Asustados, confundidos y sin saber inglés: los inmigrantes en los tribunales estadounidenses

Asustados, confundidos y sin saber inglés

En la película italiana La vida es bella, el propietario de una librería judía usa recursos ingeniosos para distraer a su hijo de la espantosa realidad que viven como prisioneros en un campo de concentración nazi.

Hace poco me encontré en una situación igualmente espeluznante y devastadora, y recordé la película.

Como abogados del proyecto Texas Civil Rights, mi equipo ha estado trabajando a contrarreloj para documentar cientos de casos de niños separados de sus padres desde que el gobierno de Donald Trump inició su política migratoria de tolerancia cero. Con esa política, el gobierno acusa a cada inmigrante detenido en la frontera por ingreso ilegal, un delito menor, sin importar si están escapando de la violencia, buscan asilo o viajan con niños.

Antes de la política de tolerancia cero, los funcionarios de inmigración y el Departamento de Justicia ejercían su criterio respecto a si debían presentar cargos contra ciertos inmigrantes y personas que buscaban asilo, en particular quienes viajaban con niños o se encontraban en alguna circunstancia especial.

Cada mañana, desde hace tres semanas, mis colegas y yo hemos ido al tribunal federal de McAllen, Texas, a once kilómetros de la frontera con México. Llegamos a más tardar a las 07:45 a. m., atravesamos los detectores de metal del puesto de seguridad y nos aseguramos de llegar al octavo piso a las 08:00 a. m.

A esa hora, el tribunal está casi lleno. En una mañana como cualquiera, unos setenta u ochenta hombres y mujeres son trasladados al recinto con esposas y grilletes en los tobillos. La gran mayoría, después de cruzar la frontera por primera vez. Un abogado de oficio le pregunta al grupo si hay alguien que haya viajado con niños y los hayan separado. Batallan con las esposas, pues no es fácil levantar las manos. En ocasiones, para responder afirmativamente, deben ponerse de pie.

El procedimiento penal comienza a las 09:00 a. m. y, según cuántos padres separados de sus hijos haya en el tribunal cada día, puede ser que tengamos entre cinco y siete minutos para hablar con cada uno. Con suerte, eso será suficiente para obtener su información más básica y la de los niños que les quitaron: nombre, fecha de nacimiento y país de origen. Están asustados y confundidos, y la mayoría no habla inglés. Les digo en español que soy un abogado que trabaja en casos de separaciones familiares y que puedo ayudarlos para que recuperen a sus hijos.

Los padres me preguntan cuándo volverán a ver a sus hijos. Yo trato de tranquilizarlos y les digo que haré mi mejor esfuerzo para que eso ocurra lo más pronto posible. La realidad es que no tengo una respuesta y no puedo hacer promesas que no sé si podré cumplir.

Las historias que cuentan son devastadoras pero, como padre, hubo un caso que me afectó bastante hace unas semanas.

Estaba conversando con un padre soltero que varios años antes fue abandonado por su esposa, cuando su hija tenía tres años. Estaban huyendo de la violencia en Honduras en busca de una vida mejor. Pero no lo lograron. Una vez que cruzaron la frontera, Estados Unidos los acusó de haber cometido un delito, y los agentes le dijeron que debían llevarse a su hija.

Su hija le preguntó adónde la llevaban. ¿Qué podía decirle su padre en esa situación?

Al igual que el protagonista de La vida es bella, la prioridad de ese hombre era tratar de proteger a su hijita del dolor. Así que inventó una historia: le dijo que iba a un campamento de verano.

La niña, de solo siete años y sin saber el problema en el que estaba metida, se alejó caminando con una gran sonrisa. Estaba emocionada de ir a su primer día de campamento.

Me he encontrado con tantas historias terribles como esta que me he insensibilizado. Ya casi veo esas situaciones como algo normal.

La primera vez que una madre me preguntó llorando cuándo podría volver a ver a su hijo me costó darle una respuesta. Pero varias semanas después de que el gobierno de Donald Trump empezó con su política de tolerancia cero (y después de cientos de familias separadas), me he vuelto más resistente a esas conversaciones, pues tengo que sostenerlas un día tras otro.

Además, en la sala del tribunal no hay tiempo para los sentimientos. Debemos obtener toda la información posible y se vuelve una carrera contra el tiempo. Si no completamos el proceso de recepción y entrevista para poder rastrearlos más adelante, nadie, a excepción del gobierno, sabrá que hubo una separación familiar. Y si no contamos con la información de estos niños y sus padres, ¿cómo los vamos a buscar? ¿Cómo los podrá buscar cualquier otra persona?

De las 381 familias que entrevistamos, 278 siguen separadas. Al menos dos niños han sido deportados sin sus padres y por lo menos cinco padres han sido deportados sin sus hijos, quienes permanecen en Estados Unidos. Se trata de solo una fracción de las más de 2000 familias que actualmente siguen separadas.

Los padres que buscan asilo y seguridad para sus familias necesitan tener un buen acceso a abogados y a los tribunales. No se les debería forzar a tomar una decisión entre volver a ver a sus hijos o continuar con su solicitud de asilo. Algunos de los padres que hemos entrevistado comentan que esta forma ilegal de presión ejercida por el gobierno se ha vuelto cada vez más frecuente.

Una manera de terminar con esta pesadilla es eliminar la política de cero tolerancia que criminaliza a los inmigrantes y a quienes buscan asilo. La solución no es detener a estas familias de forma indefinida como planea el gobierno. En lugar de eso, los inmigrantes y solicitantes de asilo deben tener la posibilidad de continuar con sus juicios en el tribunal de inmigración sin ser detenidos, tal como se hacía durante el programa de gestión de casos familiares (Family Case Management), que tuvo un gran éxito en términos de asistencia de las personas a sus audiencias en los tribunales. Ese programa fue anulado por este gobierno.

En efecto, el gobierno puede terminar con esta crisis hoy mismo con tan solo una firma. Hasta entonces, mis colegas y yo estaremos en el tribunal a primera hora de la mañana y durante los días siguientes.

Decenas de inmigrantes asustados y una sala repleta de historias devastadoras nos estarán esperando a las 08:00 a. m.

Efrén Olivares es un abogado especializado en derechos civiles y también es el director del programa Racial Economic Justice del proyecto Texas Civil Rights.

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