Así se volvió a ganar el Oeste

En 2005, en la Real Academia de Bellas Artes de Londres, una prestigiosa exposición patrocinada por el Gobierno de China, “Los tres emperadores”, celebró la grandeza del arte chino. La pieza central era una pintura gigantesca de estilo europeo (jesuita) en la que aparecían representados los enviados del mundo occidental esperando en fila para presentar sus respetos al emperador chino. El mensaje no podría haber sido más explícito: “China está de regreso”. Occidente tendría que rendir tributo a China en el futuro del mismo modo en que se había postrado ante ella en el pasado.

En 2012, China está a punto de llegar a ser la mayor economía del mundo y es, con mucha diferencia, la principal potencia en ascenso. Sin embargo, dos fenómenos simultáneos indican que Occidente puede haber sido enterrado prematuramente por sus propias Casandras y por expertos asiáticos que a veces se comportan como “occidentales arrogantes”.

En primer lugar, Occidente –y en particular Europa– está tomando la medida del desafío asiático. En segundo lugar, está haciéndolo en el preciso momento en que los países en ascenso están empezando a sentir las consecuencias de una crisis económica mundial que tiene como epicentro a Europa. Dicho de otro modo, un nuevo equilibrio de fuerzas y debilidades está surgiendo por debajo de la superficie de los acontecimientos… y va en dirección opuesta a las retahílas actuales. Europa se ha despertado ante el desafío asiático justo cuando su propia crisis expone e intensifica las debilidades económicas, políticas y sociales de los países en ascenso.

Hace unos años, en mi libro The Geopolitics of Emotion (“La geopolítica de la emoción”), subrayé las diferencias que existían entre un mundo occidental dominado por el miedo y un Asia animada por la esperanza. Mientras Occidente acumulaba deudas, Asía había sobresaltado al mundo con su largo auge económico. Así sigue siendo, pero están apareciendo matices. En la actualidad hay más miedo en Occidente, pero también un poco menos de esperanza en Asia.

De hecho, los inversores mundiales están empezando a cubrirse las espaldas, como preparándose para un mundo más verdaderamente equilibrado y que abarca diferentes continentes y culturas. Asia puede haber alcanzado a Occidente, América Latina puede ir camino de hacerlo y África puede estar situándose lentamente para empezar a crecer. También el mundo árabe, con su revolución en marcha, puede estar incorporándose también al partido, superando la humillación que había sido la fuerza emocional que animaba a sus pueblos.

Entretanto, Occidente puede estar adaptándose despacio a las nuevas realidades de un mundo que ya no domina, pero en el que sigue ocupando un papel esencial, gracias a unos valores cuyo universalismo se formula ahora de forma más contenida y coherente. De hecho, al miedo, la esperanza y la humillación ahora añadiría yo un cuarto y decisivo estado de ánimo cultural: la modestia.

El Occidente actual es muy diferente del histórico. Es una entidad reducida, cada vez más consciente de que no puede seguir siendo el centro del mundo, aunque sólo sea por su declinante importancia demográfica. A comienzos del siglo XVIII, la población de Europa representaba el veinte por ciento de la mundial; en 2050 la de Occidente en conjunto constituirá un poquito más del 10 por ciento.

Además, Occidente está fragmentado: la parte americana está alejándose cada vez más de la europea. Ya no se trata de una cuestión de intereses compartidos o fines comunes en materia de seguridad, sino de cultura, pues los Estados Unidos, en particular, cada vez miran más a Asia y a América Latina y atraen a inmigrantes de esas regiones. En cuanto al Occidente asiático, el Japón seguirá siendo excepcional permaneciendo aislado.

En vista de ello, podría ser prematuro, como mínimo, anunciar el “regreso de Occidente”, en particular en un momento en el que la economía de los EE.UU. sigue siendo frágil, la crisis financiera de Europa está alimentando un pánico existencial y el profundo malestar estructural del Japón continúa. Aun así, en toda Europa y, en particular, en el Sur se ve una buena disposición para aprender de los demás. Hay una conciencia cada vez mayor, incluso en Francia –que no destaca precisamente por su humildad–, de que son necesarios criterios de comparación y habrá que hacer sacrificios duros.

Dicho de otro modo, los europeos están empezando a entender que han vivido muy por encima de sus medios materiales y muy por debajo de sus medios intelectuales, espirituales y éticos, proceso que podría calificarse de comienzo de la ”montización” de Europa, por rendir homenaje al Primer Ministro italiano, Mario Monti, encarnación de la responsabilidad y del valor. Imaginemos: ¿una Europa más virtuosa opuesta a una China más “decadente”, cuyas minorías corruptas estén empezando a volverse unas contra otras?

Lo que podemos estar presenciando es la consolidación de un mundo en verdad multipolar, en el que Occidente ya no domina, pero no está a punto de ser substituido por Asia o el mundo en ascenso en general. Occidente no esta “contraatacando”, pero un Occidente más modesto puede estabilizar su posición respecto de China, en particular en un momento en el que ésta se ha vuelto más arrogante y menos segura de su sistema político y social.

Dominique Moisi is the founder of the French Institute of International Affairs (IFRI) and a professor at Institute d’Etudes Politiques (Sciences Po) in Paris.

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