Asia, el retorno del indomable

Las previsiones económicas de diversos institutos y organismos señalan que para el año 2050 las cuatro potencias económicas más grandes del mundo serán Estados Unidos, la India, China y Japón. Se cumpla o no la previsión, confirma que los indicadores muestran una tendencia: el retorno de Asia como protagonista global.

Este continente pasó de liderar la economía mundial durante buena parte de la historia a ser un actor secundario. A principios del siglo XIX, el peso de Europa Occidental en el PIB mundial era aproximadamente del 25%, mientras que el de Asia era del 60%. Unas cifras que se invirtieron a finales del siglo XX, cuando EEUU, Europa, Canadá y Australia representaban el porcentaje anterior de Asia. En 200 años, Occidente pasó a dominar la escena global y a colonizar buena parte de Asia.

Pero el final del siglo XX, y sobre todo la primera década del siglo XXI, marca una tendencia que, de prosperar, devolverá a Asia su esplendor. Un Occidente acomodado, con la excepción de EEUU, parece olvidar los valores que lo encumbraron. Europa hace tiempo que renunció a la hegemonía global. Hoy su estructura regional principal, la Unión Europea, se hunde en una crisis económica y se pierde en una burocracia sin fin entre sus múltiples sedes y 23 lenguas oficiales. Hoy Europa está desorientada, sin una diplomacia capaz de transmitir sus valores al mundo. Ensimismada en su pasado, se permite el lujo de ignorar las oportunidades estratégicas que ofrece Asia. Mientras, nuestros aliados de EEUU se mueven en tal dirección.

Pero ¿cuáles son las virtudes que ha empleado Asia para crecer como lo ha hecho esta última década? Antes de responder es importante señalar que su crecimiento se debe a la contribución de muchos países de este continente, aunque Japón, la India y China sean los que reciben mayor atención. Pues bien, la mayoría de ellos han hecho uso de una herramienta fundamental en la acción política y económica: el pragmatismo.

Y así, por encima de sus tradicionales sistemas políticos y filosóficos, Asia, pese a siglos de dominación colonial, se fijó sin resentimiento en Occidente y decidió aplicar una eficiente combinación de la idiosincrasia oriental y la sabiduría occidental, reflejada esta en la economía de mercado, los valores de la educación universal y el Estado de derecho. Y todo ello, reforzado con un naciente pero relevante sentido del regionalismo. Soy consciente de que en muchos países asiáticos hay mucho por hacer en términos democráticos, pero lo importante es que han optado por la economía de libre mercado y por el sistema democrático como ejes de sus políticas de desarrollo y crecimiento. Dejando al margen a Japón y Corea del Sur, que optaron abiertamente por la vía democrática en el siglo XX, todo lo que he comentado puede seguirse en una reflexión que hizo el Gobierno de China bajo el mandato de Deng Xiao-ping: ¿por qué tienen éxito los emigrantes chinos? La respuesta es bien sencilla: porque su notable capacidad y esfuerzo tenía lugar en entornos de libertad económica y política.

Y esta es una reflexión de la que han participado buena parte de los países asiáticos, que incluso han superado a China en la aplicación de los valores del Estado de derecho y del libre mercado -léase la India, Malasia, Indonesia, Taiwán, Singapur o Tailandia-, y eso garantiza, aunque de forma más lenta, un crecimiento más sólido. Ante la pregunta de quién lo está haciendo mejor, si China o la India, no hay duda: la segunda. China debe cambiar mucho y hoy es más una amenaza a medio plazo que una garantía para el salto adelante del continente asiático.

La gran virtud de Asia en estos tiempos es que mira al futuro, y al hacerlo apuesta por el desarrollo del ingente capital humano que acumula a través de la promoción de la educación a todos los niveles. Malasia, por ejemplo, ha establecido una suerte de ciudad de la educación que multiplica por tres el tamaño de Singapur. El esfuerzo en educación, acompañado de meritocracia, es una de las claves que explican el auge de Asia. Todo ello se manifiesta en el incremento exponencial de sus exportaciones tecnológicas y la solicitud de patentes.

Hay una avalancha de previsiones de crecimiento de las clases medias, la renta per cápita y el consumo que auguran un futuro prometedor, pero muestran también los grandes retos. Así, el Banco Asiático de Desarrollo estima en su último informe que en el 2050 el 50% del PIB mundial provendrá de Asia, pasando de los 15 trillones de dólares actuales a 132 trillones.

Traducir todos estos datos a reducción de la pobreza, a políticas medioambientales, a prácticas democráticas en el ejercicio del poder y a aumento de la cuota de poder institucional global es el desafío de Asia. Avanzará en esa línea si el continente se democratiza, promueve sin descanso la educación y profundiza en una aplicación sensata de la economía de mercado. Asia es un continente indomable que ha sabido canalizar sus virtudes y ahora se apresta a retornar al puesto internacional de privilegio que nunca debió abandonar.

Rubén Herrero de Castro, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.

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