Atlantic Council in Washington. His latest book is Russia’s Crony Capitalism: The Path from Market Economy to Kleptocracy. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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